Sobre el odio (esta va en serio) y el discurso del Dr. Canessa
Ayer escribí una nota —tipo listado— mencionando cosas que odio, entendiendo “odio” por esa manera habitual que tenemos de expresar las cosas que no nos gustan o nos molestan. Como cuando pegamos un grito una mañana de frío: “¡odio tener que salir de abajo de este acolchado!” y en realidad sólo estamos expresando que es una pena que no sea domingo o que haga tanto frío y llovizne. De hecho, todos nos ponemos contentos de estar despiertos, vivos y teniendo frío. De tener que salir e ir a trabajar. De poder hacerlo, digamos.
Ni se me ocurrió explicarlo. Por el tenor nimio de los aspectos que mencioné, me parecía evidente, que eran “odios circunstanciales”= “molestias” y que quienes me conocen y leen, así lo iban a entender.
Pero hoy me puse a pensar en el odio, en serio. Que nada tiene que ver con las huevadas que listé ayer, como reventar el compacto recién comprado contra el piso.
El odio en serio, creo que ni sé cómo se siente. Rabia y enojo sí sé, impotencia también. Miedo, indudablemente. Pero odio, aversión, repulsión, ganas de destruir… no creo que me haya acompañado alguna vez.
Lo escuché a Alejandro Dolina recién hablando de odio y de tráfico de odio y creo que hizo —como siempre— una buenísima interpretación de sus consecuencias.(http://www.espectador.com//noticias/265338/dolina-recomendo-a-lanata-no-traficar-mas-con-el-odio?id=265338&sts=1)
Cuando el odio se enquista, enferma todo lo que está alrededor.
Cuando el odio está presente en la sociedad en la que vivís, es harto difícil remontar semejante circunstancia.
No me voy a meter a comentar lo que está pasando en la sociedad argentina, sencillamente porque no me corresponde. Vivo enfrente. Conozco lo que pasa del otro lado del charco, voy a cada rato, me importa y me informo.
Pero vivo acá y bien metida en esta realidad, que aunque suene a "chiquitez", es la mía y es la que más me importa.
Y acá pasan cosas que pueden ser, si no odio consustanciado, señales de aparición.
Como el discurso de Canessa, el ex sobreviviente de la tragedia de los Andes, que ahora parece ser un sobreviviente en Montevideo y por suerte, en pleno Carrasco.
Sus dichos e imaginarme a sus circundantes diciendo y pensando como él, me ponen a reflexionar.
Cuando una persona tan destacada (por lo que fuere, y no voy a hacer un chiste aquí y ahora de cómo sobrevivió en medio de la nieve de la Cordillera), tan privilegiada en cuanto a su forma de vida, nivel social, cultural y económico habla con esa liviandad de las otras personas que están distanciadas socialmente de él…bueno, cuidado. Por lo menos.
Cuando los que son, piensan, viven tan distinto y tan lejos de gente como él (Canessa) le provocan tanta desconfianza y escozor como para advertir a sus vecinos sobre ellos, cual si tratara de una plaga…cuando sugiere con astucia, identificación y atención compartida con redes de celulares si en el entorno hay personas “que no pertenecen”… son distintas a él…son lejanas a él y a sus vecinos, ¿acaso pobres?, cuando la discriminación es tan claramente grosera y evidente…bueno, pongamos un poco de atención.
Si se paran desde tan alto pedestal para denostar todo lo que se mueve y/o respira con otro ritmo, si el riesgo lo siente en todos lados, si los miedos se le transforman en paranoia y si su discurso se amplifica y es tan vinculante…y si a nosotros, el enojo nos vuelve repetidores de estas formas de arengar y de estos contenidos…me parece que estamos ante la presencia de alguna forma de odio que se trata de expandir.
Capaz que me equivoco, pero creo que si esto no es el odio, le pega en el palo.
Y ojo con el tráfico de este nefasto sentimiento, como dijo Dolina.
Vamos a no dejarlo pasar. Vamos a no mirarlo como una anécdota más.
Que el odio crece en forma desmedida y los ejemplos cunden demasiado rápido.
Ojo con este sentimiento que pueda enfermarnos y enfrentarnos insalvablemente. Ojo con dejarnos derrumbar.
Es tan jodido como la peor de las enfermedades, pero cuando se instala, no hay -ni siquiera- quimioterapia.
Ni falta que hace rematar la nota con un ejemplo de los que abundan. Todos sabemos de qué estamos hablando.
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