"Esta puta, vieja y fría"
El fin de la vida, ¿quién lo decreta? ¿La muerte que le gana a la vida en una partida de truco? ¿La vida que de golpe se agota y se baja, de puro cansada?
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Digo el de las vidas que no era probable que se acabaran de un momento para el otro. Ese fin de la vida parece un decretazo de alguien, parece que alguna mano señaló el fin. Es como un hachazo. El hacha está presente en el tajo, el tajo es el fin, pero hay una mano que la impulsó. Parece imposible que algún ser o entidad no haya influido en una decisión tan abrupta.
¿Quién decreta el fin? No es que me importe encontrar un culpable. Tanto da… igual, el desenlace es el mismo. El desenlace es la muerte que acaba con todo. Lo doloroso es eso.
Pero siempre hay un “pero” reflexivo. Ese impulso que cortó esa vida que todos sabíamos joven y fuerte…en ese impulso, algo está diciendo. Nos anima a pensar en nosotros mismos y en nuestras propias vidas. Nos manda un mensaje directo que no lo ve el que no quiere: “dejate de joder con huevadas, aprovechá mientras estás y disfrutá lo más que puedas”. Carpe diem, nos dice.
Es un mensaje absolutamente egoísta. Es un mensaje que nos dirige a mirarnos a nosotros mismos y lo que tenemos. A valorar el ombligo y la chacrita. Porque para hacer eso, para estar feliz y contento y disfrutar de cada instante, te tiene que importar tres carajos lo que les pasa a los otros. El otro. El que está afuera. El que está afuera de tu casa o más difícil aún, el que no conocés. Al que no le viste le cara ni le oíste la voz.
Eso está diciendo la mano que impulsa el hacha.
"No te pongas nervioso, no te estreses, no te preocupes, no te comprometas, no te dejes presionar. Disfrutá. Viví. Aprovechá. Fortalecéte en lo que tenés. Tenés una vida sola. No te olvides. Hacé la tuya".
Pues andate a la misma mierda. A vos te lo digo, vida. Andate a la misma mierda.
Me voy a seguir estresando, desvelando, preocupando, comprometiendo. Voy a seguir leyendo, escuchando radio, siendo parte de problemas que no son los míos como si lo fueran.
También voy a seguir dando lo que no tengo por la gente que amo, por mi familia y por mis amigos, aunque esté cansada. Aunque me cueste un huevo todos los días.
Te podés ir a la misma mierda.
No me vas a convencer. No voy a dejar de sentir, de comer, de beber, de desvelarme, de tomar Actron para la jaqueca, de llorar lágrimas que no me corresponden para asegurarme un mísero lugar en la vejez de este mundo de porquería que me tocó en suerte.
Te podés ir a la misma mierda.
Voy a seguir pensando lo que pienso y voy a seguir haciendo lo que creo que está bien, aunque mañana me muera. Y me muera con la duda de saber quién carajo le dio impulso al hacha.
Lo que sí sé, es que hoy te lo dejé por escrito, boluda (muerte o vida, cómo te llames… mirá qué cosa, las dos de género femenino).
Lo dejé de testimonio y los cuatro gatos locos que me dan bola y me leen van a decir: “hizo bien…dijo y escribió, otra vez, lo que quiso”.
Matate, tarada. Voy a seguir siendo quien soy.
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