Muy viernes cualquiera

Hoy hay algo que me entusiasma.
La mente es maravillosa y está llena de recovecos que nos tiran para adelante o para arriba, que en este caso viene a ser lo mismo.
Queja, dolor, desagrado, desacuerdo, discordia, preocupación, ganas de putear a alguien en la misma cara y mientras la mente, zás, te manda un: “es un día espléndido, es viernes, salió el sol”. O “¿y por qué no te ponés tal pantalón con tal buzo que queda fenomenal?” y ¡fah!, se te olvida la puteada, el dolor, el desagrado, la queja…aunque sea en ese momento, aunque las tempestades o lloviznas de tu recurrente pensamiento, sean volvedoras.
A mí me entusiasma este viernes. Que es como cualquier viernes. ¿Cuántos viernes llevo por acá? Miles. ¿Y si hago la cuenta? La hago: 2496 viernes. Muchos.
Este de hoy no tiene nada de especial. Si no fuera porque salió el sol un buen rato después de tantos días grises; si no fuera porque ordené mi oficina recién pintada y quedó todo divino y muy prolijo; si no fuera porque me fui a tomar mate con mi vieja, comimos tostadas con queso de untar y chusmeamos de lo lindo; si no fuera porque llegué a casa y Charly estaba tan bien como siempre contándome cosas, resolviéndome más y cocinando para los dos; si no fuera porque no tengo apuro; porque no estoy tan cansada; porque mañana es sábado y no hay que madrugar ni decidir quién se baña primero; porque están las dos estufas prendidas y me envuelve un aroma a guiso capaz de consolar casi cualquier cosa; porque tengo diez libros empezados pero mañana voy a volver a agarrar “Rayuela”… si no fuera tan viernes y si no fuera que siempre, los siete días de la semana todo cuesta tanto, todo es tan difícil, este asunto de vivir y permanecer tan complicado, si no fuera por todo eso y si siempre fuera viernes…capaz no me ponía tan contenta este viernes de fines de mayo de un año cualquiera que nada tiene de peculiar, sólo que es mío, como los otros 2495, que son lo que tuve o tengo, pero este es distintamente mío.

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