¡Y sí...retruco, 2015!
Casi se terminó el 2014. Vamos por el cliché: ¡cómo pasa el tiempo, que lo tiró!
Ayer llevé a mis nietos, por primera vez, a ambos, a un cumpleaños. O sea, les explico, mis nietos han pasado de ser unos babies, a la categoría “niña y niño grandes” con quienes se puede ir a un sitio sin otra compañía que esta dedicada abu y sin una valija de auxilio llena de pañales, mamaderas, Perifar líquido por si acaso, papillas asqueantes en tuppers ídem y otros primores.
Julieta llegó a mi casa en el auto de su otra abu, a las 6 de la tarde, tal como fuera acordado,“dressing” un vestido rosa pálido que no se podía creer, sandalias al tono, cartera de pielcita de Peppa Pig (séh, al tono, oppio) y lentes de sol (puestos...un día gris como los usuales) de Kitty. De catálogo ella.
Garroneamos a la abue “manejadora” y nos fuimos a buscar a Lucas. Muy fachero él: jean, championcitos Nike con luces, remera roja de Spider-man, quétepasa.
Ahí tomamos un taxi hasta el lugar del cumpleaños. Me atomizaron hablando. ¡Lo que hablan esos nenes! Ya me daban ganas de volver, mirá!
Llegados que estuvimos en el cumple, saludamos como correspondía y nos ubicamos.
Más o menos 15 minutos estuvieron tímidos y como había mesas bajitas y en medio de ellas, bandejas con papas chip y vasitos con coca-cola, se entretuvieron lindo y tuve la suerte de poder cruzar algunas palabras con gente adulta como una.
Después de esos 15 minutos, “la virada comenzó”, como dijo aquel.
Agarraron viento en la camiseta. El vestido de Julieta era un despropósito cuando el divertimento principal era tirarse de una montañita de pasto, así que tuve el gusto de ponerle un jean y una camiseta que la madre pensante, había metido en la cartera de Peppa Pig.
Se tiraron 250 mil veces. Y yo corriendo, de abajo para arriba y de arriba para abajo. Por suerte fui de chatitas: soy sabia.
El resto del tiempo fue: Juli saltar en el castillo inflable, previa sacada de las sandalias, unos 3 minutos cada vez y después vuelta a calzarla (hasta que me cansé!), Lucas que lo único que quería era tirarse por la montañita de pasto, pero también acompañar a Juli en el castillo pero entrar él no porque…no sé, ¡porque no!.
Juli que quería globos y los explotaba al toque, Lucas que lloraba porque los globos y las explosiones le dan miedo. Juli que quería pichi y la llevaba al baño, Lucas que me tiraba la cerveza que nunca llegué a probar creo. Y todo así. Disfrutamos, ponele, in “our way”.
Cuando ya no pude más dije: “bueno, nos vamos!”. Juli dijo que no, Lucas dijo que “sííí nos vamos a la casa de Cocó!”.
Juli se quiso llevar dos globos, más la bolsa de sorpresitas. Lucas quería que lo tuviera de la mano, pero lejos de los globos y también tenía su bolsa de sorpresitas.
Yo, como pude, los tenía de la mano, mientras me colgaba mi cartera, la cartera de Peppa Pig de Juli, la bolsa de papel que había llevado Lu con un vasito y el Hombre Araña y no sé qué más, más los niños, más los globos de Juli, más las dos bolsas de las sorpresitas, más una plantita que era mi souvenir.
Todo divino. Easy-taxi nunca pintó pero unos amigos de la vida me rescataron y me trajeron hasta casa, con todos los bártulos, los niños y la conversación inacabable de Juli durante todo el trayecto.
Cuando llegué a casa, estaba en estado de catalepsia. Ellos: intocados, como pá arrancar. Pero bueno, estaba el Tata Charly para bancar el rato hasta que los vinieran a buscar. Sacaron las sorpresitas: había burbujeros, hicieron pompitas, el piso agradecido de jabón…un aguazo y hubiera quedado reluciente.
¿De qué va esta larga anécdota? Primero que nada, para no olvidarme de lo que soy capaz.
Segundo que nada: es la toma de conciencia del paso del tiempo y de todo lo que me queda por vivir y experimentar con estas dos personitas que pasaron a ser desde que aparecieron en mi vida: el norte, el sur, el este y el oeste.
Y una moraleja: pasa el tiempo, te hacés grande, te cansás más, tomás más analgésicos pero si le ponés ganas y onda a la vida, te sorprendés a diario de cuánto crecen tus afectos y de cuánto los necesitás para ser feliz y también, por qué no, de cuánto te necesitan ellos/as para vivir cosas juntos, para compartirlas, para aprender, para sacar esa foto que dentro de 20 años a todos los que estén y las rescaten, les nublen la vista.
La vida es una fiesta, es una eterna fiesta de cumpleaños. Créanme. Lo único que hace falta es estar bien (que no es poco) y decir “quiero y retruco”.
Véngase el 2015 y todo lo que tengo por delante para vivir con estos dos. Puedo. Quiero. Retruco.
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