Creer en Cortázar
Regresada que estoy de las vacaciones y enredada en el retorno de la rutina...la oficina, la casa y la familia, encaré una nueva actividad. A pedido de mi mamá (“ay, sé buena, dale una mano”), le estoy dando clases de Literatura a un adolescente de 15 años –nieto de la amiga y vecina de mi vieja- para su examen de tercero de ciclo básico. Es un chico como todos, se comunica poco y está menos interesado en leer que yo en hacer un curso de sushi. Pero tiene que dar el examen y el padre y la abuela quieren que lo ayuden.
Dije que sí y hace dos semanas que le doy clases, todas las tardes de dios. Previamente pedí ayuda a una profe amiga, que es docente de verdad, no como yo. A esta altura de la nota debo aclarar que yo no soy profesora de Literatura, soy ávida lectora y pasé 4 o 5 años de mi vida por la Licenciatura en Letras de Facultad de Humanidades, algo cazo, ponele, pero no terminé la carrera porque decididamente, me da pereza y estoy en otra.
El programa de 3ero. nos ha paseado por: Horacio Quiroga, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Paco Espínola, José Hernández, Florencio Sánchez, Julio Cortázar, Rubén Darío y creo que más nada.
La dinámica de la clase es la siguiente: previamente le “bajé” las obras y le envíe por mail -junto a los textos- un análisis literario de cada uno, a eso le fui adosando repasos breves sobre las generaciones, biografías del autor: lo básico. Y todos los días, yo leo la obra (él se niega a leer en voz alta), hago algunos comentarios breves, leemos el análisis, luego profundizamos y de ser posible, intercambiamos algunas impresiones. Digo “de ser posible” porque mi alumno habla poco o nada y yo...exhausta y sedienta porque estoy una hora y media hablando sin parar. Ya me lo advirtió el padre antes de empezar: “esto va a ser difícil, lo único que a él le importa en la vida es jugar al Play”.
Pero lo que fui viendo en estos días es que me entiende. Todo me entiende. Aunque no le exprese ni verbal ni gestualmente.
Hoy terminamos de leer y analizar todo el programa, a partir de mañana, lo pongo a escribir: ya se lo advertí. Para no parecer dura le dije que mañana podía elegir qué autor y qué texto. Por ser la primera vez. Y me dijo “bueno”. Bromeé con que seguramente iba a elegir lo más fácil. Y me dijo muy serio: “no, elijo lo que más me gusta”. Yo pensé: "me va a decir “La hora” de Juana, casi se analiza con la propia lectura". 14 y 2, 17…como dice el dicho. Me dijo: “Cortázar, Continuidad de los parques”. Y yo me quedé muda al principio, con su decisión. Y entonces me dijo: “fue el que más me gustó…y me gustó que vos me dijeras que siempre que lees Continuidad de los parques te acordás, antes que nada, del sillón verde de terciopelo, y yo también… porque una vez elegí ese cuento para una clase de dibujo que había que ilustrar un texto, y sobre todo dibujé un sillón verde…que era de un verde bien distinto al verde del bosque, dos verdes...como los dos mundos...”
No pude decir casi nada, solo acoté un “mirá que bien, mirá qué bueno lo que me decís”.
Y cuando me iba para casa me puse a pensar en los adolescentes y esa bendita manía de los adultos de no creer en ellos y estigmatizarlos, en los facilismos…yo que sé. Mi casi mudo alumno de 15 añitos, eligió a mi autor preferido, al difícil, al que tanta gente dice “ah, yo no le puedo entrar, puf”…
Hoy reafirmé mi amor incondicional a Cortázar y a la literatura y además me quedé pensando en la importancia de hacerse tiempo, de sentarse y charlar, de relacionarse bien. Y volví a creer. A creer que se puede, no es tan complicado...digo yo...en una buena…
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