LECTORES y/o ESCRITORES

Suscribo a variados sitios en Internet. Sitios que tratan de arte, cultura o política, y otros no tan relevantes que involucran, por ejemplo, la receta de una máscara de belleza hecha de yogur y avena que jamás prepararé. Hay de todo en mi Hotmail, como en botica.
Algunas suscripciones son tan relevantes que cuando llegan sus “novedades” a mi bandeja de entrada, ahí se quedan, no se van nunca, porque con frecuencia regreso a ellas.
Hay una suscripción que me es muy útil y tengo en alta estima. Ellos no lo saben, pero yo sí.
Es la de “Libros en Red” (la recomiendo: http://www.librosenred.com/).
Su boletín me acerca novedades literarias, me regalan libros virtuales pero por sobre todas las cosas, sacan a luz un tema en cada contacto, que en mí actúa muchas veces como disparador. Disparador de qué…no sé bien…pero me provoca.
Esta vez el tema fue el por qué de la escritura, o mejor dicho por qué los escritores escriben o por qué cualquiera (como yo) un día se anima y se pone a escribir (y encima lo comparte, ¡atrevida!). Y me disparó dos cosas: escribir sobre el motivo de mi escritura y de paso (y porque en mi opinión, van juntas), sobre el motivo de la lectura.
Pensando con los dedos, como siempre, arranca nomás mi reflexión.
Primero que nada, copio y pego, algo impactante por su claridad irrefutable (desde mis entendederas, claro está…), que le pertenece a Soledad Puértolas, que es una escritora española… bueno, dice Soledad: "Las alegrías de la vida te desbordan. El dolor y la pérdida te superan y hunden. El tedio y la monotonía pueden resultar aniquiladores. Cuando escribo, estoy fuera de esa realidad”.
Exacto, ¡gracias Soledad! ¡Yo no lo habría podido expresar tan claro aunque lo hubiera pensado 10 años ininterrumpidos!
Es así…cuando me pongo a escribir, veo las cosas desde lejos, como si hubieran pasado hace mucho tiempo aunque no hayan transcurrido más de 20 minutos de ocurrido el hecho que estoy contando. Observo las cosas desde otro lugar, aunque esté siendo parte del asunto narrado, es como que estuviera viendo la película de lo que pasó y yo (protagonista) estoy afuera, mirándome a mí misma, como desde arriba, mirándome el gesto, la reacción, mirándome como si fuera otra y contando también, desde el lugar del otro, con la ironía y la crítica que otro, sin lugar a dudas, introduciría en la situación… ¿me explico? Más o menos… claro…ni ahí estoy de ser Soledad…
Cuando leo, es distinto pero se parece. Fíjense si no…
Aunque la historia remita a la Antigua Grecia, se me inventa en la cabeza un escenario bastante fiel al recibido desde lo narrado. Veo las escenas como si fuera parte de ellas o como si estuviera vichando por el ojo de la cerradura. Hasta con detalles. Así, cuando veo una película que ha sido hecha a partir de un libro que ya leí, si la película es buena (o al menos respetuosa), pienso: “yo me imaginé todo esto, tal cual!”. Esto pasa no porque el director es un preclaro (a veces lo es y otras no), simplemente es un lector atento al texto, igual que yo, que vichó con atención por el ojo de la cerradura y supo exhibirlo con respeto.
La lectura entonces, también me coloca afuera de realidad. De mi realidad, para hacerme entrar en la realidad de otros. Tiempo, lugar, gente. Todo distinto, todo desconocido. Pero mientras avanzo en la lectura y me enrollo en la trama, los personajes comienzan a ser parte de mi mundo…y como si fueran mis amigos o familiares, me preocupo por ellos, quiero seguir sabiendo y conociéndolos más.
En este punto de la reflexión, me animo a inferir que las palabras de Soledad aplican a las dos actividades, también la lectura ejerce la función de sacarme de “la monotonía y el tedio que pueden ser aniquiladores”. Me transporta a otro lugar y a otro tiempo donde se suceden hechos alejados de mi cotidianeidad, se abren historias con puertas y ventanas, se encuentran o desencuentran personas (bueno…personajes mejor...) que sacuden y desempolvan mi vida. Luego de conocerlos, ya nunca seré la misma, su experiencia pasa a ser también la mía y a veces me referiré a ella, en los mismos términos que si estuviera comentando algo que le sucedió a mi mejor amiga. Durante la lectura, atenta y cuidadosa, mi propio mundo y realidad se alejan. La lectura me “desmonotoniza”, entonces…
Por eso me animo a decirles, amig@s, que lean todo lo que quieran, qué importa el género…si es una novela, un ensayo, un poema o hasta un microrrelato. Hay que leer no sólo para estar informado o para aprender y aprehender, también leer para reír, para llorar, para sacarnos prejuicios de encima, para involucrarnos en otros mundos. Leer para ser parte.
Y escribir, también y cómo no…para comunicar, para abrir espacios de encuentro, para transmitir mensaje y hacerlo extensivo, para amplificarnos, para expresar sentir, para el sano ejercicio de la imaginación, para transformarnos en otros/as pero sobre todo para seguir siendo nosotros/as mismos/as. Es lo que yo vengo haciendo, por lo menos.
Les aseguro que el resultado no siempre será un deleite estético e intelectual, probablemente nunca será “literatura” (de la elevada, ni hablar, pero ni siquiera de la “light”). En lo personal, no me preocupa mucho. No se trata de apuntar a la excelencia, ni de convertirse en memorable de la noche a la mañana...no, no.
A mi juicio lo único indispensable es el irrestricto respeto al lenguaje, el resto es de mi entera responsabilidad y configura mi espontaneidad…igual siempre algo van a decir (“cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras”)…y a las pruebas me remito…vean esto que aquí comparto:
(Epitafio encontrado en el cementerio Monte Parnaso de San Blas, S.B.)
Escribió un drama: dijeron que se creía Shakespeare.
Escribió una novela: dijeron que se creía Proust.
Escribió un cuento: dijeron que se creía Chejov.
Escribió una carta: dijeron que se creía Lord Chesterfield.
Escribió un diario: dijeron que se creía Pavese.
Escribió una despedida: dijeron que se creía Cervantes.
Dejó de escribir: dijeron que se creía Rimbaud.
Escribió un epitafio: dijeron que se creía difunto.
Clarísimo, no?
Por último y en tanto nada es en vano y esta nota tuvo el cometido de estimular la lectura y la escritura, si de algo sirvió, si ustedes se deciden a escribir y tomando en cuenta que (casi) siempre quien escribe quiere mostrar lo que hace, los animo a compartirlo, desde ya me comprometo a leerlos.
¡Hasta la próxima!

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