KEEP GOING
Me pidieron que relatara un momento inolvidable vivido con una amiga, o sea que esta nota tiene un cometido especial, pero me voy a amparar en el libre albedrío y voy a contar más bien una rutina que tengo con una de mis amigas del alma, estableciendo desde ya, que no por ser habitual, deja de tener el valor de ser inolvidable, lo que le da status suficiente para ser contada. Majo y yo somos amigas desde hace más de 20 años.
En primer lugar haré una breve descripción de ambas. Yo soy una mujer activa. Majo es hiperactiva (¿o hiperquinética?). Yo tengo muchas ocupaciones. Ella vive casi al borde del ataque de nervios por las diversas actividades: laborales, familiares y propias. Yo soy solidaria con mi entorno. Ella es la Madre Teresa de Calcuta en versión local. O sea, somos parecidas…pero ella está como potenciada... Podría seguir enumerando, pero estos datos me parecen suficientes para ubicarlos en el contexto.
La rutina que mencioné al principio, es la siguiente: cuando coordinamos un encuentro, ella se ofrece para pasar a buscarme en su auto (lo cual ha generado nuevos apodos para ambas: yo soy “Miss Daisy” y ella es “Morgan Freeman”). Ella pregunta: “¿Te paso a buscar entonces?” y yo digo” ¡Más bien!”. Casi siempre la idea es tomar un café en algún boliche o alguna actividad por el estilo, de esas que favorecen el diálogo. Pero casi siempre sucede que cuando llega me dice: “Ah, primero tengo que dar unas vueltitas, sabés?...unos mandaditos…nada…es un minuto…me acompañás, no?...y después nos sentamos tranquis a charlar, ¿te parece?”. “¡Sí, claro!”, digo yo. Y ahí comienza el periplo.
Pasamos la tarde entera en el auto, como una “mosqueta”, o sea de aquí para allá, recorriendo Montevideo de este a oeste y charlando sin ton ni son, entre los improperios de otros conductores, las respuestas de Majo a esos señores (ella nunca se calla una opinión), las interrupciones de los celulares y las preguntas y/o comentarios acerca de nuestro recorrido definiendo, en forma conjunta, por qué calle ir. Aún en medio de ese caos, Majo se da maña para ponerme al tanto de los acontecimientos: los suyos y los de su familión…y bastante al detalle, por cierto. Salta de un tema al otro permanentemente, eso sí…pero yo la entiendo… porque tiene puesta la atención en varias cosas al mismo tiempo: manejar correctamente, atender el celular, contarme su vida, tratar de saber algo de la mía, decidir cuál mandado es el que sigue, respetar el itinerario inicial, elegir el camino más corto y tratar de recordar para qué lado está la flecha de la próxima bocacalle porque hay que doblar. ¡Es un viaje!
Yo (“Miss Daisy”) soy copiloto, así que la llevo fácil: casi siempre voy cebando mate, haciéndole alguna pregunta que la focalice en tema, salpicando comentarios o dando alguna indicación sobre el tránsito (innecesaria y siempre a destiempo, lo que la enloquece…). Mientras ella baja y sube “n” veces del auto y va tachando en la agenda lo que ya hizo, yo quedo de guardia, para no andar abriendo y cerrando el auto en cada parada y para hacer el aguante por si acaso aparece un inspector desubicado que diga que ahí no se puede estacionar (o sea…para llorarle la milonga al tipo…). Cada tanto y en esa actitud de niña caprichosa que no abandono (a pesar de mis años), la fastidio preguntando: “¿Y ahora cuánto falta?”. Ella se ríe y me dice: “no seas impertinente, querés?...dale…¡cebáme un mate, Miss Daisy!”.
A veces se aviva que va pasando el tiempo y no le he contado una sola palabra de mi vida…entonces arranca como un motor, reclamando: “¿Y tus cosas? ¿Cuándo me vas a contar algo? ¿Qué novedades tenés?”. Ni bien le empiezo a tirar algún pedacito de historia…algo pasa que interrumpe…un semáforo, un celular que suena, una frenada…así que le digo: “yo, nada…todo bien…después cuando nos sentemos tranquilas, te cuento”. “Sí, sí…claro, mejor… tenés razón”, dice comprensiva.
