Por ser tan Tony
Gandolfini no se murió de un infarto.
Se murió de ser tan Tony.
Se murió de su mayor personaje y adentro de él.
Se murió del estrés de ser Tony. De ser tan buen tipo y tan hijodeputa. De ser tan egoísta y tan buen amigo, padre y marido. De estar tan solo y tener tanta familia alrededor. De tener y no tener. De eso se murió.
De la ambigüedad de Carmela que estaba harto enamorada del cura.
Se murió por las uñas de Carmela que siendo bellas y cuidadas, a cualquiera atemorizan.
Se murió por sus hijos que sabían pero no querían saber y menos entender.
Se murió por sus compañeros que respetaban solamente su jerarquía.
Se murió porque entendió en qué lugar estaba cuando miraba partir la bandada de gaviotas que se alejaba en el cielo. Se murió de la tristeza de dar tanto y tan poco.
Se murió por la soledad en la que lo dejaban sus ataques de pánico. Por su propia inmovilidad.
Se murió porque la terapia a la que acudió, lo único que hizo fue complicarle la vida un poco más mientras se enamoraba de su terapeuta.
Gandolfini/Tony Soprano se murió por enorme, por sobrepasadamente enorme.
Se murió por devorar tanto “cannoli” con mueca a las 5 de la mañana y después de matar a tres tipos.
Se murió por su madre que no quería entenderlo, por su hermana que sabía todo y ponía cara de linda.
Se murió por abrir el diario de cada día enfundado en su bata y por mirar su piscina sucia y llena de hojas secas. Y por la falta de ganas de limpiarla. Por eso.
Gandolfini se murió por eso.
Por habérsela creído y ser tan Tony.
Qué pena me da su ausencia. El vacío que deja su tan Tony/Gandolfini y su habano... en mi vida y en la de tantos.
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