Mujeres, zapatos y circunstancias

Esa mujer que sos vos y soy yo sale a la calle cada día a enfrentar su vida como puede.

A cada quien le toca en suerte su historia. Vos saliste favorecida en el sorteo con una familia, una casa, una clase social, una educación, un trabajo, un amor, hasta una genética. Y a la de enfrente le tocó otro contexto llenito de  privaciones, discriminación, empleos mal pagos, engaños y desamor. Crecen y se desarrollan como pueden, en el ninguneo absoluto y sin anestesia. Es una rifa.

Todas sin embargo, son pares en algunas circunstancias.

Se ponen al hombro su vida y la de algunos otros que le tocaron en la bolada.

Se desvelan por sus hijos o por lo que sea que se parezca a un hijo, en tanto amor y entrega.

Temen el paso del tiempo y se asustan de sus arrugas.

Todas van a la peluquería si hay con qué y si no hay, se buscan una amiga piola que les hace una Koleston que compraron en la farmacia.

Disfrutan de la amistad como si se estuviera acabando el mundo.

Viven sus amores con pasión. A veces salen golpeadas. Otras veces, ni siquiera salen vivas.

Se desquician de incomodidad pero calzan esos zapatos.

Les encanta el chocolate. Ese que la dieta les prohibe. Ese que no alcanzan porque, aún siendo flacas, mucho más flaca es la billetera.

Lloran en las fiestas de la escuela de sus hijos, nietos, sobrinos, ahijados o vecinos; mientras la platea masculina mira el reloj rogando que falte menos.

Son utópicas, apasionadas, locas son. Y se esmeran para serlo.

Entiéndase que algunas se apasionan por hacer una torta de limón para acompañar la merienda y otras por terminar una tesis que deje a la comunidad académica de boca abierta. No importa el qué: es la misma pasión desenfrenada.

Esas mujeres de las que hablo son artistas, científicas, maestras, limpiadoras, desempleadas, feriantes, secretarias, contadoras, carniceras, ingenieras, bibliotecólogas, abuelas o hacen malabares en un semáforo. Lo que sea. Igual no estaría importando, para el caso, a qué coño se dedican. El caso es que se dedican. El caso es que casi siempre se dedican a más cosas de las que el cuerpo y el alma les deja.

Algunas pelean por sus derechos y los derechos de las otras. En realidad, son pocas las visibles. Incluso hay otras, muchas otras, que ni siquiera entienden lo que esas mujeres hacen.

Las que pelean, hacen caso omiso de la incomprensión y "dele darle para adelante". Las que no entienden para qué pelean esas mujeres “si el mundo es así y que le vas a hacer y cada cosa está en su lugar porque por algo será... qué se yo”; no terminan de darse cuenta que en realidad, ellas también la están peleando a diario y están haciendo lo mismo que las otras, en otros planos y con otro lenguaje. Todas, están a un paso. Aunque no lo vean tan nítido.

No es una cuestión de empeño, porque el empeño está siempre presente. Es una cuestión de ver para adelante y para atrás también. Ver el camino.

El camino de la igualdad y de los derechos para las mujeres todos los días del año, que cada 8 de marzo, algunas celebran con consignas y otras también conmemoran en la fábrica o en la casa, haciendo el café con leche para sus hijos y acercándose hasta el cuarto de la abuela para ver cómo pasó la noche. Aunque ni sepan que es 8 de marzo.

A la calle o dentro de sus casas, a pelearla, salen todas las mujeres, todos los días. Difieren los entornos, las locaciones, digamos.  Puede ser una marcha o  cruzar hasta el almacén, a lo loco y con esta facha.

Todavía hoy hay mujeres que piden permiso a su padre para estudiar ingeniería o a su novio para ponerse una calza porque no entendieron que hay derechos consagrados. Que ellas son.

Hay mujeres que se dieron cuenta antes que sus decisiones merecen respeto y van construyendo su vida sin reproducir desigualdades que vienen de lejos. Hay otras que las precedieron y lidiaron para que ellas tengan tan claro estos asuntos.

Y habrá pronto un día en la que todas se sientan incluidas, merecedoras del mismo respeto, dueñas absolutas de sus destinos intrínsecos. Enfocadas.

Puede que sea un 8 de marzo. Pero aún si fuera un 31 de julio, el festejo mujeril generalizado sería igualito.

Con el mismo amor que absolutamente todas nosotras sabemos regalar cada día. Cada una de nosotras, bien firmes y calzadas en nuestros propios zapatos.

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