Por si te da por cruzar
Si anuncíás que te vas a Buenos Aires lo que todo el mundo te dice es: “buenísimo, ¡con lo barato que está!”. Lo segundo que te dicen es: “ojalá que la vieja que es peor que el tuerto te deje entrar! Está tan ofendida!”.
Bueno, vamos desmistificando...
Buenos Aires no está barata, pero en los avatares de las economías rioplatenses, a nosotros nos favorece el cambio, indudablemente. Y sí que se puede comprar mucho. Si es el leitmotiv de tu viaje: mandáte. Y ni te toques con llevar dólares y andar cambiando en cualquier tugurio, cambiá por argentinos acá nomás en el cambio dela esquina, que encima que en pizarra está a 3, te lo dejan a 2.65. Una papita.
Eso sí, la inflación por allá es evidente: de barato, nada. Un sólo ejemplo: el año pasado en mayo el pasaje del bus turístico estaba a $ 90 argentinos, lo que representaba $ 450 de los nuestros. Ahora está $ 150 (aumentó un poquitín, eh?) pero nos cuesta menos, serían $ 397. Y así todo.
Aún tomando en cuenta que para dos personas, casi 800 mangos en dos boletos no es moco de pavo, vale la pena el viaje y el paseo todo. Compráte dos pilchas menos y salí a ver Buenos Aires –gigante y fantástica- en el bus de dos pisos y desde allá arriba vas a descubrir otra ciudad, aunque hayas ido chiquicientasmil veces. Precioso paseo. Eso sí: lleva abrigo que allá alto sopla y sopla y de tardecita se pone salado.
El otro tema, o sea los dichos de nuestro presi, parece que o ya pasaron de moda lo cual es lógico a juzgar por el ritmo vertiginoso que tiene la vida por aquellos lares, o hay otras cosas que importan más. Que a los argentinos les importan más, digo.
En cada taxi, en cada boliche, en cada lugar que entrás y que les da el tiempo para sacar que sos yorugua, el tema es el dólar. “¿Y allá cuánto está el dólar?”, “ah, ¡pero es una cosa de locos!”, “¡no te lo puedo creer!” o “¿y a cuánto cambiaron?” o “¿ustedes están con la misma inflación que nosotros?”. Así es. En cada argentino hay un economista en potencia (o potenciado, no sé). Tal cual. Les cambiás de tema y les tirás: “pero qué bueno lo de las bici sendas, che”. Y te dicen: “seh, nah...más o menos, son muy anchas, vos lo decís porque no tenés que estar acá arriba manejando todo el día...pero me dejás helado con lo del dólar, te juro”. Y buéh. Se ve que es un tema sentido.
Lo otro que pasó de moda es el Papa Pancho. Ni mención. Fue. Quedan algunas banderitas amarillas y blancas, acompañadas por banderitas argentinas, modestas, delicadas, pequeñas en algunos balcones de los edificios de la Gral. Paz.Y nothing more. Te pasó el cuarto de hora, Panchis. Igual te queremos.
¡Y todo ello habiendo yo retornado el domingo 14 a las 19.30, previo al Lanata- talk show con la ruta del dinero, el lavado, el blanqueo y la tintorería con Laverap incluido! Puedo inferir que por estas horas “arde la ciudad” y bullen de opiniones los teóricos callejeros de la macro y microeconomía!
Así las cosas che. Divina como siempre Buenos Aires. Dinámica, acelerada, incontenible, desvelada, diversa y ecléctica en todos sus aspectos. En algunos sitios y momentos, casi enajenada y hasta deshumanizada. En otros, amistosa, armoniosa y grata.
Barata o cara. Con Florida y la 9 de julio desarmadas (oh, Macri!) o lustrosas de bellas que seguramente quedarán. Con dólar negro que se llama blue o con el dólar verdolaga que todos conocemos. Siempre espléndida y para gozar Buenos Aires, la gran vecina radicalmente urbanizada que no terminamos nunca de disfrutar con nuestra mirada un poquitín provinciana.
Aprovechen la favorable coyuntura y ¡cruzen! ¡Nos sale bastante barato! Yo por ejemplo, paseé de lo lindo, comí y bebí cual sibarita y modestamente me compré dos libros y un par de botas.
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