Mala onda

Hay mañanas que me levanto y de entrada nomás me doy cuenta que el mundo está girando sobre su eje, todo en su lugar… Acto seguido de poner un pie (el derecho en primer lugar...) adentro de la zapatilla constato la cotidianeidad más absoluta y tranquilizadora: me olvidé de dejar enchufado el calefón la noche anterior y en la cocina se me queman las tostadas, mientras me voy jurando (en vano y por lo más sagrado) que esas pavadas no me van a influir y voy a lograr llegar en hora a donde sea que tenga que ir. Alguien podrá decir que estos son inconvenientes para comenzar un día. Para mí son parte de mi rutina…no me mueven ni un rulo y transito entre ellos como si nada, hacia la actividad siguiente.

Están los otros días, en que sin ningún aviso ni miramiento del destino, los acontecimientos me atacan. Es un desacierto atrás de otro…y no me vengan con que son casualidades…no es posible…hay algo o alguien que confabula para amargarme la existencia a más no poder…algún tipo de conspiración de mala onda que se arma contra mi humilde persona…

No estoy hablando de problemas serios, esos no cuentan para el relato, sino los otros, los que después veo de lejos y me río, pero en el momento… “te querés matar”. Por ejemplo: ¿puede ser que voy a prender la estufa el día más frío de este incipiente invierno y se me acabó el gas y acto seguido me dirijo a prender la cocina para hacerme la leche y lo mismo? ¿Será de Dios? Nah…sumále que seguro es fin de mes y no tengo 600 pesos para reponer las dos garrafas, ni aunque rebusque en la cajita de las monedas, y por si lo económico ya no condicionara lo suficiente… ya me tengo que ir a trabajar y no me daría el tiempo de esperar que llegue el señor garrafero…O sea que tiritando de frío, me pongo 3 buzos y me voy al laburo sin tomar el café con leche, tarareando por la calle: “soy feliz, soy feliz, vamos que la vida es una fiestaaaaaa”…

Estos días me ha venido pasando de todo, como para no aburrirme: al salir de casa, me guardé en el bolsillo la tarjeta del STM con $200 y perdí ambas cosas antes de llegar a la parada; le fui a dar un pedacito de galleta a la gata de una amiga y me arañó dejándome 10 lindos y ardorosos rayones de recuerdo, perdí el cable USB de la cámara de fotos y después de dar vuelta la casa, lo encontré en un bolsillo de mi mochila y para completar el escenario…mirá lo que me pasó: el domingo a las 7.45 am, sonó el teléfono. Atendí dormida pero ya en alerta, pensando que nada bueno podía ser, un domingo y a esa hora. Era un señor, que primero saludó muy amable, y después me dijo que llamaba por el aviso que había salido en el “Gallito Luis” solicitando albañiles, oficial y medio oficial. Cuac! Como pude, balbuceé: “No, mire… debe de haber algún error en el número, acá es una casa de familia y no pusimos ningún aviso”…”Adiós, Adiós”. Me enganché de nuevo a la almohada, para intentar dormir otro ratito. No fue posible. Hoy es martes y todavía el teléfono no paró de sonar. El domingo entre 90 y 100 veces…el lunes, 15 llamadas atendidas y 36 mensajes en mi contestador. Eso sí, podría ser peor: ayer llamé al diario explicándoles lo que había pasado, para que al menos arreglaran el error en la web y también para que le avisaran al infeliz que puso el aviso, que había un montón de interesados en su oferta laboral, solo que todos me habían llamado a mí.

Menos mal que me dio por llamar al diario, el tipo había contratado el aviso por cuatro domingos consecutivos! Imagináte! Además no solo conseguí el número correcto y ahora doy la información precisa a los que atiendo (ya estoy adquiriendo una actitud que sería muy bien evaluada en un “call center”), sino que cambié el mensaje del contestador, para que nadie se quede sin conseguir laburo por mi culpa. Esto se llama “servicio a la comunidad”… y en tiempo real, eh?

En fin…si las cosas están mal, todavía pueden estar peor, así que no me quejo. La mala onda existe y lo inexplicable, también sucede.

Y si no que le pregunten a los aquincenses (son los que viven en Budapest, Hungría, no sabías???) que el otro día les llovieron ranas, sí, ranas!, yo lo leí en Montevideo.com, si no me creés, buscá la nota!.

Si es cierta la ley de Murphy: “si dos cosas pueden salir mal, ocurrirán al mismo tiempo”, entonces rescato lo positivo: menos mal que yo no vivo ahí… porque seguro, seguro, que me agarra sin paraguas! Puáj!