Este asunto de la ortografía que a vos y a mí nos preocupa
En primer lugar vengo a decir que soy una persona que le ha dedicado una parte más que sustancial de su vida a las letras. A leer, sobre todo, aunque no dejé de estudiar. De grande/grande—en honor a la verdad, a los 40— cuando ya mis hijos eran adolescentes, bastante independientes y yo venía a ser más un proveedor que una madre; empecé a estudiar Letras.
Naaah, mentira. En realidad, a los 40 me decidí a estudiar letras pero me acordé que nunca había salvado Matemáticas de 5to. del bachillerato , así que con paciencia y decisión tesonera, me anoté en Matemáticas, la cursé un año entero y le demostré al mundo que no la salvé a los 17 años simplemente porque estaba en otra: exoneré la materia con 9. Pá’ vos y tu tía Gregoria.
Así que al año siguiente rescaté de algún lugar ignoto la Jura de la Bandera, saqué una innecesaria Partida de Nacimiento copia fiel de que yo había nacido y me anoté en Humanidades. Y bueno, de ahí en más, el viaje de la licenciatura y tá…no da andar contando.
No da andar contando porque esto no se trata —ni ahí —de mi contacto y resultados con la Academia y los estudios terciarios. Sino del amor, que yo ya tenía, pero creció desmedido y vociferante, hacia las letras.
Bastantes años después de la Facultad, y aunque a veces me ataca la insanía y vuelvo al portal de Humanidades y me anotó en alguna materia (sí, aún en aquellas que ya tengo salvadas…sólo por el placer), puedo inferir que la licenciatura acrecentó en mí, ese desmedido amor por la letras.
Lo que para algunos amigos/as hoy se termina resumiendo en esta frase que sigue: “para vos que sos purista”.
Y yo, purista no soy porque no busco la excelencia nunca y en ningún lado. El respeto sí lo busco: como loca.
Defiendo el idioma, lo tengo en cuenta, me siento responsable de él, me gusta estar al tanto de las actualizaciones y encontrándome en medio de una librería (espacio que me transporta a cualquier mundo paralelo), a veces desisto de comprarme aquella novela con la que vengo soñando, para comprarme un nuevo manual de gramática y ortografía, y me rindo a él con devoción, en la soledad de mi hogar, cual si se tratara de la última publicación post mortem de Roberto Bolaño (autor que detesto y adoro, todo a la vez, con premeditación y alevosía).
Entonces…¿en qué estaba? Mmm…séh…bueh, dejé expresado mi encantamiento con las letras. Ok, me encarrilé nuevamente, prosigo.
Nunca en mi vida y no tengo pocos años— 52 abriles tengo— me he enfrentado tanto y a diario con las cosas que la gente escribe y con cómo las escribe, como desde que amanecieron (y yo estaba ahí, en el mismo vislumbrar del solcito tenue) de las redes sociales.
Amo las redes sociales. Son una parte cierta de mi vida. Pero…aquí viene a aparecer mi “sí, pero”, mi queja, mi reclamo: ¡qué mal escribe la gente! ¡Por dios bendito!
Y cada uno escribirá mal por lo que sea que sea: porque estudió poco (y qué culpa tiene), porque leyó poco (y que se haga cargo porque está lleno de bibliotecas públicas al alcance de la mano), porque no le importa…eso, porque no le importa, y eso es terrible. No le importa al tipo. A la tipa. No le importa. Tanto le da. Terrible.
Igual le entienden, igual le contestan y escriben, igual está presente en las redes sociales y en el loco devenir. Igual tiene Facebook y Twitter. Pero no le importa. Pa’ mi…es un/a irresponsable.
Qué-querés-que-te-diga.
No da lo mismo no poner las comas que ponerlas. Porque la frase se transforma y una tiene que hacer malabares para entender.
No da lo mismo decir “haber” cuando lo que se quiere es convocar y anunciar que se va a decir algo importante “a ver”…como “te voy a pasar a explicar”.
No da lo mismo decir “hay que lindo lo que decís”, porque “hay” y habrá, te prometo, cosas lindas que yo te pueda decir, siempre y gustosamente pero ay, me quejo, ay, ay, ay, es terrible que la escribas con “h”, porque la mísera interjección “ay”, de triste que es, ni “h” precisa.
Tené en cuenta, cuando tengas tiempo, que la “h” es muda, pero no invisible, dale?
No da lo mismo “rallarte el queso para el plato de pasta” que “rayarte el cuaderno de los deberes”. No te rayes, pibe, está a la mano la solución. Ralláte la zanahoria, que yo pico el tomate y terminamos esta ensalada.
No da la mismo que digas “te echo de menos” que te “hecho de menos”. En el primero, te creo y yo también te extraño. En el segundo, me siento una larva de tu vida.
No es lo mismo “hallarte” en FB y mirá que me costó encontrarte, que “haya” sido una casualidad dar con tu perfil. Es distinto. El primero, implica dedicación. El segundo, suertempila.
No digas/escribas: “puedamos” porque lo dice el Pepe, será el presidente y vos y yo y casi todos lo votamos, pero nunca va a presidir ni siquiera un mísero taller de letras. Se dice “podamos”, cual si se tratara de talar árboles.
Porque una cosa es tu “entorno” que es lo que te rodea y otra cosa bien distinta es que mi Facebook y yo estemos en torno a ti. ¿Me explico?
O sea (que, de paso, es distinto a “ósea” porque no voy a andar metiéndome yo con tus huesos)…una cosa es tu y mi “aptitud” que habla de nuestras habilidades y conocimientos para expresarnos en todas las formas (aunque en este momento, yo esté sólo refiriéndome a la forma escrita) y otra cosa es la “actitud” que es casi como un estado de ánimo que vos y yo le ponemos al asunto.
No digo que vos tengas que saber más. Digo que vos tenés que ignorar menos. ¿Se entiende?
Como dice Jaime en una canción: “aguantipiú”.
(Y a esta alturas vos dirás: “y aguantipiú es correcto??? Dejá!!!. Y yo diré: no, no es correcto, lo inventé, lo dice una canción de Jaime, no sé como lo trascribe él, para mí, es la primera vez que lo escribo, es nuevo, se puede, lo puse entre comillas pá que se note su imperfección). Y tá.
Tratá de escribir mejor, no por el purismo, sino para que a mí me cueste un poco menos seguir entendiéndonos en este diálogo diario y fraterno.
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