Carpe diem


Esa rara sensación de que el tiempo te pertenece y siempre es fin de semana.
Si hay sol o si llueve. te importa. El tiempo te pertenece. Te sobra para esperar el sol, para salir, para quedarte.
Vacaciones es eso. Las pases en tu casa o visitando un lugar u otro.
Vacaciones es sentirte dueña de tu espacio que a veces –en tu propia rutina- no encontrás aún rebuscando hasta debajo de la cama.
Viene del latín “vacans” que es participio del verbo “vacare” que significa: estar libre.
El latín la tenía bien clara, puff. Con razón que nosotros “declinamos” gustosos.
Cuando en las vacaciones tenés la posibilidad de irte a pasear por ahí, es más lindo, claro. 
Pero vacaciones, es más que eso, si estás en tu casa también, es como una sensación de que podés hacer todo o descubrir todo.
Perder el tiempo pero con valor agregado, ¿me explico?
En años o en siglos, mejor dicho, estas son mis mejores vacaciones.
No paré. Fueron largas. Visité lugares que nunca había visto. Conocí gente. Saqué muchas fotos. Conversamos largo y muy tendido. Me hice dueña de historias que algún día voy a contar. Leí como una poseída. Tuve suerte y todo lo que leí, fue bueno. Mi casa estuvo lejos pero cuidada. Mis plantas, ídem. Extrañé a mis nietos, pero nada que no pueda compensarse con muchos mimos y la vuelta a la normalidad. No pasé frío ni calor. Comí cosas ricas y algunas raras pero también ricas. También tomé cosas ricas, o que me gustan a mí. No me preocupé (casi) por el pelo y no agarré ni de costado el bolsito rayado de colores que guarda maquillaje y que viajó conmigo todo el tiempo y  para la misma nada. Sentí el ruido y golpeteo de la lluvia furiosa en una tarde en un rancho de Valizas. Peleé con los mosquitos. Me bañé en el río y en el mar, con agua dulce y salada, hasta quedarme arrugadita como una pasa. Vi atardeceres bellos y les saqué fotos a morir, que se quedan conmigo y serán portarretratos. Conocí árboles que son como arañas, caminan hacia el agua sin permiso. Me dolieron las pantorrillas de tanto trepar médanos. Me compré unas ojotas divinas en negro y fucsia que ya están muy gastadas de recorrer caminos veraniegos. Dormí siestas de dos horas o más como si el tiempo todo me perteneciera. Soñé poco. Tuve un solo sueño que recuerdo, fue feo, pero mirándolo de lejos, ni tanto.
Estuve en Montevideo, estuve en San Gregorio de Polanco y estuve en Valizas.
No puedo elegir. Esos lugares más bien me eligieron. Bellos lugares. Llenos de gente y de espacios para recordar.
Todos son historias que contar. Todos son hoy y a su vez ya son memoria.
Memoria en el recuerdo.
Memoria en la arruga que me cruza la frente de tanto ponerla al sol. Hay gente que correría a un cirujano para tratar de borrarla. Para mí, es huella. Y ahí se queda, bien contenta de estar diciendo por los sitios que anduvo.
Carpe diem, se llama una calle en Valizas y  es mi frase preferida en latín, justa o casualmente.
De vacaciones: “carpe diem”.
De rutina: "carpe diem", trataremos de hacer perdurar el sentimiento.
Que me dure, que no se desvanezca, pues bien vale la pena, toda ella, la vida toda, como si fuera un "combo", con las vacaciones incluidas, un "happy hour", un regalo... que creo, me merezco.

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