Soy insumisa

Terminada la marcha de otro 25 de noviembre (día elegido para manifestarse o expresarse contra la violencia doméstica), y con mi rodilla inflada como un globo, me tomé un taxi para volver a casa. Conversador el tachero.
-          Venís de la marcha esa, la de las mujeres todas de negro, no?
-          Si, vengo…
-          Ah, qué bueno, se ve que estuvo bárbara…tantas mujeres, los carteles, las velas, algo vi yo…qué bien…
-          Si, me parece que estuvo buena…viste que cuando estás adentro de las marchas no te das bien la idea de cuánta gente hay…
-          Mucha gente por lo que yo vi. Muchas mujeres…pobres, qué horrible, no? Y por qué fuiste vos? Estás con problemas…(tono desolado)
-          No, no. Problemas tengo sí, pero de esos, de violencia doméstica, digo, de esos no tengo ni he tenido...
-          Y entonces por qué? En el entorno tenés de esos problemas?
-          No, tampoco. Porque sí fui. Porque me importa nomás lo que les pasa a otras mujeres. Porque quiero que sea distinto…
Silencio del tachero...
-          Qué bárbaro, qué bien…yo pensaba que todas las que estaban ahí eran mujeres golpeadas, mujeres con problemas “de esos”, me entendés? Está bueno lo que vos hacés, es como que vas por las otras que no son vos, pero te importa lo que les pasa a ellas…

Me causó gracia su inocencia. Yo trataba de explicarle lo común y asiduo que era este asunto de la violencia en los hogares de cualquier clase social, le hablé del silencio, de las “no denuncias” y del miedo… él parecía no creerme…como si en el fondo estuviera diciéndose: “esta mina no tiene nada que hacer… por eso, anda en cualquier movida”.
Entonces, le di un ejemplo, que como es sabido es la mejor manera de explicar (o entender) algo. Ese ejemplo, se los cuento hoy, un año después.
El 25 de noviembre de 2010 participé de la performance y cuando llegué a casa subí las fotos que pude sacar.  También escribí y subí una nota.  Casi al instante, alguien que no era mi amiga puso un “me gusta” y me mandó solicitud de amistad. Dije “agregar”. Al ratito, me empezó a escribir por chat. Se llama X, qué importa. Es joven, vive en pareja, tiene dos hijos chiquitos. Me trataba de “usted”. Me contó que tenía problemas serios en su casa, con el padre de sus hijos, que quería salir de ahí, que no sabía cómo. Que se decidió a escribirme porque “me pareció que usted sabe de estas cosas”. Yo no daba crédito de estar adentro de eso, de tener que ¿aconsejar? a alguien en semejante situación.  ¿Yo? Yo soy…nada… quizás, activista, ponéle…de cosas que valgan la pena, pero más nada.  Lo que sí tengo a mano son recursos: contactos, computadora, esas cosas.  Es larga la historia y es privada, de ella y mía. Pero al tachero le conté que unos meses después, terminó bien. Que la piba se separó, inició el divorcio y la retención judicial por sus hijos, que ella está bien y los nenes también. Los tres juntos, los tres sanos, los niños están creciendo. “Happy end”. Pero no “happy end” por mi intervención, ni ahí…cualquiera hubiera hecho lo mismo. “Happy end” porque ella y los nenes siguieron adelante con sus vidas, porque  ella habló a tiempo, pidió ayuda…a cualquiera le pidió ayuda.

Y ahora continúo la historia del diálogo con el tachero:

- ¿Y ahora entendés porque estoy siempre en estas cosas?
- Y claro! Cómo no voy a entender! Yo a vos…te aplaudo!

Más que suficiente. Más que el tul negro, la cinta violeta, las velas, la larga marcha, mi dolor en la rodilla.
Suficiente, Señores y Señoras, es la conciencia...que lo cambia todo…

Entradas populares de este blog

"Allá en la fuente, había un chorrito"...

Mal día pal gaucho...

En la escala de los números reales