Cuando se mueven las raíces
Pasó el ciclón, la tormenta, la lluvia, el viento y el susto.
Se perdieron tres vidas, hay varias personas heridas aunque –por suerte- no de gravedad, 475 todavía evacuados de sus hogares, alrededor de cien mil hogares con dificultades de energía y agua, edificios con deterioros, casas de familia casi totalmente perdidas, cables y carteles rotos por todas partes, demasiados árboles caídos. Montevideo está rara, pero se trabaja para recuperarla. Volaron techos, ramas, marquesinas, faroles y casi se vuela la gente.
Todos recordamos el vendaval que casi nos lleva puestos en 2005. Yo me acuerdo de cada detalle. Era de nochecita cuando empezó la lluvia y el viento. Yo estaba en la casa de mi vieja. Apartamento interno, no se notaba mucho el temporal que arremetía. Decidí irme a mi casa de lo más pancha, a dos cuadras de la de ella y le pedí prestado un paraguas…inocente criatura. Salí hasta la puerta del edificio, abrí y me tiró el viento. Literalmente. Me paré, subí de nuevo y llamé a casa. Le dije a Camilo: “estoy en lo de Yaya, está imposible, ¡no llego viva!”. Camilo dijo: “voy por ti”. Bueh - dije yo- pensando en el Flaco con su un metro ochenta y sus 50 y pocos kilos (mojado). Me acuerdo que me cazó de los hombros y me llevó como a chicharra de un ala. Llegamos bien, evitando ramas y cables, muertos de risa, contándole a Valentina, que estaba sola, esperando, y no se reía nada de nada. Empezamos a armar la cena y a charlar y de golpe, zás, nos abandonó la luz. La tomamos con humor. Camilo bajó de su cuarto la guitarra y ahí estuvimos cantando y riéndonos hasta tardísimo; absolutamente ajenos a lo que estaba pasando afuera, como si nada. Una tormenta grande y nada más. Recién al otro día fuimos concientes de lo que había pasado al ver el estado deplorable en el que había quedado primero el barrio y luego el resto de la ciudad.
7 años después, cada uno de nosotros tiene su casa y su familia; así que a mí la tormenta me encontró en casa (la misma) y decidí rápidamente que no salía ni loca. Charly sí, se fue a trabajar. La cosa empeoraba, el programa de radio de todos los días no hablaba de otra cosa sino del ciclón y de las alertas que iban cambiando de color para empeorar. Me empecé a preocupar. En mi azotea se volaba todo, así que me puse las botas de goma y una campera y subí a rescatar los objetos voladores y a poner a resguardo algunas plantas. Llamé a Valentina solo para asegurarme que ella y Lucas estaban bien. Estaban. Llamé a Camilo y a Noelia. Estaban bien, aunque por la zona este donde viven el agua del arroyo crecía sin parar, caían árboles…estaba complicado. Subieron fotos a Facebook y realmente era para preocuparse. Pero estaban bien. Llamé a mi vieja, para advertirle que no se moviera y que cerrara bien las ventanas, como siempre, dijo “qué exageradas sos”. Llamé a Charly para decirle por qué no se venía para casa, me dijo “no me puedo mover de acá, me lleva el viento, está terrible…tendré que esperar”. Cuando sí pensó que podía salir, los ómnibus habían dejado de pasar, así que se siguió quedando en la oficina hasta que retomaron y puedo llegar, sano y salvo. Hasta las 4 de la tarde estuve siempre mirando tele o Internet y siempre conectada en FB, hablando con amigos, compartiendo información, preocupándome por algunos a los que no les permitían salir de su trabajo y querían irse a sus casas; y por otros, que sí podían abandonar su trabajo pero no tenían cómo volver. Largo rato viendo y compartiendo imágenes, intercambiando opiniones con los amigos, distintas visiones en algunos casos, sobre la logística del asunto. No sobre la gravedad e importancia del evento climatólogico por el que estábamos atravesando. Siempre hay diferentes maneras de ver las cosas, se trate de lo que se trate.
Es una cosa muy fea esta que nos pasó, es menos grave que la de 2005, pero no por eso nos pusimos menos nerviosos y preocupados. No deja una sola cosa buena. Al menos yo reflexiono y no saco una positiva.
Bah, de repente sí. Hay algo. Hubo un rato en el que se pararon todas las rotativas. Todos preocupados por todos. Todos éramos importantes. El que cruzaba la Plaza Independencia agarrado de una cuerda y el que se enloquecía porque se le volaba el techo de la casa o se le caía un árbol al lado. Discriminación: 0. Todas las diferencias hicieron ¡stop! Qué importaba si el vecino es tan distinto a mí si tiene la casa inundada y tiene un bebito de meses! ¡Qué importa si tengo plata o no tengo, si me pude comprar lo que quiero o no, si me disgusté con aquella o con aquel! Lo único que importaba es que todos estuvieran bien. Y seguros.
Al otro día -hoy- sigo pensando, salgo con la cámara en la mano y camino hasta la oficina. Y en mi placita preferida, en la de mi barrio, en la que pasé tardes y más tardes con Valentina y Camilo, con la pelota, con las bicis, con mi mate, con mis puchos…se murió un árbol que no me acuerdo si antes miré con atención. Probablemente no. Hoy sí lo miro con atención. Le saco fotos. Me asombra. Se murió. Sangrando. En rojo. Como apuñalado. Era joven. Me apena.
Es así…será que tienen que pasar algunas cosas para ponernos a pensar en lo que importa. Es así, se precisa el coscorrón en la cabeza. Para ponerme a pensar…”en este estado quedó la ciudad y yo tengo la suerte de estar, de que estén bien mis hijos, mis nietos, mi compañero, mi vieja, mis amigos…de tener casa...¿de qué te quejás, ClaudiaO?…¿de qué?…a ver… decímelo”. Y a mí misma me contesto: "bueno, en realidad, nada...solo que Cami, Noe y Juli, vuelvan a tener luz"... Finalmente feliz... pero humana y demandante...por más que reflexione...
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