EL ALMA TAMBIÉN JUEGA
(Reflexiones sobre el Mundial, Sudáfrica 2010)
Dejando todo en la cancha, remando como descocidos, queriendo alargar el tiempo para conseguir un empate que merecíamos…así llegó Uruguay al cuarto lugar de esta Copa del Mundo.
Orgullosos, dignos y respetuosos luchadores que enfrentaron a las potencias y a los favoritos mirándolos de igual a igual. Remontando las desventajas con coraje y humildad. Todos juntos: los goleadores, las “estrellas”, los que se destacan siempre o los que no se distinguen tanto, los que son verdaderas fieras, los que se lesionaron, los que quedaron en el banco; un verdadero grupo humano comprometido en un objetivo claro, que dio lo mejor para alcanzarlo.
Nuestra Celeste perdió dos partidos, pero nos hizo ganar de otra manera. Por supuesto que del lado de acá, sufrimos y nos comimos las uñas en estos dos últimos partidos, pero por primera vez en mucho tiempo, no tuvimos dudas del esfuerzo y el empeño que pusieron por nuestra camiseta los que estaban en la cancha. Cumplieron con creces hasta el final.
Los uruguayos estamos más que satisfechos del proceder de nuestra selección. Nos sobran los motivos para sentirnos orgullosos. Les damos las gracias y no paramos de aplaudirlos por esta hazaña. Porque el resultado, a pesar de ser adverso, es una gloria para este país que ya tenía en el olvido o solo en el recuerdo de sus mayores, conquistas y festejos futboleros.
Con ese sentir los recibiremos el lunes. Difícilmente les podamos trasladar a nuestros jugadores el partido que se jugó acá, en la calle y en los corazones de la gente. Lo que sentimos y cómo lo sentimos. Lo que alentamos, la energía que les quisimos hacer llegar hasta África y la esperanza que compartimos. Lo que le brindaron a las generaciones más jóvenes, la pertenencia que generaron.
Hay un dicho que me viene a la mente ahora: “no podemos controlar el viento, pero podemos ajustar nuestras velas”. Eso hizo nuestra selección, “ajustar las velas”, tensarlas y tomar el mando para enderezar el barco y darle un rumbo cierto. Y acá empieza una nueva historia, que empezaron a escribir estos muchachos y el Maestro Tabárez. Cierto es que no llegaron a subir al podio en Sudáfrica, el milagro esperado por 3 millones de uruguayos, esta vez no llegó. Pero a la vuelta en Montevideo, los espera otro estrado, otro pedestal. Tengan la certeza que todo el Uruguay los abraza, les sonríe y se compromete a seguir acompañándolos con la misma pasión en ese camino. Se lo merecen. Muchas gracias, de verdad...
(Reflexiones sobre el Mundial, Sudáfrica 2010)
Dejando todo en la cancha, remando como descocidos, queriendo alargar el tiempo para conseguir un empate que merecíamos…así llegó Uruguay al cuarto lugar de esta Copa del Mundo.
Orgullosos, dignos y respetuosos luchadores que enfrentaron a las potencias y a los favoritos mirándolos de igual a igual. Remontando las desventajas con coraje y humildad. Todos juntos: los goleadores, las “estrellas”, los que se destacan siempre o los que no se distinguen tanto, los que son verdaderas fieras, los que se lesionaron, los que quedaron en el banco; un verdadero grupo humano comprometido en un objetivo claro, que dio lo mejor para alcanzarlo.
Nuestra Celeste perdió dos partidos, pero nos hizo ganar de otra manera. Por supuesto que del lado de acá, sufrimos y nos comimos las uñas en estos dos últimos partidos, pero por primera vez en mucho tiempo, no tuvimos dudas del esfuerzo y el empeño que pusieron por nuestra camiseta los que estaban en la cancha. Cumplieron con creces hasta el final.
Los uruguayos estamos más que satisfechos del proceder de nuestra selección. Nos sobran los motivos para sentirnos orgullosos. Les damos las gracias y no paramos de aplaudirlos por esta hazaña. Porque el resultado, a pesar de ser adverso, es una gloria para este país que ya tenía en el olvido o solo en el recuerdo de sus mayores, conquistas y festejos futboleros.
Con ese sentir los recibiremos el lunes. Difícilmente les podamos trasladar a nuestros jugadores el partido que se jugó acá, en la calle y en los corazones de la gente. Lo que sentimos y cómo lo sentimos. Lo que alentamos, la energía que les quisimos hacer llegar hasta África y la esperanza que compartimos. Lo que le brindaron a las generaciones más jóvenes, la pertenencia que generaron.
Hay un dicho que me viene a la mente ahora: “no podemos controlar el viento, pero podemos ajustar nuestras velas”. Eso hizo nuestra selección, “ajustar las velas”, tensarlas y tomar el mando para enderezar el barco y darle un rumbo cierto. Y acá empieza una nueva historia, que empezaron a escribir estos muchachos y el Maestro Tabárez. Cierto es que no llegaron a subir al podio en Sudáfrica, el milagro esperado por 3 millones de uruguayos, esta vez no llegó. Pero a la vuelta en Montevideo, los espera otro estrado, otro pedestal. Tengan la certeza que todo el Uruguay los abraza, les sonríe y se compromete a seguir acompañándolos con la misma pasión en ese camino. Se lo merecen. Muchas gracias, de verdad...
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