¿Letras, imágenes o las dos?
Quiero escribir algo sobre la fotografía que es la nueva pasión de mis días. Sobre el espacio que la fotografía ocupa en mi vida y sobre lo que me pasa con eso, que es felicidad pura a veces y otras veces es culpa. Lo tengo que explicar.
Yo soy una mujer de letras desde que no era mujer, era niñita. Aprendí a leer en mi casa y cuando entré a primero de escuela me aburría mucho porque ya me había leído el libro de primero y varios más. Tengo como un desmadre innato con la lectura. No puedo parar. O sea, nunca pude parar. Ahora que soy grande, tampoco paro de leer ni de comprar libros. Obsesiva. Impulsiva. Al barrer. Quiero todo y si algo no sé y no leí, si escucho de un autor que es famoso y nunca leí, primero me enojo y me grito “¡pero serás burra!”, después busco, investigo, compro y leo. Incorporé la literatura a mi cotidiano, así de sencillo. Compro leche descremada y libros.
Estudié letras cuando pude y me enamoré otro poco más, si es que era posible.
Hace unos años atrás empecé a sacar fotos. Con una camarita que no valía ni la pena pero que me entusiasmó en la actividad misma. Y quise saber cómo era el asunto y me anoté en un curso. Y en otro y en otro más. Y me regalaron una linda cámara hace un año y pico. No paro de sacar fotos.
Descubrí que me hace feliz. Saco fotos de todo. De gente, de lugares, de momentos, de muros, de obras de arte, de calles, de playas, de puertas y rejas, de ferias, de amontonamientos, de eventos, de lechugas…de cualquier cosa.
Esa es la parte de la felicidad. No me da pereza tomarme un ómnibus y viajar media hora para ir a sacar una foto de un grafiti, para nada me da pereza, más bien me entusiasma el día desde que lo planeo a las 8 y poco de la matina.
Y me entusiasma tanto que cuando vuelvo, en otro ómnibus, no puedo esperar a llegar a casa y abro la mochila, saco la cámara y me pongo a husmear las fotos que saqué. Desquiciada.
La parte de la culpa que me agarra es que el entusiasmo y la alegría que me da hoy sacar fotos y verlas luego y subirlas/compartirlas y esperar los comentarios…raramente me la da un libro. Y como soy mujer de letras no de imágenes, me da culpa.
Me ha dicho alguien que no son incompatibles mis pasiones, que no ha lugar sentirse mal.
Puede ser que tenga razón pero yo arrastro la culpa en mi propia mochila, junto con la cámara.
Me sigue gustando mucho leer. Escribir me gusta bastante también.
Sacar fotos me encanta porque todos los días o casi todos, algo pasa que me anima, me impulsa a cargar la cámara, a ir, a ver, a participar y a dejar después alguna imagen mínima que da cuenta del momento, del sentimiento, de la mirada, de imaginarme el compartir. Del momento que es tan único, tan imposible de volver a vivir si no fuera porque por ahí, anda una foto, que algo de eso pudo asir para luego repetirse y repetirse y repetirse. La reproducción rápida y al alcance de todas y todos.
Las fotos crean discurso, no solo documentan, sino que ejemplifican y conectan fácilmente con la realidad.
Es muy singular el logro de las fotografías. Tiene formato comunicador en un vehículo rapidísimo y especial. Las imágenes se nos quedan prendidas de la retina y de la memoria, sin necesidad de pensar mucho ni “cambiar el foco”.
De hecho, ahora que lo escribo, me doy cuenta que las letras logran lo mismo.
Pero la imagen es más fácil de asir, se queda impresa con poco esfuerzo. Aunque las letras también…
Y así, hasta sucumbir, me debato entre pasiones.
Una vieja y una nueva. Los libros, mi cámara. Las ganas de leer y las ganas de irme a algún lado a sacar fotos.
Capaz mi amiga tiene razón y no son incompatibles. Maybe…yo qué sé.
A veces me asusta un poco pensar en las pasiones que son el motor de mi vida…y en las que se me pueden seguir sumando…porque el futuro es bien incierto, aún cámara y libro en mano, puedo ser que algún día termine obsesionada con la meditación trascendental o la orfebrería….pst…vivir para cambiar, para crecer y descubrir.
Para seguir apasionándose en cada intento de conocer el mundo, el propio pero sobre todo, el ajeno.
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