Las botas de siete leguas
Hoy en la feria me encontré a mi nieto, a quien no veía hace una semana, él venía en su cochecito cargado de bolsas con frutas y verduras, venía con su mamá y su papá; yo me lo encontré y él quiso escurrirse de su cochecito para treparse a mi “upa” y transitar la feria los dos así. Estuvo bueno.
Ayer estuve muchas horas cerca del dolor y comprobé que a mí el dolor de los otros me duele. Menos que a ellos, claro, pero me duele en extensión: quiero hacer cosas para que no exista y no se me olvida este deseo.
Hoy desayuné un café con leche y dos tostadas con mermelada de frutilla y me pareció un manjar porque hacía como 18 horas que no tomaba ni agua.
Ayer me sorprendió una tormenta en un lugar muy feo de Montevideo, a una hora inadecuada y sin taxis. Comprobé algunas cosas: que es difícil encontrar un taxi con el celular cuando es de madrugada y el cielo se descerraja (o dispara a quemarropa) en una tormenta. Que es abrazadora la compañía del que se tiene al lado. Que cuando se llega al lugar de pertenencia, el alma vuelve al cuerpo y entonces te viene un sueño profundo. Preocupado pero profundo de cansancio, de experiencias y de entendederas.
Ayer mi hija me llamó muchas veces por teléfono, yo la llamé a ella igual cantidad de veces. Yo la molesté a ella que estaba trabajando, ella me molestó a mí que estaba en situación complicada. Un par de veces ella me dijo que me amaba y yo le dije que yo más que también porque primero…y en ese desorden de llamadas inapropiadas es que está presente el amor que no tiene fin.
Hoy valoro en sus justos términos un abrazo y dos palabras de dos que se aman a las 4 de la mañana, mojados y desamparados en algún lugar lleno de gente que los quiere pero está ausente, un lugar que los deja tan solos. Tan solos ellos dos y tan acompañados.
Ayer hice un paseo maravilloso y disfruté la vida. El mismo día y a otra hora me sentí una piltrafa y tuve un montón de miedo. Hoy es otro día y me siento igual que ayer pero más cobijada.
Hoy estoy cansada y el cansacio no se me va ir porque duerma la siesta. Ayer hubiera dado una semana de mi vida por mi cama y mi almohada.
Hoy no llueve y ayer llovía mucho. Pero hoy igual siento la lluvia. Adentro.
"Niquetalvez”, es seguro: me tengo que comprar botas de lluvia.
Con botas la vida es mejor. A veces, pueden llegar a ser de siete leguas.
Tenés que tener las botas. Bien calzadas.
Tenés que saber que las siete leguas, las transitás vos. Es fácil. Simple. Sabelo. Todo lo que pasa, todo lo que se desenreda, sos vos. Y tus botas que te guían.
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