¡Hay que jugar!
Afirmo, sostengo e insisto: con los niños, hay que jugar. Cuando tenés hijos, hay un montón de cosas que tenés que hacer, pero por sobre todas las cosas, tenés que jugar.
Esa es una sugerencia que yo le haría a cualquiera. Con cansancio acumulado a cuestas, con problemas económicos, con desinteligencias familiares, con bronco-espasmos que perseveran, con la cena por resolver, como sea… ¡tenés que jugar con tus hijos!
Yo jugué mucho con mis hijos y creo que les hizo bien. Y el papá de mis hijos jugó muchísimo más que yo (porque yo cocinaba, por esos tiempos…). Por ejemplo, el papá de mis hijos le hizo a Camilo equipos de fútbol con tapas de refresco de las de metal, y papelitos adentro pintados, que venían a ser las camisetas de los cuadros. La pelota era una bolita de papel manoseada y los arcos eran de plástico y habían salido de una cancha que adornó una torta de cumpleaños. ¡Tremendos partidos! Yo los vi a los dos poner pasión en esas contiendas! Tan es así, que Camilo conserva sus cuadros intactos, para el beneplácito de futuras generaciones!
Con Valentina, las Barbies hicieron época! Pero también jugamos hasta el hartazgo al “Quién es quién” (le dejábamos hacer trampas porque era la más chiquita) y a la “Herencia de la Tía Agata”, tremendo juego!Y jugamos hasta cuando tenía 15 años y estaba a quietud absoluta, a causa de una mononucleosis de antología que se agarró la pobre, y alguien le prestó un karaoke… ambas cantábamos como que supiéramos y nos reíamos muchísimo durante el desafine… entre fiebre, paños fríos y tostaditas con queso magro, que eran la delicia que le permitía su dieta.
Hasta donde yo me acuerdo, mi viejo nunca jugó conmigo ni un partido al ludo, porque era un señor muy serioooooo, que no sabía relacionarse muy bien con la niñez, se ve. De hecho, cuando crecí, nos empezamos a entender mejor y llegamos a tener una relación que por lo menos, fue especial. Pero eso sí…la lectora (compulsiva) que soy, y el amor a la literatura, a él se lo debo y solo a él. ¡Chapeau, Pelu!
Tenía una biblioteca bastante grande, en mis ojos de niña…aquello era Alejandría. Siempre a mi entera disposición. Todo lo que yo quería, lo podía leer. Sin censura. Así fue que leí por primera vez “Cien años de soledad” a los 7 u 8 años. Es verdad, no le estoy poniendo color. Obvio, no entendí nada.
Pero tuvo un final divertido y pedagógico, porque le confesé a mi papá que no había entendido un pomo y que las legiones de Arcadios y Aurelianos, se me habían entreverado. Entonces mi viejo propuso que hiciéramos juntos un árbol genealógico de la familia Buendía, para entenderla. Y lo hicimos! Y fue un juego… me vengo a dar cuenta ahora…
Hasta el día de hoy, he leído muchas veces más “Cien años” y nunca más me confundí! Didáctico el viejo, eh?
Eso sí, era estricto para la literatura… terminado el árbol genealógico y entendida que fue por mí la historia, dijo: “Ahora, léela de nuevo”. “Amén”, dije yo.
Mi abuela Carmen, que presenciaba con su adorable simpleza aquellos momentos, y se bancaba vernos a los dos leyendo todo el tiempo como que se acabara el mundo, decía: “Ahí están…”los bobos de don Loretto”…los dos iguales”. Paso a explicar esto último porque vale la pena…Verán: en Canelón Chico, el pueblo de mi abuela, había un señor Loretto que tenía un hijo medio tontín, que leía y leía todo el tiempo. Y la gente decía que había quedado así, de tanto leer. Bueno, a mi abuela el destino la había premiado con dos “bobos de don Loretto”, mi papá y yo. No querés sopa, ¡salen dos platos!… Esta anécdota me encanta, y a mi marido también, por eso no pierde oportunidad para declarar, refiriéndose a mí: “Ahí está, la boba de don Loretto”. Y yo, nada…ni bola…sonrisita de cumplido y concentrada como siempre, aunque esté leyendo el prospecto del Ketofen.
Continúo con lo de los juegos, que a eso iba… (qué facilidad tengo para irme al reverendo carajo, che…). Mi vieja sí que jugaba mucho conmigo! Al Mikado, por ejemplo. Yo le sentía el taconeo por el corredor y ya estaba paradita en la puerta con el Mikado en la mano. Así como venía, con sus pelos platinados, carterita de charol tipo Chanel y su escandalosa minifalda, se tiraba al piso y salía Mikado…a full!
Yo siempre ganaba. Primero: porque soy hija única y segundo: porque mi vieja tiene dos manos izquierdas (que conserva intactas hasta el día de hoy!).
Hubo unos tiempos difíciles, en los que yo supe tener muchos miedos y especialmente, le tenía miedo al corredor del edificio donde vivíamos. Era un segundo piso, por ascensor o por escalera, como fuera…yo le tenía miedo al corredor.
Entonces, mi vieja le encontró la vuelta…jugando. En medio del corredor, a la altura del zócalo, había una puertita de metal, supongo que sería una llave general de agua, o algo así. Inventó que en esa puertita, vivía una familia de ratoncitas, rara la familia…una ratona y su hija (cualquier parecido con la realidad, no es ninguna coincidencia). Tenían esa casita las ratonas: ahí vivían, con sus muebles chiquititos, jugaban al Mikado, hacían tortas de chocolate, comían papas fritas…Nada, lo usual…lo que hacemos todos.
Mi vieja hacía las voces (distintas, eh? le ponía toda la onda…), la de la mamá ratona y la de la pequeña, mal enseñada y caprichosa como ya saben quién… Mil historias, todas nuevas, una por día, que me iba contando en la medida que ambas avanzábamos por el corredor, hacia la puerta del apartamento. Ficcionaba la vida misma, en formato de diálogo animado.
La cuestión es que yo, de no querer ni pisar, pasé a querer quedarme a vivir en el corredor del edificio, para ver cómo seguía la vida de “las ratonas”. Y se me fue el miedo al bendito corredor, claro.
Esto que les cuento, es de lo más lindo que les puedo contar de mi infancia, pero además, es una experiencia empírica que quiero compartir porque demuestra lo que dije al principio: afirmo, sostengo e insisto, ¡con los niños hay que jugar!
Clau, me encanta cómo contás tus historias. Yo me parezco un poco a tu papá con eso de "ser mamá" (en mi caso, no?)y no permitirme jugar. Te quierooooooooooooooooooooooooooooooo y por favor, seguí contando lo que quieras así yo "te escucho". Besossssss
ResponderEliminarAmiga... cuantos lindos recuerdos de la infancia compartis... y que bueno que leas tanto... Lo importante de jugar con los hijos es indudable, yo espero haber jugado lo suficiente. Les voy a preguntar. Abrazos y gracias por esto
ResponderEliminarGracias Vero por tu comentario, y me alegro de estar en lo cierto(tomando en cuenta tu profesión) cuando decís de la importancia de jugar con los niños!!!! Un abrazo, amiguísima!
ResponderEliminarPrecioso Clau, me regalaste una linda sonrisa.
ResponderEliminarbesote
Stefy (te sigo leyendo mañana je)
Qué tierna que sossssss, aaaah!
ResponderEliminar