Los migrantes...este fenómeno que nos pasa.

Hoy una amiga me pasó un video por Whatsapp sobre niños y niñas inmigrantes.

Son niñas y niños, de la misma edad que mis nietos que vinieron de distintos lugares a vivir a Uruguay. De Cuba, de Angola, de República Dominicana, de Venezuela, de Perú. 

El video plasma sus testimonios, sus palabras y sus gestos diciéndonos muchas cosas al mundo adulto, tantas… que me pareció que valía la pena reforzar en unas letras este nuevo fenómeno que nos está pasando.

Atrás de cada cara, de cada sonrisa, de sus palabras, está su historia. Está lo que traen consigo en su memoria y en sus genes. Está presente lo que tienen para enseñarnos y para compartir y está el ansia de ser parte de este nuevo lugar, de aprender, de construirse ciudadanos uruguayos. Está su esfuerzo para hacerse entender en su español chapuceado de niño y niña. Están sus túnicas blancas y sus moñas azules, en un salón de clases, junto con todos los niños uruguayos. 

Y son como mis nietos. Son los mismos niños porque son todos los niños que siempre brillan con esa luz que sólo ellos tienen.

Cuentan porqué están aquí, cuentan cuándo hacen que llegaron, cuentan que están contentos y que les gusta su escuela y sus nuevos amigos. 

Cada uno de esos niños y niñas ha vivido momentos que ni siquiera podemos imaginarnos, cada uno de esos niños y niñas ha perdido casi todo, ha sido desarraigado, ha hecho un esfuerzo por no llorar y por adaptarse, se ha sentido solo o sola, ha extrañado su casa o una parte de su familia que quedó lejos, ha sentido nostalgia, se ha preguntado por qué a ellos y ellas le ha pasado esta cosa tan rara de emigrar, de tener que vivir de buenas a primeras en otro país tan diferente y tan lejos del propio.

Integrar a esos niños y niñas, con el esfuerzo de sus padres, de sus maestras y buscar los espacios para que se sientan parte de nuestra sociedad es nuestra absoluta obligación. A esos niñas y niñas y a sus padres, los tenemos que acoger, que amparar.

De un momento igual, de ahí venimos y de ahí somos los uruguayos. De ese mismo lugar. Nuestros tatarabuelos también fueron inmigrantes y llegaron de pronto a una tierra yerma, que tuvieron el coraje de venir a poblar. También ellos se sintieron solos, también dejaron amores del otro lado del océano, también sufrieron y también les costó trabajo y sacrificio armar su vida en este pedacito de país al sur del sur, que los recibió, los acogió y les permitió crecer.

No tenemos el derecho de ser indiferentes a este fenómeno que hoy nos está aconteciendo. Es demasiado relevante como para permanecer indiferentes.

Quiero pensar en eso, en el “de dónde vinimos” y no en nuevos exilios. Porque esa es una palabra que pesa en el alma, es un sufrir ese recuerdo. Pero si acaso de nuevo hubiera que vivir en el exilio, por cualquier razón en la que no quiero ni siquiera reflexionar de tan dolorosa, así quisiera que se sintieran mis nietos: contenidos, apoyados, llenos de amor y de tolerancia. De puertas abiertas, para aprender con ellos y de ellos. 

Y sí, porqué no pensar también en que todos juntos podemos hacer crecer este país, al que le sobra tierra y espacio para albergar a la gente, y sí, porqué no, reflexionar si no es como dice la canción que usaron en el video, y entonces “esa es mi revolución”. 

O mejor aún que sea “nuestra revolución”. Todos juntos. Porque es tiempo de sanar las heridas del tiempo. Ah, y agrego (porque aplica) una frase que tengo bien anotada en mi libretita junta-palabras y es muy maravillosa: "bienvenido todo lo nuevo, porque no viene en lugar de nada, sino además de todo".

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