Trampolín sí, sofá no!


Y una vez que haya saltado, cambie, cámbielo todo. Como la víbora cambia la piel, es la misma pero ni ella se reconoce en el espejo.
Cambie el color o el largo de su pelo y ríase del resultado. Cambie el lado de la cama y despiértese en otro lugar. Cambie sus libros por otros que no haya leído. Y de paso cambie de autores y se va a sorprender. Cambie la marca de la pasta de dientes y la de las galletitas, cambie el café negro de la mañana por un aromático café con leche, cambie la mermelada por una que nunca se animó a probar. Cambie de línea de ómnibus para ver otro escenario. Cambie el trayecto, aunque tenga que llegar inevitablemente al mismo lugar a la misma hora. Cambie la queja por la empatía, pero hágalo de verdad. Cambie de forma de pensar tanto como pueda y enfóquese en cambiar sus prejuicios y entender al otro, al que piensa y obra distinto. Cambie los muebles de lugar y le va a encantar. Cambie la bufanda negra por aquella de colores que anda perdida en el fondo del ropero.  Cambie de mirada aún sin ponerse los lentes. Cambie la estación de radio de todos los días, aunque sea cámbiela por un rato.  Cambie durante otro rato una red social por otra. Y luego -ya que está cambiando tanto- cambie el periódico que todos los días lee por otro diferente. Cambie las voces, las miradas y las lecturas. Cambie a los previsibles por los inesperados. Cambie los pronósticos y salga sin paraguas. Cambie el miedo por el atrevimiento. Anímese a cambiarlo todo. Cambie el prejuicio por la tolerancia. Cambie el enojo por la comprensión. Cambie el desgano por las ganas locas. Cambie la abulia por la pasión.  Cambie el desánimo por el empeño y la languidez por el esfuerzo. Cambie la docilidad por la desobediencia responsable. Cambie la crítica por la comprensión. Cambie la adustez por la afabilidad. Cambie la distancia por el encuentro. Cambie rencores por aprecios. Cambie todo lo que pueda cambiar, que es casi todo. Claro que algunas cosas son incambiables: las que se aman, las que nos apasionan. Pero tenemos mucho qué cambiar. Cambiemos sin miedo, que como adultos que somos, podemos cambiar y ser otros, con otra piel distinta, podemos asombrarnos y sentirnos más plenos… en lugar de seguir sentados en el bendito sofá del pasado al que hace referencia Mr. Mc Millan en la tiza del pizarrón (vaya a saber quién es, pero le debo una... la inspiración para estas locas letras, que quizás son distintas…porque usted las está leyendo y claro está, ya cambiaron).

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