Sálvese quien pueda
En las vacaciones de julio, Lucas fue a ver “Buscando a
Dori” con su papá y se durmió. Yo lo llevé a ver “La era del hielo” y me
torturó el camino entero hasta el cine, diciéndome: “no quiero ir, me voy a
dormir, mirá que agarro y me duermo, Cocó”.
En las vacaciones de julio, llevamos a Juli y a Lucas a ver
una obra de teatro en el Planetario que tenía como plus ver el Planetario
encendido. La obra era lamentable, el Planetario estuvo encendido no más de 2
minutos y encima en modo “semipenumbra”, o sea, no se veía ni entendía un pomo.
Igual nos divertimos, sobre todo los adultos, porque yo no paré de hacer
comentarios al tono de la obra. Los dos niños pasaron la obra invitándonos a
irnos a jugar afuera, al Parque de la Amistad. Así de buena era la obra.
En las vacaciones de julio, fui con los dos niños a la
Ciudad de los chicos. Cuando llegaron les dieron plata, en vez de “pesos”, se
llaman “chiquis”. En cada lugar que iban a entrar, tenían que decidir si iban a
comprar o a trabajar. Caso que trabajaras, generabas más “chiquis” para gastar
en otros lados. En la puerta del supermercado le preguntaron a Julieta: “vos
querés trabajar o comprar?”. Dijo: “trabajar no! yo sólo quiero comprar!”. Y
arrancó carro en mano a vaciar las góndolas. Digna nieta de su abuela.
En las vacaciones de julio, ir a comer a Mc Donalds, es una
empresa para valientes. Mis nietos son valientes. Y con tal de acceder a los
juguetitos de “La era del hielo” bancaron cualquier cosa, hasta el pisoteo.
Finalmente, se quedaron en una mesa los dos solitos esperando que yo hiciera lo
imposible por las cajitas felices y ni se quejaron ni nada. Yo maté a unos
cuantos y lo logré. Felices todos, como las cajitas.
En las vacaciones de julio, una va por la vida con los
nietos, las camperas de los nietos, las bufandas de los nietos, los gorros de
los nietos, las mochilas de los nietos y la propia, mientras que los padres de
los nietos de una, mandan whatsapp preguntando como está todo y de ser posible
“mandá fotitos che”. Una no aprendió a teclear con los dientes todavía, pero va
a tomar un curso a la brevedad.
En las vacaciones de julio, te agarra la lluvia con los
nenes por la calle. Llamar un Uber no da, porque tenés tantas manos como nietos.
Taxis no existen. Así que te mojás con los nenes hasta la parada y cuando a los
tirones podés subir a un ómnibus, los nenes se dan cuenta que tenés los lentes
llenos de gotitas y te cantan a viva voz y a duo: “no ve nada! No ve nada!”.
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