Amor y paz en diciembre
En diciembre casi siempre hace mucho calor, pero a veces hay 15 grados, así de una, y pasás frío porque pensaste que es diciembre y no trajiste un saquito. Los jazmines están a 50 pesos, los míseros tres, y te da indignación porque no querés tres, querés un montón. La calle está llena de gente llena de paquetes y vos no entendés cómo compran tanto porque vos no comprás ni jazmines a 50 porque no cobraste el aguinaldo. Y te acucia el tema de los regalos, qué comprar, con qué plata, qué les gusta, qué que ya no hayas regalado y de nuevo con qué plata.
En diciembre hace mucho calor en la oficina y tenés más trabajo que en julio. El ventilador mueve aire caliente de un lado al otro y logra, eso sí, desparramar papeles por el piso cada dos minutos que diligentemente vas y levantás, vas y levantás…mientras en casa, el aire acondicionado, llora solo de aburrimiento.
En diciembre querés ir a la playa porque brilla el sol y hay 28 grados, pero no, hay que laburar, hay que andar en el centro, hay que hacer colas en el cajero automático y dos colas más en el receptor de depósitos –una para depositar efectivo sin sobre y otra para depositar cheque con sobre, todo muy lógico, claro- hay que comprar regalitos, ojo, no te olvides de los regalitos, hay que andar en ómnibus llenos, si es que andan y eso es una bendición del cielo; y hay que no encontrar un taxi jamás nunca; pero en enero no, en enero te vas de vacaciones y seguro refresca, hay viento y trajiste demasiadas musculosas en la valija y un mísero cangurito de algodón que te tiene podrida de tanto ponértelo.
En diciembre se funde Raincoop y hacen paro de transporte de 24 horas y te la tomás con calma, te ponés los championes, te caminás todo y llegás a las mil a tu casa, puteando a Raincoop, al paro, a diciembre y a los championes.
En diciembre te tenés que reunir con todo el mundo, como si fuera muy distinto reunirse el 20 de enero, pero no, tiene que ser antes del 23 de diciembre y si decís “no puedo” estás de viva y te hacés la importante.
En diciembre los nenes terminan la escuela y parece que se hubieran recibido de ingenieros electrónicos de tantos eventos, a los que claro que tenés que tratar de ir: al día de la familia, a la entrega de carpetas, a la última clase de piscina y a la fiesta de fin de año. Si no fuera porque tenés tanto trabajo, pero claro, si decís eso…¿quién te va a creer? ¡Si es diciembre! A algunas vas y a otras no, porque los clones están más caros que los jazmines, obvio. Y vas y sacás fotos. Y salen horribles las fotos, ni una rescatás, porque no te acordaste de la cámara, sacaste con el celular, y ni miraste la configuración, estás al rayo del sol de diciembre y la camarita quedó con flash de la despedida de anoche, si en el mejor de los casos te avivaste y no estaba en modo selfie. Un desastre.
Diciembre está formateado para que te agotes y para que reces pidiendo que el martirio se termine. Pero no, no se termina. Es una conspiración. Porque a fin de mes, en diciembre, es Nochebuena, Navidad, Fin de año y Año nuevo. Falta arreglar con quién pasa quién y cómo, si se queda fulano/a y dónde va a dormir. Si habrá algún taxi en la calle y podrá volver a su hogar o si se quedará tipo el arbolito de Navidad, hasta fines de enero, arriba de la mesita ratona del living.
Yo qué sé…cada año que pasa, cada diciembre que transcurrís, estás más cerca de ser el Michael Douglas de “Un día de furia” y salir a la calle a exterminar sujetos y sujetas molestos y molestas. Pero no, respirás hondo, tomás un café, una pastilla de Pharmaton, salís a la calle a encarar el día y más tarde la noche, pasás calor, comprás regalos, cumplís con cada cosa pendiente en la oficina y después durante la despedida que toque, ponés cara de contenta, o de poker que siendo diciembre es casi lo mismo, y chin chin salud, qué rico todo, vamos que se puede, llegados hasta aquí, falta nada y estaremos de vacaciones.
