Un lugar preciso para cada recuerdo

Yo tengo una cajita que más bien es un “baulito” lleno de recuerdos.
Me la regaló Charly para un cumpleaños. Él es así. A veces me regala cosas necesarias para la vida, como ser un par de championes y otras veces… también. O sea, él ve que es una estupidez lo que me está regalando, pero que a mí me hace falta. No porque yo sea estúpida. Sino más bien que el tipo hace años que me entiende el alma.
Yo soy muy requechera. No paro de juntar y guardar. A mí me gusta preservar la memoria y me creo (tonta yo) que algún día que yo no esté por acá, a alguien se le va a alegrar la vida recorriendo mis recuerdos, que son de ellos (los investigadores) y míos y de otros, que ellos (nuevamente, los investigadores) no saben ni de su peregrina existencia.
Así que hace años que tengo ese bello baulito, el de la foto, en algún lugar de mi sagrado, propio e inviolable escritorio, llenito de porquerías que para mí son tesoros.
En la rutina, casi no me acuerdo del baulito, pero bueno…a veces lo abro, para mandar a guardar alguna cosa.
El caso es que esta mañana lo abrí y ví que no daba más de lleno…el pobre.
Y encontré dos o tres posibilidades: la primera, comprar otro. No ha lugar. Digo…no hay lugar acá en mi casa.
La segunda: algo habrá acá adentro para tirar porque fui guardando sin el menor criterio.
La tercera: capaz no tiro nada pero está bueno para domingo de mañana, mate mediante, revisar y ver-qué-pasa.
Y fue un hallazgo. Porque es lo que tienen esos lugares donde uno tira lo que requecha, son como la caja de Pandora, pero más valiosa porque no es de Pandora, es de una, me seguís?
Descubrí por ejemplo que mi hija Valentina me dibujó hasta de perfil. Y me escribió tanta incoherencia y tanto amor como el que hoy mismo sé que es capaz de tirar en un papel si alguien le dice “ya mismo, le decís/dibujás algo a tu madre”. Es Valentina. Fiu.
Que Camilo, mi hijo Camilo digo, fue más discreto y humilde que su hermana; pero que cuando “dijo”…mamitaquelotiró al pibe. Fiu.
Descubrí que se está evaporando la imagen de un banderín en el que Camilo incursionó con dactilopintura en el jardín “El Globo Rojo” cuando tenía dos años. Y decidí que no me importa, que lo guardaré por siempre aunque sólo sea una mancha.
Encontré la credencial de mi viejo, la única. Y me imaginé su voto sin errar.
También encontré una cédula de él en la que tenía 50 años y somos tan idénticos él y yo hoy, como siempre y cada día.
Aparecieron todas las cartas y dibujitos de Charly para mí y no pienso comentar al respecto ni una palabra. Por ahora, siguen siendo sólo nuestros-de-nosotros-dos.
Emergió un papel impreso en computadora con la receta de una “torta rápida” que me regaló hace quinientos años Anahí Arredondo. Me explico: la torta me la trajo y me la comí. La receta me la entregó impresa a ver si en algún momento de la vida yo encaraba. Grossa. La torta, la receta, ella.
Se apersonó un brazalete de plástico que tenía Julieta puesto con su nombre el día que nació. Y la pinza del cordón umbilical de Camilo, el papá de Julieta.
Y el papel satinado con la cara de Luquitas, en la eco que me tuvo presente, cuando faltaban todavía 4 meses para tenerlo en el mundo.
Se manifestó la foto en la guardería de una amiga del alma que ya no me quiere más pero que yo sí quiero, cada día y acá se queda su foto en la guardería…y en mi vida siempre.
Afloraron las entradas y programas de los espectáculos y conciertos.
Y los dejé en el baulito mío, porque son vida, recuerdo, placer del arte que los artistas dan y yo disfruté y disfruto como loca.
Emergieron fotos instantáneas, que por algo no son parte de los álbumes que están ordenados. Son otra cosa, son rutina que fueron, mi misma rutina.
Y servilletas. Y un prendedor de mi abuela Carmen. Y las llaves de su casa. Y mi carné de estudiante y mi carné de la ACJ de los 80. Y la cartita de mi mamá de cuando cumplí 40. Y la cartita, de ella para mí, cuando cumplí 50. Y las postales que me mandaron cuando no existían las computadoras.
Y la vida misma.
Ahí guardada en el baulito, que me regaló Charly, que ha entendido cuán importante es tener un lugar donde guardar lo que a una…un día cualquiera…se le antoja abrir para: desprenderse y hacerse la canchera, o para guardar porque hay motivos, o para exhibir ante quien sea: aún in absentia.

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