Ilusos buscadores
Quiero hoy y aquí hablar de las ferias y de lo que para mí representan. Yo soy “feriera” de alma… y por suerte Charly es peor. Simbióticos, en ese aspecto. Así como otras pasiones, esta la compartimos con devoción. Nos gustan todas las ferias: la del barrio los domingos (que por suerte desde hace un año empieza a 4 metros de la puerta de casa), la de Tristán Narvaja, la de la Teja, la de Parque Rodó o la de Villa Biarritz, cualquiera y todas al mismo tiempo. Difícil que alguno de los dos suelte, un sábado de mañana: “quiero ir a la feria de Nicaragua” y que el otro no diga: “ah, bueno, voy contigo”. Si se trata de ir a una feria, a mí sólo me detiene una jaqueca. A Charly, nada, porque siempre está bien. No somos exigentes, nos pinta ir a cualquiera. La que sólo tiene frutas y verduras. Las que tienen bellas artesanías y mejores ropas. Las de libros. Las de antigüedades. Y todas al unísono.
Yo tengo como un talento para encontrar cosas…igual me compro un buzo por $ 60 y después mis amigas dirán: “qué divino eso que tenés puesto… -me salió nada -diré yo- y ellas:”nah, mentiraaaaa, no podés”. Y sí, puedo, yo que sé por qué. Será porque cuando las visito estoy siempre lista y pescando… con el calderín en la mano. "La biblia y el calefón".
Hace un par de semanas, estaba empeñada en comprar una ruana…meta mirar por ahí y caer en la cuenta que era imposible gastar la plata que cuestan. Llegó el 12, día de feria en mi barrio (a la vuelta de la esquina está San Pancracio), ni siquiera me propuse recorrer porque llegaba tarde al laburo… hacia la parada del ómnibus y a las corridas: “zás…ups”, “¿qué es esto?”…una ruana de Manos del Uruguay (muy arrugada pero perfecta), colores otoñales, un deleite, ella ahí como llamándome... “Cuánto cuesta?” dije…”$ 140”, dijo la señora…”uf...no me alcanza”, dije yo (después de inspeccionarla porque pensé que podía estar apolillada),”no tengo más que $100” (tenía…pero tenía que gastar en dos boletos, etc.), “está bien, si te gusta, llevátela”, dijo la señora. Y aquí estoy, con esta gélida tarde invernal, entre estufas porque soy friolenta por antonomasia y genéticamente exagerada…enfundada en mi bella ruana de Manos.
Así como encontré la ruana, encuentro un libro de arte que vengo vichando en las vidrieras de las librerías desde hace 6 meses, o un jueguito de tazas con logo de un restaurante desaparecido. Cualquier cosa. Si es lindo y puedo pagarlo, me lo compro. Por el valor de lo estético nomás. La alegría me dura hasta que llego a casa y caigo en la cuenta que ya no quedan ni 5 centímetros libres para poner algo a la vista…pero bueno, habrá que seguir apretando…
Las ferias son espacio en común, llenos de colores y olores. Generan vínculos. No se comparan con otros lugares a donde se puede ir a comprar, que son más bien fríos o impersonales. Son como redes culturales, tienen un acervo propio al que uno quiere llegar. Tienen su propio contenido y abarcan otro contenido más, que es el de cada uno que la transita. Conmigo interactúan con facilidad. Tienen una historia apasionada dentro de sus límites. Son como laberintos sin centro, pegás la vuelta y no sabés qué te vas a encontrar del otro lado.
Tienen el valor de lo manual en lo que está expuesto. Son espontáneas como sus vendedores. Son móviles, se entreveran, se remontan. Son precarias y completas. Son zonas de tránsito inasibles. Tienen algo de ficción y mucho de realidad. Son todo terreno y se salen de contexto. Fluyen estruendosas…
Creo en las ferias, como creo en los boliches. Por su visibilidad. Creo en ellas como lugar de encuentro y por qué no, de diálogo. Creo que nos hacen percibir, a más de ver, que es lo que hacemos siempre y acostumbrados. Son un espacio doméstico pero heterogéneo y carecen de vanidad. Son lo que son. Son una forma encubierta y convocante…con sus olores, con sus colores…con la utopía de encontrar lo inasible, pero encontrándolo…si es que pertenecés a éste, el club del que Charly y yo somos socios desde siempre…”la cofradía de los ilusos buscadores”…
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