A veces, terminamos bolicheando en algún sitio o tomando un café con leche en su casa o en la mía para completar la tertulia… las más de las veces, se nos fue el tiempo que teníamos y el encuentro queda por ahí. Pero de un modo u otro, aprovechamos el tiempo y logramos pasar la tarde juntas, compartiendo vida. ¡No me parece poco!
Casi siempre al despedirnos, a ella le agarra como un estado de insatisfacción y cuando estaciona el auto en la puerta de mi casa, dice: “¡Al final no me contaste casi nada!...cómo sos, che…esta noche te llamo y me contás todo, eh?”. Y yo de nuevo digo, “¡Sí, claro!”, porque bien cierto es que una media hora al teléfono, si se le saca el jugo y los dioses colaboran para que reine la paz en el hogar, permite dar un panorama bastante completo de situación.
Así que nos despedimos…abrazo, beso, más la promesa de vernos la semana próxima “en una tranqui”. Claro, me encantaría…pero sé de sobra lo que va a pasar cuando me llame para invitarme a tomar un cafecito y me pregunte: “¿Querés que te pase a buscar?”. Quién sabe a dónde nos llevarán los caminos de la vida en la próxima salida… iremos de Shopping, pasaremos por la tintorería o retiraremos los análisis en la mutualista…pero otra vez “cambiará la tarde de color y levantaremos vuelo” como dice la canción…lo que sea… yo tengo el personaje de “Miss Daisy” bien incorporado y me divierten mucho esas locas tardes recorriendo Montevideo y conversando desordenadamente con “Morgan Freeman” que es, como ya dije antes, una amiga del alma. Estoy segura que si Johnny W. tuviera el placer de conocer a esta dupla que conformamos, acomodaría su frase para decirnos: “Ladies: keep going…and driving!”
Me pidieron que relatara un momento inolvidable vivido con una amiga, o sea que esta nota tiene un cometido especial, pero me voy a amparar en el libre albedrío y voy a contar más bien una rutina que tengo con una de mis amigas del alma, estableciendo desde ya, que no por ser habitual, deja de tener el valor de ser inolvidable, lo que le da status suficiente para ser contada. Majo y yo somos amigas desde hace más de 20 años.
En primer lugar haré una breve descripción de ambas. Yo soy una mujer activa. Majo es hiperactiva (¿o hiperquinética?). Yo tengo muchas ocupaciones. Ella vive casi al borde del ataque de nervios por las diversas actividades: laborales, familiares y propias. Yo soy solidaria con mi entorno. Ella es la Madre Teresa de Calcuta en versión local. O sea, somos parecidas…pero ella está como potenciada... Podría seguir enumerando, pero estos datos me parecen suficientes para ubicarlos en el contexto.
La rutina que mencioné al principio, es la siguiente: cuando coordinamos un encuentro, ella se ofrece para pasar a buscarme en su auto (lo cual ha generado nuevos apodos para ambas: yo soy “Miss Daisy” y ella es “Morgan Freeman”). Ella pregunta: “¿Te paso a buscar entonces?” y yo digo” ¡Más bien!”. Casi siempre la idea es tomar un café en algún boliche o alguna actividad por el estilo, de esas que favorecen el diálogo. Pero casi siempre sucede que cuando llega me dice: “Ah, primero tengo que dar unas vueltitas, sabés?...unos mandaditos…nada…es un minuto…me acompañás, no?...y después nos sentamos tranquis a charlar, ¿te parece?”. “¡Sí, claro!”, digo yo. Y ahí comienza el periplo.
