Para el mejor goce de la licencia...

La licencia es la cosa más acotada de este mundo. Es un espacio de tiempo con días tan apretujados como las palabras de esta nota. Nada tiene tanto principio y tanto fin, salvo la vida misma. La diferencia entre la vida y la licencia es que ésta última tiene mucho principio deseado y el fin muy calculado para adelante y para atrás. La licencia es una cosa bárbara. Te la pasás un año esperándola, te la pasás 300 y pico de días pensándola y la muy perversa anda volando. Te pasa por arriba. Los días de la licencia sean 15 o sean 30 o sean 3 meses (que algunos seres humanos la gozan en tamaña longitud y para más datos, se las pagan) son días rapiditos. Tienen esa modalidad de acción. Fiuuuuuuu. Jet. Aunque llueva…igual, y vos viste que en general los días lluviosos son impertinentes. Pero si estás de licencia no, son ágiles igual. El tedio o el aburrimiento te acontece en todos los otros días del año, en los días de licencia ni se aparece, porque aunque no encuentres qué hacer con tu vida ni en qué emplear las horas, sabés que tenés más horas del mismo tenor para seguir haciendo cosas o haciendo nada, por lo tanto no es tiempo desaprovechado, puede ser hueco, pero igual disfrutable en su misma nada. Cuando la licencia se te va acabando, no importa cuán cerca esté la semana de Carnaval o la de Santo Turismo, te agarra un estado chaplinesco, mezcla extraña de lo bueno vivido, tristeza por el fin que se viene, nostalgia y esas cosas que te hacen poner cara de “Carlitos”, aunque no te salga como a él y no pases a la posteridad, porque sos uno o una más, porque no sos original, porque a casi todas y todos les pasa o les pasó lo mismito que a voce. Cierto que hay seres que no la experimentan, porque no laburan (no saben lo qué se pierden, es una “experiencia religiosa”) o porque son los dueños de sus emprendimientos y se van de vacaciones cuando se les antoja sin importarles lo que piensan los demás. Como mi almacenero, que aunque sea 2 de enero y vos quieras ir como cualquier mañana a comprar un litro de leche descremada, al tipo no le importa y cerró, porque sabe que aunque te esté jodiendo la vida y tengas que caminar 3 cuadras para procurarte el café con leche que te despierta, el bendito día que a él se le ocurra abrir sus puertas, ahí estarás como una paloma, sólo porque te queda cerquita. Alguna planificación tendrá, digo yo, pero no coincide con la de la humanidad circundante. Pero igual que vos y yo, quiere, añora, idolatra, espera y desespera por su licencia anual. La licencia anual en casi todos los casos tiene el salario vacacional que está buenísimo si no lo empeñaste antes. Te da como una holgura que te saca presión y te hace sonreír sin motivo.
Pero todo llega a su fin, todo se acaba…los días libres, los pesos de más. No pongas cara de Chaplin, que la vida es circular, los ciclos se repiten y la próxima licencia te encontrará tan agotado/a y/o desesperado/a como esta y tan “des” o planificado como vos quieras. Volverá a no alcanzar, volverá a traerte una sensación de dueño/a de tu vida, que volverá a ser mentira…mientras vos ponés esa cara de Chaplin que no se puede más. Y dejáte de mirar el almanaque porque es cierto que se va acabando, en un rato, volverás alicaído pero bronceadito/a al yugo…y de nuevo, bichito/a de costumbre, empezará tu loca a cabeza a “des” o planificar la próxima. Si querés llorar, llorá! Yo voy por mis Kleenex y vuelvo…

Entradas populares de este blog

"Allá en la fuente, había un chorrito"...

Mal día pal gaucho...

En la escala de los números reales