Efecto manicomio



7.30 a.m. y se prende la tele. Aparece Larrañaga, en una arenga movilizadora de impecable dicción, felicitando al Ejecutivo por los acertados cambios en el Ministerio de Economía. Encantado el tipo, destaca el espíritu unitario y la voluntad fraterna del partido de gobierno. “Si vos decís”…

Otra noticia: el domingo algunos inadaptados que no son los de siempre sino que son otros, se encargaron de romper buena parte del Estadio Centenario mientras festejaban. Pero como son otros, piden disculpas, se ofrecen a arreglarlo sin costo alguno y están pidiendo permiso para empezar las obras. Los materiales los pagarán ellos con una colecta que previamente realizarán, batiendo alcancías por las calles de Montevideo…alcancías, éstas, a las que les parecerá mentira las cosas que ven...

“’Toy quedando chota del todo”, dije, y me levanté en un arranque. Le dije “buen día” al perro con una simpática y prominente patada.

“Qué frío que hace, loparió” fue lo segundo que dije…y me puse una musculosa mientras iba al baño y prendía el ventilador de pie para caldear el ambiente.

“Yo lo que estoy es cansada, esto es stress, cualquier lo sabe…tengo que desayunar bien para encarar con fuerza” así que me hice un mate que me quedó asqueroso porque la yerba no llegó a hinchar y el agua estaba tibiona, me tomé dos, a cual peor, y me seguí demorando en apurarme.

La llave me encontró y pude cerrar y abrir como corresponde, o sea, en ese orden.

Antes de partir, la bufanda colgada en el perchero me miró cariñosa e intentó enroscarse en mi garganta, pero la pude aquietar…”mija, no pegás ni ahí con la musculosa, locaaa”.

“Vamos bien” dije, mientras caminaba lento y disfrutando del paisaje las dos cuadras hacia la parada entre estornudos consuetudinarios…”será que volvieron las cenizas, qué importa, Uruguay salió campeón”, atchiiis!

Vino el ómnibus, vacío, así que sospeché…”acá está pasando algo”.

Lo dejé pasar tranquila…”hasta que no venga uno lleno, ni loca me subo…”.

El dueño del kiosquito de diarios y revistas de la parada se extrañó al ver que no me iba y me preguntó qué me pasaba y bla, bla, bla, empezó la consabida conversa matinal. Me pareció interesante su speech, así que me seguí quedando en la parada, con el estómago vacío, la musculosa y la satisfacción de haber saludado al perro antes de partir.

Nunca pasó lleno el ómnibus, para más tranquilidad, me tomé un taxi.

El taxista no tenía la radio prendida y no me dirigió la palabra hasta decirme: “Son $ 78”. Entretenido el viaje y cortito, también…

“En un día como el de hoy, tendré que escribir una nota” me dije, y me etiqueté rápidamente y sin piedad en mi propia frente, cosa de no olvidarme de leer el relato más luego.

Tuve un día tranquilo en la oficina, contesté 54 mails y sólo sonó 37 veces el teléfono, bajé y subí las escaleras unas 18 veces, mis músculos dan cuenta de ello. Algunos días saturan y otros son así, la paz tan esperada. Todo controlado y mi jefe parecía distendido, hasta conforme se diría…

A la salida, como tenía varios mandados para hacer, me fui derecho para casa.

Al llegar me acordé que me había olvidado de almorzar así que no merendé y arreglé el mate de la mañana, que estaba tan placentero como a las 8 a.m. pero siete horas después.

“Al fin, de nuevo en casa, ahora si” me dije, mientras saludaba tiernamente al perro por segunda vez en el día y concretaba mis ganas de tirarme en el sillón de mi escritorio a leer. “Ahora sí”, dije de nuevo emocionada, enganché la novela no sin antes tirar el cenicero al piso y prendí la tele, complacida.

En medio del zapping, sonó el teléfono…”no dejan tener la fiesta en paz, che”, pensé. Igual atendí, con pocas ganas pero haciéndome la linda...era mi mamá para decirme que menos mal que yo había pasado por la casa tal como habíamos quedado ayer, y le había retirado plata del cajero, porque justo justo se le había acabado la garrafa de la estufa, con este frío. Me dio las gracias.

No entendí. Pero no hice comentarios y menos acerca del clima porque suele ser de nunca terminar… antes de cortar dije “de nada, todo bien, a mí que me cuesta”...

Me tiré en el sillón finalmente, y me tapé porque tenía calor, la cabeza como una puerta giratoria…decidida a empezar a leer y dándole al control remoto como sin pena, hasta encontrar una película o alguna serie, porque después de todo…”yo no sé para qué corno pago el cable si nunca hay nada para leer”…”al final, mejor sería dormirme un ratito y cuando quiero acordar empieza Tinelli…y ahí sí que agarró la novela…hoy la termino, sabélo!”.

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