Pasamos la tarde entera en el auto, como una “mosqueta”, o sea de aquí para allá, recorriendo Montevideo de este a oeste y charlando sin ton ni son, entre los improperios de otros conductores, las respuestas de Majo a esos señores (ella nunca se calla una opinión), las interrupciones de los celulares y las preguntas y/o comentarios acerca de nuestro recorrido definiendo, en forma conjunta, por qué calle ir. Aún en medio de ese caos, Majo se da maña para ponerme al tanto de los acontecimientos: los suyos y los de su familión…y bastante al detalle, por cierto. Salta de un tema al otro permanentemente, eso sí…pero yo la entiendo… porque tiene puesta la atención en varias cosas al mismo tiempo: manejar correctamente, atender el celular, contarme su vida, tratar de saber algo de la mía, decidir cuál mandado es el que sigue, respetar el itinerario inicial, elegir el camino más corto y tratar de recordar para qué lado está la flecha de la próxima bocacalle porque hay que doblar. ¡Es un viaje!
Yo (“Miss Daisy”) soy copiloto, así que la llevo fácil: casi siempre voy cebando mate, haciéndole alguna pregunta que la focalice en tema, salpicando comentarios o dando alguna indicación sobre el tránsito (innecesaria y siempre a destiempo, lo que la enloquece…). Mientras ella baja y sube “n” veces del auto y va tachando en la agenda lo que ya hizo, yo quedo de guardia, para no andar abriendo y cerrando el auto en cada parada y para hacer el aguante por si acaso aparece un inspector desubicado que diga que ahí no se puede estacionar (o sea…para llorarle la milonga al tipo…). Cada tanto y en esa actitud de niña caprichosa que no abandono (a pesar de mis años), la fastidio preguntando: “¿Y ahora cuánto falta?”. Ella se ríe y me dice: “no seas impertinente, querés?...dale…¡cebáme un mate, Miss Daisy!”.
A veces se aviva que va pasando el tiempo y no le he contado una sola palabra de mi vida…entonces arranca como un motor, reclamando: “¿Y tus cosas? ¿Cuándo me vas a contar algo? ¿Qué novedades tenés?”. Ni bien le empiezo a tirar algún pedacito de historia…algo pasa que interrumpe…un semáforo, un celular que suena, una frenada…así que le digo: “yo, nada…todo bien…después cuando nos sentemos tranquilas, te cuento”. “Sí, sí…claro, mejor… tenés razón”, dice comprensiva.
A veces, terminamos bolicheando en algún sitio o tomando un café con leche en su casa o en la mía para completar la tertulia… las más de las veces, se nos fue el tiempo que teníamos y el encuentro queda por ahí. Pero de un modo u otro, aprovechamos el tiempo y logramos pasar la tarde juntas, compartiendo vida. ¡No me parece poco!
Casi siempre al despedirnos, a ella le agarra como un estado de insatisfacción y cuando estaciona el auto en la puerta de mi casa, dice: “¡Al final no me contaste casi nada!...cómo sos, che…esta noche te llamo y me contás todo, eh?”. Y yo de nuevo digo, “¡Sí, claro!”, porque bien cierto es que una media hora al teléfono, si se le saca el jugo y los dioses colaboran para que reine la paz en el hogar, permite dar un panorama bastante completo de situación.
Así que nos despedimos…abrazo, beso, más la promesa de vernos la semana próxima “en una tranqui”. Claro, me encantaría…pero sé de sobra lo que va a pasar cuando me llame para invitarme a tomar un cafecito y me pregunte: “¿Querés que te pase a buscar?”. Quién sabe a dónde nos llevarán los caminos de la vida en la próxima salida… iremos de Shopping, pasaremos por la tintorería o retiraremos los análisis en la mutualista…pero otra vez “cambiará la tarde de color y levantaremos vuelo” como dice la canción…lo que sea… yo tengo el personaje de “Miss Daisy” bien incorporado y me divierten mucho esas locas tardes recorriendo Montevideo y conversando desordenadamente con “Morgan Freeman” que es, como ya dije antes, una amiga del alma. Estoy segura que si Johnny W. tuviera el placer de conocer a esta dupla que conformamos, acomodaría su frase para decirnos: “Ladies: keep going…and driving!”
Hola Claudia, una vez más, un placer leerte. Con el mundial y las obligaciones porteñas concluidas, creo que estoy en condiciones de tomarnos unos mates con bizcochos cuando tengas ganas. En general trabajo en casa, así que, salvo algunos días, tengo los horarios bastante flexibles. ¿Cómo lo ves?
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