JULIETA EN PRIMAVERA



El jueves 22 nació Julieta. Al mediodía nació, con el sol brillando alto y un fuerte viento primaveral. Es muy bella. Me permito describirla sin ninguna objetividad, o sea, como se debe: chiquita, menuda, cabecita de manzana por la redondez y por lo rozagante, pelito oscuro, carita de paz, ojitos curiosos, nariz de botón. Tibieza de pan. Bella, delicada y vital. Se parece mucho a sí misma, aunque tiene la ñata de la mami, y la misma piel creo…y los dedos de los pies del papá. Del papá Camilo, que hoy 26 de setiembre, hace 28 años que nació, en el mismo sanatorio que la bella Julieta.

Pasa que pasa el tiempo, rueda que rueda y gira, a veces lento y a veces a los apurones, gira, pasa, rueda y no para y hoy mi hijo cumple sus 28 y disfruta desenvuelto de su paternidad estrenada cuatro días atrás.

Saben que me pasó algo muy curioso. Estábamos esperando el anuncio del nacimiento en una sala de espera, con la abuela Bea y Federico, que es una persona encantadora de las que tengo en mi vida y que resulta ser además de permanente, el mejor amigo de mi hijo Camilo y el padrino de Julieta (no le faltan títulos, juro que se los merece). Conversando, con ansiedad, tratando de distraernos, desmedidos por dentro, controlados por fuera. De repente, desde mi espalda se oyó una voz diciendo: “Bueno, acá estoy, soy Julieta…vengo a conocer a mis abuelas y a mi padrino”. Me di vuelta, me paré y la miré. Envuelta en un primoroso rebozo de telar que tejió mi amiga Martha y trajo con anterioridad desde Chile, manojo de rosas y tonos pastel con un brillo en el medio, que eran su ojos, en medio de ésa su carita minúscula y redonda con gorrito de duende encasquetado y otro vez... sus ojos redonditos y brillosos como una bolita, bien abiertos. Me dejó muda y sin poder dejar de mirarla. Pasaron segundos, no sé cuántos, cuando caí en la cuenta que el señor que la traía en brazos, vestido como un médico que sale del quirófano, era Camilo. No reconocí a mi hijo…solamente vi a Julieta y alcancé a decir “mucho gusto” como lo había planeado. No pasó mucho tiempo, es cierto, pero ese tiempo juro que estuve eclipsada, se paró el mundo, no vi ni escuché más nada, no reconocí caras ni voces ni tonos.

Vi pasar la vida por delante, pero la vida toda, los ayeres, este hoy tan especial y los mañanas. Vi a Camilo envuelto en un rebozo blanco que tejió mi abuela Carmen, en la primavera del 83. Vi a Valentina arriba de mi pecho, vestida de amarillito porque a mí no me terminó nunca de convencer el rosado, en la primavera del 88. Vi  los ojos de mi mamá y de mi papá en esas dos primaveras que hoy se renovaban.Vi al mismo tiempo en los ojos de Julieta, los de Camilo y los de Valen. No porque se parezcan, no sé si se parecerán ni me importa descubrirlo. Si no más bien porque son los tres pares de ojos más lindos y cristalinos que he visto en mi vida. Será que son sangre de la mía, claro. Será que me miro en ellos y me veo. No es lo de “ver por los ojos de otro”, no, no, ni ahí. Bien distintas que tenemos las miradas hoy mis dos hijos y yo. Por suerte. Cada uno con su manera de plantarse, de asumir, de decidir, de creer.

Yo creo en los consensos, me gustan y brego por ellos cuando puedo, pero en este caso, no. Prefiero la diversidad, aunque a veces cueste entenderla. Es un desafío para el amor, doy fe de ello.

Y ahora tengo un nuevo par de ojos en mi vida que me guían no sé bien para dónde, pero seguro que es para adelante y que me enfrentarán a nuevos desafíos.

Julieta…si escribo sobre ella y la veo, la siento, la oigo y la huelo.

Tenemos una vida por delante, hermosa Julieta, con los ojos bien abiertos para seguir deslumbrándonos. Tendremos amore, soles y lluvias, tendremos juegos y canciones, libros y cuentos inventados para vos, guitarras y cds de Los Redondos, playas y arenas para hacer castillos, fríos para apretarnos y estufas cerca, calores para jugar con agua fresca y tendremos, creéme, otras miradas, muchas más, que nos seguirán sorprendiendo y deslumbrando hasta quedarnos mudas...o hasta tontas, como ésta, tu "Lela Clau" que todavía no da crédito de tanto brillo y vida alrededor.

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