Aquel inolvidable 25 de setiembre de 1983

El 25 de setiembre de 1983 yo estaba muy embarazada, como por parir estaba.

Me desperté pletórica, liviana… y me puse a limpiar. Me acuerdo que estaba encerando el piso — lo que nunca—  y que me había dado por encerar hasta debajo de la cama, tarea difícil con aquella panza y tomando en cuenta que nomás engordé 21 kilos en el embarazo. Como de costado estaba tirada en el piso para llegar a todos los rincones, ¿me entendés? Pero es que ¡me sentía de bien!, livianita estaba, rarísimo.

Era el día de la marcha de la ASCEEP FEUU. Y después había caceroleada… para conmemorar la primera caceroleada, que había sido el 25 de agosto.

“Vos a la marcha, con esa panza, no vas”, me dijeron.

“No voy”, dije seria. “Igual tengo que ir a la Española (casualmente en Bulevar Artigas por donde va la marcha jiji) a conocer el bebé de XX y XX” Los XX eran unos amigos que habían sido padres hacía dos días.

Me fui a la Española en un 141, sola, tranqui, modosita. Me acuerdo que las enfermeras me hacían bromas: “¡ah, vos estás para quedarte acá! ¡Vení que te aprontamos una cama!”. Yo, jua, jua…”naaah, me faltan como 15 días”.

Divino el bebito, los padres chochos. Besos, abrazos, relatos: me fui.

A la marcha me fui.

Sola, obviamente. Y esta es la primera vez que lo digo en público.

Escondida, tratando de pasar inadvertida (qué inocente, con aquella humanidad que tenía encima) entre la multitud, para no encontrarme con…y con…y con…buéh, con todos esos y esas, los "cuida" de mi vida.

Y caminé un montón de cuadras, hacía bastante calorcito, me acuerdo.

Cada vez me sentía más liviana. Entre la gente, con aquella panza. Las miradas de lástima a mi alrededor, de eso sí que me acuerdo...lo juro.

Y antes de llegar al Franzini, me dieron como unos tironcitos.

Un poco como que me asusté. Así que arranqué a caminar para el lado de Rivera, para tomar un ómnibus. Porque en el '83 yo plata para taxi me parece que no tenía.

Y me fui para la casa de mis amigos, Susana y Luis, en Malvín.

Cuando llegué, se me habían pasado los tironcitos, recontenta yo y mi súper panza.

Ahí nos juntamos con más amigos. Todos locos de la vida comentando la marcha, la multitud. Yo, como prestando atención, porque obvio, quería las novedades, yo era la única que no había ido a la marcha, ¿me seguís?

Unos mates, muchos comentarios y se hicieron las 9 de la noche.

Para la calle todos: a cacerolear. Pam pum plaf pluf requetepampumplafpluf. Meta cacerola y cucharón galopante.

Todos contentos. Yo también. La panza, a los saltos. Y los tironcitos estos de tanto en tanto…”che, qué raro”, pensaba yo, pero ni palabra, obvio.

De pronto una sensación rara…y…”o me tiraron una bombita de agua, o me hice pichi, o rompí la bolsa, qué momento”…todo eso pensé, tampoco dije nada, no era cuestión de andar alarmando gente y desarmando la cacelorada de la calle Verdi que estaba de los más participativa.

Dije “voy al baño y vuelvo” y jamás volví.

Subí al apartamento y estaba la madre de mi amiga Susana que me miró, abrió los ojos grandes grandes y me dijo: “bueno, ya está, ahí tenés…rompiste la bolsa…tranquila..tranquila, estoy acá contigo, estamos todos, vos tranquila”.

Susana ya venía atrás mío, subiendo, me parece que se dio cuenta. Jua.

Y yo muy tranquila no me quedé, pero me sentí muy apoyada.

Después sigue la historia, pero para el caso, no cuenta.

Lo importante es que al rato, unas 6 horas después, más/menos, nació Camilo.

En el Casmu, de parto normal, en la madrugada siguiente a un día muy especial.

Nació Camilo.

Entre marchas y caceroleadas, parí a mi hijo.

Hace 30 años dentro de dos días.

No sé…me parece una buena anécdota, digna de ser dicha y contada. Yo siempre tuve la sensación y no por agrandarme…que de alguna manera, parí a dos: a mi hijo, ¡¡primero y fundamentalísimo!!! y un poco también capaz que parí a la democracia…aquella primavera del 83. Inolvidable ella, por dónde se la mire.