No es cualquier bazar...


Hace días que son días movidos. Ágiles, de los que se pasan “fiuuu” volando.
Ando “volando” con amigos y amigas y familia y laburo y de todo. Visitantes, encuentros, movidas laborales, familiares, de todito…
Al agite que comento, se suma un nuevo emprendimiento que me tiene entusiasmada. Tiene un lindo nombre, se llama “Bazar de palabras”. Defina “bazar”: tienda donde se venden mercancías diversas. Pero de palabras: eso es lo diverso, las palabras.
En este proyecto las palabras serán y ya lo son, diversas. Tienen su seña, su impronta, su voz o su marca. Son bien distintas y ahí está el valor. Se trata -para resumir- de vender palabras o decires. Si hay algo para decir, si hay una historia para contar, nosotros te la escribimos. Es decir, vos primero hacés tu elección y decís quién querés que te lo cuente. ¿Y esto por qué? ¿Porque algunos somos preclaros y sabemos decir o escribir? No, no es por eso.
Porque vos tenés una forma de decir y se te puede antojar la forma que tiene otro/a. La historia es la tuya, o la que vos quieras hacer tuya. Y no es mala idea que elijas una voz, unas letras, un carril que conduzca tu relato.
Es como mandarte a hacer una mesa. Tenés la mesa en la cabeza, el tamaño, el color, la madera, el diseño. Pero no te querés andar complicando con el bricolage y menos esperar a que se le ocurra a “Utilísima” dar la receta. Tenés un carpintero en el barrio que más que carpintero, es un artesano. Y entonces vas y le decís como hice yo… te lo cuento acá mismo: “mirá, yo tengo este pie de una vieja máquina de coser que me compré en la feria, y después me compré unos tablones demasiado anchos y largos, viejos, gastados… y quiero cortar los tablones, que estén unidos pero con una separación que se note, que los dejes prolijos pero no tanto, que se note que son viejitos y que me armes una mesa así, ¿te animás?” . Y el carpintero, ¡chocho! Bueno, igual. ¿Me explico?
A mí me parece un buen proyecto. Me entusiasma decir para otros y salir un poco de mi ombligo.
No serán mis historias, ni mis opiniones. Son las tuyas. Yo te doy mis letras nomás. Primero me pongo en tu lugar y te conozco un poco. Después lo digo con mi voz, como si fueras vos. Yo te interpreto, ponele.
Tendremos un contrato tácito. Vos me contás a mí y yo cuento para vos, con el respeto absoluto de los actos y con mi voz o mi forma de decir. Es casi como con la música, es una cuestión de “oído”…yo me animo a interpretarte y mis socios, también. Distintos todos y todas, pero todos aplicados y concentrados en “leerte”.
Yo y mis letras en clave de vos…se entiende, verdad?
Lo esencial, es la historia. Es tu fragmento, que solo vos conocés y vas a compartir conmigo para luego sacar una forma de él. No es transformarlo, es decirlo nomás.
Como siempre que hay letras de por medio, lo relevante es la anécdota, la historia, la circunstancia.
Tu relato es el que manda, yo apenas tengo algunas herramientas para ponerlo en renglones.
Te puedo prestar algunas palabras enredadas, puedo desmadejarlas un poco para vos, yo soy el marco, el retrato es tuyo…porque escribir es un mundo propio pero el mundo siempre es compartido, o no?

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