Las botas de siete leguas
Hoy en la feria me encontré a mi nieto, a quien no veía hace una semana, él venía en su cochecito cargado de bolsas con frutas y verduras, venía con su mamá y su papá; yo me lo encontré y él quiso escurrirse de su cochecito para treparse a mi “upa” y transitar la feria los dos así. Estuvo bueno. Ayer estuve muchas horas cerca del dolor y comprobé que a mí el dolor de los otros me duele. Menos que a ellos, claro, pero me duele en extensión: quiero hacer cosas para que no exista y no se me olvida este deseo. Hoy desayuné un café con leche y dos tostadas con mermelada de frutilla y me pareció un manjar porque hacía como 18 horas que no tomaba ni agua. Ayer me sorprendió una tormenta en un lugar muy feo de Montevideo, a una hora inadecuada y sin taxis. Comprobé algunas cosas: que es difícil encontrar un taxi con el celular cuando es de madrugada y el cielo se descerraja (o dispara a quemarropa) en una tormenta. Que es abrazadora la compañía del que se tiene al lad...