Será enero, que es otra cosa. Capaz llueve, tá, es re lindo mirar llover sobre el océano, quétepasa, de musculosa y con la única camperita de algódón que tuviste a bien meter en la valija porque “mismo que está fresco, che, quelotiró, con lo lindo que estaba en diciembre!”.
En diciembre hace mucho calor en la oficina y tenés más trabajo que en julio. El ventilador mueve aire caliente de un lado al otro y logra, eso sí, desparramar papeles por el piso cada dos minutos que diligentemente vas y levantás, vas y levantás…mientras en casa, el aire acondicionado, llora solo de aburrimiento.
En diciembre querés ir a la playa porque brilla el sol y hay 28 grados, pero no, hay que laburar, hay que andar en el centro, hay que hacer colas en el cajero automático y dos colas más en el receptor de depósitos –una para depositar efectivo sin sobre y otra para depositar cheque con sobre, todo muy lógico, claro- hay que comprar regalitos, ojo, no te olvides de los regalitos, hay que andar en ómnibus llenos, si es que andan y eso es una bendición del cielo; y hay que no encontrar un taxi jamás nunca; pero en enero no, en enero te vas de vacaciones y seguro refresca, hay viento y trajiste demasiadas musculosas en la valija y un mísero cangurito de algodón que te tiene podrida de tanto ponértelo.
En diciembre se funde Raincoop y hacen paro de transporte de 24 horas y te la tomás con calma, te ponés los championes, te caminás todo y llegás a las mil a tu casa, puteando a Raincoop, al paro, a diciembre y a los championes.
En diciembre te tenés que reunir con todo el mundo, como si fuera muy distinto reunirse el 20 de enero, pero no, tiene que ser antes del 23 de diciembre y si decís “no puedo” estás de viva y te hacés la importante.
En diciembre los nenes terminan la escuela y parece que se hubieran recibido de ingenieros electrónicos de tantos eventos, a los que claro que tenés que tratar de ir: al día de la familia, a la entrega de carpetas, a la última clase de piscina y a la fiesta de fin de año. Si no fuera porque tenés tanto trabajo, pero claro, si decís eso…¿quién te va a creer? ¡Si es diciembre! A algunas vas y a otras no, porque los clones están más caros que los jazmines, obvio. Y vas y sacás fotos. Y salen horribles las fotos, ni una rescatás, porque no te acordaste de la cámara, sacaste con el celular, y ni miraste la configuración, estás al rayo del sol de diciembre y la camarita quedó con flash de la despedida de anoche, si en el mejor de los casos te avivaste y no estaba en modo selfie. Un desastre.
Diciembre está formateado para que te agotes y para que reces pidiendo que el martirio se termine. Pero no, no se termina. Es una conspiración. Porque a fin de mes, en diciembre, es Nochebuena, Navidad, Fin de año y Año nuevo. Falta arreglar con quién pasa quién y cómo, si se queda fulano/a y dónde va a dormir. Si habrá algún taxi en la calle y podrá volver a su hogar o si se quedará tipo el arbolito de Navidad, hasta fines de enero, arriba de la mesita ratona del living.
Yo qué sé…cada año que pasa, cada diciembre que transcurrís, estás más cerca de ser el Michael Douglas de “Un día de furia” y salir a la calle a exterminar sujetos y sujetas molestos y molestas. Pero no, respirás hondo, tomás un café, una pastilla de Pharmaton, salís a la calle a encarar el día y más tarde la noche, pasás calor, comprás regalos, cumplís con cada cosa pendiente en la oficina y después durante la despedida que toque, ponés cara de contenta, o de poker que siendo diciembre es casi lo mismo, y chin chin salud, qué rico todo, vamos que se puede, llegados hasta aquí, falta nada y estaremos de vacaciones.
Será enero, que es otra cosa. Capaz llueve, tá, es re lindo mirar llover sobre el océano, quétepasa, de musculosa y con la única camperita de algódón que tuviste a bien meter en la valija porque “mismo que está fresco, che, quelotiró, con lo lindo que estaba en diciembre!”.
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