Personales eco del Bicentenario
Que si valió la pena el festejo o no. Que si se gastó mucho o poco. Que cómo se eligió la grilla de artistas y por qué. Que por qué no estaban las murgas. Qué sé yo…ni pienso entrar en disquisiciones. No es la idea discutir ni justificar ni nada.
Hoy miércoles 12 de octubre, con el ánimo un poco más sosegado y habiendo dormido lo suficiente, les voy a contar lo que a mí me pasó el 10. Ecos del Bicentenario desde mi claudi@sidad, ja.
Madrugamos, como cualquier día. Acompañé a Charly a la tertulia de “En perspectiva” en “Café Tribunales”. Estuvo bárbara, amena charla en un lindo entorno. Me encontré con amigos, tomé mate y salí corriendo - buscando zafar de la zona de exclusión del Centro - porque Valentina me llamó para que la acompañara al SEMM porque estaba muy dolorida de la espalda. Ay…dije yo, por la espalda de Valentina - que está embarazada de 6 meses y no puede mandarse un Ketofen como hago yo - y por mí…que vengo solicitando a todos y todas los que me rodean que tengan a bien dejarme tranquila y no requerirme el día 10 de octubre de 2011, que asuman que no existo por un día. ¡Es un día! Pero no, no ha lugar: corrida, zona de exclusión, taxis que no existen, aparece un 14 (no está mal…), Valen, SEMM, Diclofenac pomada, uf, vuelta a casa al mediodía.
Encontramos a Charly muy tranquilo, entre que se probaba el atuendo para el espectáculo, hablaba por teléfono y/o cocinaba para nosotras, casi como cualquier día, bah. Valen opinaba sobre el chaleco y yo aprontaba otro mate. A pesar de los teléfonos, que estaban bravos, ambiente distendido.
A las 4 de la tarde me despedí de Charly con besos, abrazos y mis mejores deseos, “nos vemos luego”, y arranqué para el Centro porque yo quería ir a ver “Las Pelotas” y “La Vela” antes de dedicarme a lo importante, o sea “Rumbo”.
Quería eso y más: encontrarme con mi mamá, con Camilo y fia., con Valen y flia., pasar a buscar las invitaciones para familiares por la Sala Zitarrosa y tratar de ver a María José - mi amiga - que cumplía años.
Más “Rumbo” que como dije, era lo único importante en toda mi vida. No si yo no soy normal…eso está claro.
Al cuarto o quinto tema de “La Vela” decidí irme, aquello era too much para mí, me empezaron a inquietar aquellas hordas que venían en “pogo” desde 18 de Julio hacia Galicia, por Av. del Libertador. En el intento de algo que me pareció simple (¡irme!) casi perezco aplastada por la avalancha, porque claro, yo iba exactamente para el lado contrario. La culpa me pesaba más que la mochila: “me van a hacer paté…voy a terminar en un sanatorio…alguien lo va a llamar a Charly, no va a poder cantar…los chiquilines se van a querar matar, yo no tengo derecho a ser tan inconciente”. Pero zafé. Ni sé como. Y salvé de milagro la cámara de fotos. Porque igual saqué fotos…faltaba más.
Me encontré con Camilo, Noelia y Julieta la bella (con sus 19 días), en 18 y Paraguay. Nos contamos las desgracias vividas en los tumultos y arrancamos para la Sala Zitarrosa. Me hice de las acreditaciones (las nuestras y las de todos los demás), tratamos de convencer a mi vieja por teléfono de que no viniera pensando en los desmanes y la multitud - "qué necesidad, lo ves por la tele, Má" -igual vino, así que la esperamos, nos encontramos, Noelia se fue a la casa de una amiga a amamantar a Julieta; Camilo, mi vieja y yo caminamos hacia la explanada de la IM. De paso saqué alguna foto. El celular no paraba de sonar, ya ni atendía a esa altura, total se cortaba y no se oía nada....¿por qué todos tan nerviosos y demandantes? ¿qué les pasa?
