Chau Nano, Nano-Nanito


¿Y cómo hago para celebrarte hoy si tengo frío en los pies de verano y tengo sueño en los ojos que no se me duermen?
¿Y cómo hago para creer que yo quise y dije que sí, cómo puedo haber querido yo que vos no estés acá?
¿Qué voy a hacer yo con mi cansancio cuando vuelva a casa y no estés esperándome?
¿Por quién voy a preguntar cuando llame a casa porque estoy lejos?
¿Cómo puede haber creído que te podía sustituir o que sin vos mi vida iba a ser más fácil? ¿En qué planeta estoy que ni me conozco? ¿Qué palabras me salen todo el tiempo sin pensar, qué atropellos?
Desde ayer me sigue la rabia. Me sigue la culpa. La rabia de no saber, la culpa de ser tan pero tan cobarde, tan poca cosa, tan malcriadamente poca cosa yo que no estuve ahí contigo.  Y vos tan íntegro. Pero tan. Te juro, Nano, que te imagino entero, no entregado, y eso que no he preguntado los detalles. Pero yo sé de tu entereza. ¡Cómo me dolés tanto, loco!
Yo tan inteligente, tan racional. Yo  tan gente, vos tan perro. Vos tan viejo, tan sabio, tan instintivo vos en tu perruna existencia. Tan sumiso vos, dador de tantos momentos, de abrazos tibios de lanas blancas y cola girando como molinete.  
Vos tanto silencio, yo tanta palabra. Vos tanta mirada, yo tanto gesto.
Vos me ganaste todas las partidas, Nano.
Me sigue tu ausencia mínima, vieja, insignificante, casi indigna. Poderosa tu presencia en la misma nada. Soberana tu ausencia.
Te veo. Miro y te veo. Te esquivo en el mismo rincón de siempre y como siempre. Me ando con cuidado y cuando llego a la cocina no está tu plato y me tiro a llorar arriba de la pileta. Y otra vez me tiro a llorar. Y Charly te llora también, por mí por vos y por él y porque otra vez todo... la putamadre…
Poderosa y soberana tu presencia como esta lluvia granizada que estrepitosa y loca reventó el silencio de la tarde de sábado. Atronó para que yo pueda llorar fuerte. Para gritar mi culpa. Para agarrarte una vez más en mi falda y no sentir tu quejido porque te duelan los huesos, Nanonanito, mi Nanonanito.
Tu vejez. tu dolor, mi ceguera, mi impulso.
Tu vida, la mía, la de los dos juntos estos dieciséis años en los que los nenes fueron chicos, medianos, grandes y muy  grandes. Pero vos y yo, para verlos, sostenerlos y acaso moverles la cola al unísono. O para ladrarles.
Quizás me recupere si es que puedo entender que estabas cansado, que cualquier esfuerzo lo hacías solo para mí, para no sentirme y verme tan desolada. Tan eternamente desolada en medio de todas mis compañías.
Quizás me recupere si puedo  soñar una sola vez, por favor, una vez sola.... con el calor de tu cuerpito en mis pies y esa pelea eterna de vos acomodándote e invadiéndome y yo defendiendo mi territorio y dejándote. Mis pies y tu calor. Nuestra pelea amistosa, diaria y nuestra.
Y yo dejándote. Dejándote porque sos tan chiquito y tan polenta.
Sí, Nano, te dejo…te dejo…te dejo,  como dice Nahual, “y porque sos calor, quemo las trampas”, yo por vos  y tu calor, quemo las trampas loco…


Comentarios

  1. Claudia, amiga te acompaño tu dolor con lágrimas en los ojos por tu querido Nano, que no se fue... que no se van... siempre están con nosotros, fieles hasta el hartazgo, corazón con corazón. Y seguro que una noche de estas lo sentirás corriéndote los pies en tu cama, en señal de perdón y agradecimiento por los años convividos y por aliviar su dolor.

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  2. Gracias, amiga, aprecio tus palabras, muchas gracias de veras! beso enorme que cruce el charco!

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  3. Con un nudo en la garganta, te abrazo Clauducha.

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