Mientras estaba de lo más pancha con mis amigas conectada en Facebook, a puro “ping-pong” (van y vienen los comentarios ad eternum), se metió un amigo en mi chat.
Se metió, sí! Digo “se metió” porque ni “cómo te va” me preguntó el muy ingrato. De una, empezó a criticar sobre mis publicaciones: “esto es un nido de cotorras”, “fanática feminista”, “colgada sólo con tus amigotas”, “ se potencian entre ustedes”, “uf, qué miedo, qué rebeldes que son, vos y tus amigas”, “de qué barra brava salieron?”…
No me daban las manos para teclear los descargos, se podrán imaginar…pero me dejó con las ganas, soltó los improperios al género, y huyó…como un cobarde.
Ahí mismo hilvané con otra cosa, que nada que ver, pero asocié. Me acordé de algo que leí en el muro de una amiga, era como una especie de justificación para entender el motivo por el cual “las chicas no nos portamos bien”.
Remitía a la infancia ese texto (a la mía, precisamente), y se me ocurrió reescribir mi versión de la rebeldía “con causa”, o sea la adapté a la situación para dedicárselo al susodicho antes mencionado:
¿Querés que sea mejor? ¿Que sea modosita y correcta? ¿Con qué escuela, con qué aprendizaje recibido? Me críe viendo que Cenicienta era obsecuente, sometida y encima tan boluda y distraída que hasta perdía los zapatos; Caperucita, una incauta que se dejaba seducir y después pagaba las consecuencias, Campanita, una metereta insufrible digna de ser aplastada con el matamoscas; Belladurmiente, una atorranta que se dormía por no enfrentar la realidad, Blancanieves una papanata que cantaba alegremente mientras cocinaba y fregaba para un batallón sin recibir recompensa por el esfuerzo. ¡Manga de trastornadas!¡Heroínas de la humillación! Y del otro lado, ¿qué teníamos? El otro cliché:¡las brujas! Exponentes de las tinieblas, lo feo "in and out", lo siniestro, lo oscuro, lo maquiavélico, las más manipuladoras y villanas, a veces devenidas en madrastras y a veces en Cruelas de Ville capaces de asesinar divinos cachorros para hacer un saco! Las que conjuraban al espejito para conseguir más y más frivolidad.
¡Esos son los ejemplos recibidos! ¿Cómo no nos vamos a revelar? ¿En cuál espejo se te antoja que nos miremos, mijo? ¿En el de la infeliz que llora por los rincones y dice a todo que sí a cambio de un poco de paz y tranquilidad? ¡No! ¿En el de la bella y sumisa, que es una boba y transa con cualquier cosa con tal de lograr que aprecien su lindura y glamour? ¡Tampoco! ¿En el de la fea, que es una resentida e inadaptada y se desquita con toda la humanidad? ¡Menos! Entonces… ¿de qué te asombrás?
En este, mi muro de Facebook, charloteamos e interactuamos las mujeres reales, activas participantes de la vida y cuestionadoras de la realidad, las que no se creyeron los cuentos, o mejor dicho, se los creyeron en la pura inocencia infantil, pero no dudan hoy en desmontar el conocido final de boda glamorosa y perdices en escabeche.
Y el final del cuento de Cenicienta, se me antoja que podría haber sido este:
“El zapatito encontrado le calzó perfectamente. Ese nimio hecho la hacía acreedora a casarse con el disputado príncipe. Parecía mentira, un enjambre de chiquilinas locas por él, y ella era la elegida únicamente porque calzaba 34!!??. Cenicienta dudó, las cosas no suelen ser tan redondamente perfectas. Y al rato tomó una decisión: conocer e intimar un poco con el muchacho, antes de dar el sí definitivo. Así lo hizo. Su Alteza, por más título de nobleza y riqueza acumulada, resultó ser un papafrita a cartas vista. Así que educadamente, Cenicienta le explicó - sin herir sus nobles sentimientos - que ese no era el momento, que tener pie chico no aseguraba nada, que no parecían ser el uno para el otro, que el matrimonio era algo muy definitivo, que igualmente le estaba agradecida por los momentos compartidos y también porque debido a la búsqueda en la que él se empeñó, ella zafó y logró la ansiada liberación de su disfuncional familia, hecho no menor en la historia, y que bueno… quizás en otro oportunidad…en otro lugar, quién sabe…en otro cuento…pero ahora…ahora no.
Así que, bien calzada de ambos pies como se debe, bajó con firmeza las reales escaleras y se retiró por el foro, no sin antes enviar cariñosos saludos a los Reyes y el deseo de que pronto encontrara a la doncella que él tanto merecía. “Chau, nos vemos, dijo… fue un gusto, eh?”.
Si este hubiera sido el final del "cuento-que-nos-contaron"…quien sabe, criticón amigo, cuáles serían hoy los diálogos y comentarios de mi muro. De todas maneras, te pido que no te alejes, seguí participando en mi FB, no te guardo rencor, hechos los descargos de género, me siento mejor y sigo siendo una buena chica… ¡volvé a tu casa cuando quieras!
Tu Cenicienta es perfecta!!! =)
ResponderEliminarMás divertida y sincera, por lo menos, no? Gracias Stefy, una vez más y van 500, por leerme en extensión! mua!
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