Una vez en la IM, investigué por dónde se accedía a la terraza del "piso uno y medio" donde estarían los invitados, para acompañar a mi vieja. Ella “que no, que no hace falta, me quedo contigo”…yo “que no Mamá, que yo me voy a ir para adelante, no quiero estar lejos del escenario, igual "voy y vengo", "voy y vengo"…no te voy a dejar sola todo el tiempo”. Buéh…la convencí y allá quedó. Faltaba bajar y llegar del otro lado de la explanada, al camarín de “Rumbo” para dejar el resto de las invitaciones y darles un beso, verlos vestiditos y todo eso. Fui con Camilo, llegamos, todo bien. Reproches varios porque no había contestado llamadas ni mensajes, “dónde te habías metido”, “en qué andás, desquiciada”, lo de siempre. Y saqué fotos.
Faltaba un buen rato todavía para que empezara la actuación de “Rumbo”, así que vuelta a irme. Esta vez a buscar a Noelia y Julieta y acompañarlas al piso uno y medio. Hecho, fue fácil. De nuevo en la terraza, entreverados entre otros invitados muy “top” me tomé una coca y saludé a algunos conocidos, aprovechando para presentar a la bella Julieta.
Empezó “Rumbo”, grité fuerte, pero claro mi aliento y energía como que no llegaba, estaba más o menos a dos cuadras y de costado. “Para abrir la noche” cantaron y yo ya empecé a lagrimear. Qué emoción. Camilo se dio cuenta y me dijo: “vos querés bajar y estar cerca del escenario, Má…andáte Má, no te quedes acá…es más, yo voy contigo”. “Ok, vamos ya”, dije. Y corrimos. Escaleras, salida, túnel, corrida hasta Ejido, otra más hasta 18, multitud, permiso, permisooooo.
“Rumbo”. Camilo y yo a medio metro del escenario. Y otros familiares de los artistas, claro está. Más Drexler parado al lado de Camilo, meta filmar a “Rumbo”.
Lo demás, solo fue verlos, disfrutarlos y emocionarme. Cantar y bailar casi todo el tiempo, sacar fotos cuando pude y lagrimear una vez y otra más.
Tuve el abrazo apretado de Camilo, como tengo siempre y gracias a Dios. Camilo a mí me entiende todo. Y la mayor parte de las veces hasta sabe en qué o en quién estoy pensando.
Y tenía a Charly adelante mío, tan contento, tan concentrado que nunca me vio, cantando y tocando la guitarra y bailando cuando podía. Y tan contento se lo veía y yo por él y por nosotros.
Y Laura, divina en el centro del grupo, toda fuerza, energía y color - en su voz y en su vestido-, que si me vio, hasta me vio llorisquear cuando cantaban “A redoblar” y me regaló un gesto para mí sola.
Todo “Rumbo” se veía feliz, los seis con ganas, emocionados y tratando de dar lo mejor de ellos mismos. Nos regalaron las canciones que me sé desde hace 30 años, nos condujeron hacia los recuerdos pero más - mucho más - hacia adelante, al presente y al futuro.
Entre risas y abrazos al terminar el espectáculo, nos encontramos con Valen y Mauri que también estaban encantados y felices.
A Valen ya no le dolía la espalda, yo ya me había olvidado del incidente en Av. Libertador, a Camilo no le importaba lo tarde que era y el viaje de vuelta hacia su casa, mi vieja estaba orgullosa, Julieta tranquilísima en los brazos de su mami. Todos felices.
Nos despedimos y empezamos a organizar la vuelta, cada uno hacia su casa.
Me quedé sola y tarareando volví a la explanada para hacer el último intento de ver a María José, con quién nuevamente no me pude encontrar y le sigo debiendo el beso y abrazo de cumpleaños.
Pasè otra vez por el camarín de “Rumbo” a ver si encontraba a Charly y ahí nomás estaba. Nos fuimos, charlando, caminando despacito por Santiago de Chile hacia la Rambla, a conseguir un taxi para volver a casa. Sin parar de hablar ni un momento… Charly diciendo “no grites, te estoy oyendo, estoy acá al lado”, y yo me reía de mi descontrol y hasta del cansancio.
