
Teníamos un plan para este fin de semana, un plan que estaba bueno, como el de ANDA y la NatiO.
“Las noches mágicas del Castillo Pittamiglio”, incluía obra de teatro en el ambiente de marras y visita guiada. Entradas súper baratas sacadas con el hallazgo éste de “Notelopierdas.com” (si no sabés qué es, investigá, te conviene). Invité a mi amiga María, la aaaactriz, dijo que sí. Le comenté a mi nuera de la salida, dijo “yo quiero ir con Camilo, sacás dos entradas más, suegrita?” Dije que sí.
Primera escena: sábado de tardecita en mi casa. Llegan Camilo y Noelia para luego arrancar juntos. Camilo: un fleco. Gripe en ciernes, mucho moco y mal humor. Noelia, muy linda pero con cara de desconcierto: “un día que vamos a salir”… “vos dale manija a tu hijo… a ver”.
Manija y té con limón para Camilo… entre papel higiénico y estornudos, salimos los tres. Ambiente “inconsistente” por ser delicada en el adjetivo…
Segunda escena: caminando hacia la parada, Camilo no encontraba los dos boletos metropolitanos por ningún lado, no iba a volver a gastar, así que vuelta para casa a buscarlos. No aparecieron. Yo digo: “y bueh, tomemos un taxi”. Vamos a por él. Camilo encuentra los boletos. Ups, marcha atrás…vamos a por el ómnibus. Ómnibus nunca jamás pintó, “tomemos un taxi porque no llegamos para encontrarnos con María” digo yo. Veo venir uno de la acera de enfrente, cruzo y le hago seña, me hace seña de luces, tudo bem. Pero Noelia decide parar otro taxi, del otro lado. Ademanes y gritos de las dos, que tomamos éste, que no, que el otro; mientras Camilo se agarraba la cabeza y se volvía a sonar la nariz. Se van los dos taxis. Sin nosotros. Uf.
Tercera escena: tarde y como se pudo llegamos al “Bar Trouville”, donde risueña como siempre estaba mi amiguita esperándonos mientras leía “El Alquimista de la Rambla Wilson” de Mercedes Vigil, para entrar en tema. Solté algunos improperios a la superficialidad de la lectura y dije más cosas que no voy a comentar aquí, porque después esto lo subo a la red y vienen los reproches. Muy rica la muzzarella, fainá y cerveza; aunque un poco a las corridas porque llegábamos tarde a la obra.
Cuarta escena: Castillo Pittamiglio, hasta las manos de gente y nosotros cuatro, en la puerta comentando sobre la multitud. Entramos y nos dirigimos hacia la boletería. Una chica no muy bien dispuesta me dice que la reserva ya se cayó, que debí llegar antes, que me lo informaron por teléfono…bla. La mano hasta ahí había venido complicadita así que no discutí demasiado con la muchacha, le pedí (arrodillada) si al menos podían entrar dos de las cuatro personas, pensando en los muchachos (que viven en los confines de la tierra) y nosotras, mi amiga-la-artista y yo, que somos montevideanas y salidoras, íbamos otro día, “no pasa nada”, dije. “Más bien, otro día” dijo mi amiga. Nos despedimos de Cami y Noe que pusieron caras de huérfanos pero siguieron viaje. Pero resulta que como María es aaaartista, como ya dije, se encontró con el director de la obra, y que pum que pam, que qué barbaridad, el tipo nos dejó entrar. La muchacha de la boletería quedó sin habla y cara desencajada por el odio.
Quinta escena: la visita guiada nunca existió. La obra se desarrollaba dentro del Castillo y claro, alguito pudimos pispiar del entorno, pero poco y nada porque te llevaban de un lado para el otro, los lugares estaban mal iluminados y además la cosa venía de actores medio tapados con trapos negros que en ese ambiente ominoso, largaban risotadas diabólicas sobre tu hombro cuestión de hacerte infartar a piaccere. O sea que o mirabas el bellísimo lugar o ponías tus sentidos en ver de dónde saldría el próximo susto para no quedar tan pegada. Yo, colgada del brazo de mi amiga; ella suele protegerme en esos momentos (hemos pasado peores: obras de teatro en el Cementerio Central y en el Manicomio Vilardebó). Cuando la preciso en tan cruciales circunstancias, ella siempre sabe sostenerme.
La obra no nos gustó a ninguno de los cuatro. Eso sí: a la salida vimos un cartelito que anuncia las visitas guiadas los días jueves a las 16 hs., así que salimos con información de interés y prometimos volver.
Sexta escena: Solucionar el “volver a casa” nunca es fácil en Montevideo, a la 1 de la mañana y si no tenés auto. Esperamos un rato largo hasta que vino un 116 a Ciudadela, que no nos servía a ninguno de los cuatro, pero peor era la nada misma en la que estábamos sumidos. Ya veríamos. Subió mi amiga primero que le pidió al chofer un boleto para ella, más dos metropolitanos para Camilo y Noelia (no sé por qué para mí no pidió…se ve que se olvidó que yo estaba parada justito atrás). El guarda se enojó porque ella pidió boletos para los otros y le reprochó gritando “Y ud. por qué saca boletos para ellos?, por qué no se los sacan ellos?”. Mi amiga le dice: “Porque son mudos”. Y ahí saca la cabeza Camilo y dice: “¿cuál es el problema?”. Y el guarda: “Ah, pero no eran mudos! Ah, pero usted me está tomando el pelo, pero qué se cree…bla bla”. Yo me fui para el fondo y los dejé a los tres hacer el ridículo en forma conjunta: primero porque no entendía nada de lo que estaba pasando y segundo porque nadie reclamó mi presencia, ni mi boleto…que al final se me olvidó sacar mientras huía.
Séptima y última escena: nos bajamos en Constituyente y Blanes, yo se los sugerí. Ahí tomaríamos un taxi, los dejaba a ellos tres en F.Crespo y Paysandú donde tomarían buses hacia sus domicilios y yo seguía en el taxi a mi hogar. Previo a subir les pedí que se callaran, que no pelearan con el tachero, que no lo enloquecieran, un poco de compostura, che...somos gente grande. Hartos ya de tanto despelotes, nos portamos de los más bien y allí los dejé a mis tres contertulios. Yo seguí y a los 5 minutos llegué a mi casa, no sana pero salva.
Charly estaba mirando la tele y comiendo empanadas:
- Y? cómo te fue? Lindo todo, pasaron bien?
- Ah, no sabés…me divertí como loca…no veo la hora de que se repita una salida así! Mañana te cuento…o mejor te lo escribo!
A mí las cosas planeadas casi nunca me salen bien, aunque pongo voluntad. Igual, les digo, soy reincidente…hace un rato me llamó Noelia y me dijo que había una oferta (notelopierdas.com, obvio) de cena para cuatro en no sé qué boliche re, re, lindo: “Qué decís, suegrita, ¿compro para ir los cuatro?” …¿¿??...”Y dale, Noe, comprá”…hay que seguir intentando o volviendo a empezar todos los días, como dijo uno-que-yo-sé…
jaja buenísimo!! otra salida a un teatro "no convencional" y me apunto con ustedes!!
ResponderEliminarLo peor es que todo es cierto! Una vez, hace muchos años, Charly me dijo "vivir contigo es una aventura!"...no sé si estará arrepentido, pero creo que tenía razón...y sigue acá en la vuelta, así que capaz viene siendo una aventura que vale la pena, no???
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