Y me señalan con el dedo...

Sobre fin de año, las cosas se complican para todos y sobre el punto no hay discusión. Pero yo tengo que dar la nota, no puedo pasar desapercibida, no, no. No me alcanza con las complicaciones normales que conllevan los compromisos laborales, sociales, las fiestas y "jingle bells", los regalos, el calor, el cansancio.  

Este año - de nuevo - insistí en el intento de no preocuparme y dedicarme a mi rutina, que empieza cada mañana - desde hace unos veinte días - yendo a la Plaza Líber Seregni a moverme un poco en los fantásticos aparatos que se han instalado para uso del vecindario. Me encanta ir, aunque llego al final de la jornada hecha carozo porque después ya me voy a la oficina y sigue el recorrido “correquetecorre” hasta la tardecita que vuelvo a casa.  Pero todo sea por mover un poco el esqueleto y estirar los ligamentos que me han quedado como apelmazados después del incidente con el perro y el esguince.

Así arranqué el lunes y para variar, se me hizo tarde, por lo que tomé un taxi para ir a la oficina. Yo, mi morralcito colgado, mi botella de agua y mi mochila. Bajé del taxi con la botellita en la mano - no fuera cosa de perder semejante tesoro (botella de Coca y agua de la canilla, está claro…) - y me olvidé de la mochila. Me di cuenta al instante, ni bien subí a la vereda y le grité al taxista que ya había arrancado raudo, San Salvador hacia el Centro. Llamé a Patronal (también al instante) e hice el reclamo. Hasta hoy, jueves, nunca apareció. Niente piú.

Es larga la lista de las cosas perdidas para siempre, se destacan en mi histeriqueo  mis dos pares de lentes (los de lejos y los de cerca... sí, ¿y qué?) que no le sirven a nadie  más que a mí, el pendrive que tenía mi vida entera (cierto que pueden borrar todo y usarlo, pero salen dos pesos…qué necesidad), mi libretita de anotaciones - irremplazable por donde se mire - y una cinta de estuche de guitarra (perteneciente a amiga y famosa artista) que no podré comprar aunque quiera.

El resto…muchas cosas y de valor, pero de las que van y vienen. Lo que no “va y viene” nunca más, es mi dignidad. Mi responsabilidad inexistente. Y el “descanse” eterno de “familiares y amigos” (como dice Ismael Serrano).

¿Cómo sobreviviré al oprobio y a la ira cada vez que salga de casa y Charly me zampe: “Ojito con todo lo que llevás…traé lo mismo, no te distraigas”?  O a Valentina cantándome tres veces por día  “♪Paloma, Paloma, Paloooma♪” Soy el hazmerreír de la familia y los amigotes. En Facebook, ni les cuento… alquilada por esta temporada y las próximas diez. No se cansan ni se olvidan. La culpa es mía por participarlos, pero bueno, seré zapalla y distraída, pero soy honesta, caramba. ¡Y necesitaba contar mi infortunio! ¡Estaba en estado de desesperación desesperada!

Además el día lunes, siguió por el mismo carril. Una vez que asumí la perdida, falleció mi computadora de la oficina. Una vez que entendí que no podía trabajar, me fui a pagar la luz a un local de UTE porque el recibo estaba adentro de la mochila y llegué a las 16.01 hs. Y no pude pagar. Respiré hondo y fui al cajero más cercano (el único que hay en mi barrio) a sacar plata y después de 15 minutos de cola se cayó el sistema y me quedé sin un peso. Y entonces…tá…me fui a casa,  entré a Facebook…me reí con amargura de todo lo que se estaban divirtiendo a costa mía mis amigotes…hasta que llegó Charly - con guión bien estudiado - y me empezó a “descansar”…hasta el día de hoy, no ha parado. Solo cuando duerme y en sus ronquidos adivino reproches. Así es mi vida, ¡una novela!

Ya ni pretendo mi vieja mochila negra llena de cosas, ya no aspiro a que Papá Noel se compadezca y tenga a bien traerme una mochila negra (Doyte, de ser posible…), no, no…lo que quiero, ¡es mi dignidad perdida y el respeto de mis iguales! Para lo cual, debería yo comprarme otra vida o volver a nacer…por lo menos…

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