Tengo tanto de qué reírme por estos tiempos…
Hoy miércoles 12 de octubre, con el ánimo un poco más sosegado y habiendo dormido lo suficiente, les voy a contar lo que a mí me pasó el 10. Ecos del Bicentenario desde mi claudi@sidad, ja.
Madrugamos, como cualquier día. Acompañé a Charly a la tertulia de “En perspectiva” en “Café Tribunales”. Estuvo bárbara, amena charla en un lindo entorno. Me encontré con amigos, tomé mate y salí corriendo - buscando zafar de la zona de exclusión del Centro - porque Valentina me llamó para que la acompañara al SEMM porque estaba muy dolorida de la espalda. Ay…dije yo, por la espalda de Valentina - que está embarazada de 6 meses y no puede mandarse un Ketofen como hago yo - y por mí…que vengo solicitando a todos y todas los que me rodean que tengan a bien dejarme tranquila y no requerirme el día 10 de octubre de 2011, que asuman que no existo por un día. ¡Es un día! Pero no, no ha lugar: corrida, zona de exclusión, taxis que no existen, aparece un 14 (no está mal…), Valen, SEMM, Diclofenac pomada, uf, vuelta a casa al mediodía.
Encontramos a Charly muy tranquilo, entre que se probaba el atuendo para el espectáculo, hablaba por teléfono y/o cocinaba para nosotras, casi como cualquier día, bah. Valen opinaba sobre el chaleco y yo aprontaba otro mate. A pesar de los teléfonos, que estaban bravos, ambiente distendido.
A las 4 de la tarde me despedí de Charly con besos, abrazos y mis mejores deseos, “nos vemos luego”, y arranqué para el Centro porque yo quería ir a ver “Las Pelotas” y “La Vela” antes de dedicarme a lo importante, o sea “Rumbo”.
Quería eso y más: encontrarme con mi mamá, con Camilo y fia., con Valen y flia., pasar a buscar las invitaciones para familiares por la Sala Zitarrosa y tratar de ver a María José - mi amiga - que cumplía años.
Más “Rumbo” que como dije, era lo único importante en toda mi vida. No si yo no soy normal…eso está claro.
Al cuarto o quinto tema de “La Vela” decidí irme, aquello era too much para mí, me empezaron a inquietar aquellas hordas que venían en “pogo” desde 18 de Julio hacia Galicia, por Av. del Libertador. En el intento de algo que me pareció simple (¡irme!) casi perezco aplastada por la avalancha, porque claro, yo iba exactamente para el lado contrario. La culpa me pesaba más que la mochila: “me van a hacer paté…voy a terminar en un sanatorio…alguien lo va a llamar a Charly, no va a poder cantar…los chiquilines se van a querar matar, yo no tengo derecho a ser tan inconciente”. Pero zafé. Ni sé como. Y salvé de milagro la cámara de fotos. Porque igual saqué fotos…faltaba más.
Me encontré con Camilo, Noelia y Julieta la bella (con sus 19 días), en 18 y Paraguay. Nos contamos las desgracias vividas en los tumultos y arrancamos para la Sala Zitarrosa. Me hice de las acreditaciones (las nuestras y las de todos los demás), tratamos de convencer a mi vieja por teléfono de que no viniera pensando en los desmanes y la multitud - "qué necesidad, lo ves por la tele, Má" -igual vino, así que la esperamos, nos encontramos, Noelia se fue a la casa de una amiga a amamantar a Julieta; Camilo, mi vieja y yo caminamos hacia la explanada de la IM. De paso saqué alguna foto. El celular no paraba de sonar, ya ni atendía a esa altura, total se cortaba y no se oía nada....¿por qué todos tan nerviosos y demandantes? ¿qué les pasa?
Una vez en la IM, investigué por dónde se accedía a la terraza del "piso uno y medio" donde estarían los invitados, para acompañar a mi vieja. Ella “que no, que no hace falta, me quedo contigo”…yo “que no Mamá, que yo me voy a ir para adelante, no quiero estar lejos del escenario, igual "voy y vengo", "voy y vengo"…no te voy a dejar sola todo el tiempo”. Buéh…la convencí y allá quedó. Faltaba bajar y llegar del otro lado de la explanada, al camarín de “Rumbo” para dejar el resto de las invitaciones y darles un beso, verlos vestiditos y todo eso. Fui con Camilo, llegamos, todo bien. Reproches varios porque no había contestado llamadas ni mensajes, “dónde te habías metido”, “en qué andás, desquiciada”, lo de siempre. Y saqué fotos.
Faltaba un buen rato todavía para que empezara la actuación de “Rumbo”, así que vuelta a irme. Esta vez a buscar a Noelia y Julieta y acompañarlas al piso uno y medio. Hecho, fue fácil. De nuevo en la terraza, entreverados entre otros invitados muy “top” me tomé una coca y saludé a algunos conocidos, aprovechando para presentar a la bella Julieta.
Empezó “Rumbo”, grité fuerte, pero claro mi aliento y energía como que no llegaba, estaba más o menos a dos cuadras y de costado. “Para abrir la noche” cantaron y yo ya empecé a lagrimear. Qué emoción. Camilo se dio cuenta y me dijo: “vos querés bajar y estar cerca del escenario, Má…andáte Má, no te quedes acá…es más, yo voy contigo”. “Ok, vamos ya”, dije. Y corrimos. Escaleras, salida, túnel, corrida hasta Ejido, otra más hasta 18, multitud, permiso, permisooooo.
“Rumbo”. Camilo y yo a medio metro del escenario. Y otros familiares de los artistas, claro está. Más Drexler parado al lado de Camilo, meta filmar a “Rumbo”.
Lo demás, solo fue verlos, disfrutarlos y emocionarme. Cantar y bailar casi todo el tiempo, sacar fotos cuando pude y lagrimear una vez y otra más.
Tuve el abrazo apretado de Camilo, como tengo siempre y gracias a Dios. Camilo a mí me entiende todo. Y la mayor parte de las veces hasta sabe en qué o en quién estoy pensando.
Y tenía a Charly adelante mío, tan contento, tan concentrado que nunca me vio, cantando y tocando la guitarra y bailando cuando podía. Y tan contento se lo veía y yo por él y por nosotros.
Y Laura, divina en el centro del grupo, toda fuerza, energía y color - en su voz y en su vestido-, que si me vio, hasta me vio llorisquear cuando cantaban “A redoblar” y me regaló un gesto para mí sola.
Todo “Rumbo” se veía feliz, los seis con ganas, emocionados y tratando de dar lo mejor de ellos mismos. Nos regalaron las canciones que me sé desde hace 30 años, nos condujeron hacia los recuerdos pero más - mucho más - hacia adelante, al presente y al futuro.
Entre risas y abrazos al terminar el espectáculo, nos encontramos con Valen y Mauri que también estaban encantados y felices.
A Valen ya no le dolía la espalda, yo ya me había olvidado del incidente en Av. Libertador, a Camilo no le importaba lo tarde que era y el viaje de vuelta hacia su casa, mi vieja estaba orgullosa, Julieta tranquilísima en los brazos de su mami. Todos felices.
Nos despedimos y empezamos a organizar la vuelta, cada uno hacia su casa.
Me quedé sola y tarareando volví a la explanada para hacer el último intento de ver a María José, con quién nuevamente no me pude encontrar y le sigo debiendo el beso y abrazo de cumpleaños.
Pasè otra vez por el camarín de “Rumbo” a ver si encontraba a Charly y ahí nomás estaba. Nos fuimos, charlando, caminando despacito por Santiago de Chile hacia la Rambla, a conseguir un taxi para volver a casa. Sin parar de hablar ni un momento… Charly diciendo “no grites, te estoy oyendo, estoy acá al lado”, y yo me reía de mi descontrol y hasta del cansancio.
Tengo tanto de qué reírme por estos tiempos…