¡NUNCA MÁS!


-  ¿Qué estabas haciendo a esta hora hace 39 años?- me pregunta un amigo querido por chat en este instante.
Y empiezo el viaje…
-   ¿Qué estás haciendo por la calle, Claudina, sola…un día como hoy, qué estás haciendo acá?- dijo mi abuelo Roque con cara de asombro y consternación, cuando me abrió la puerta de su apartamento de la calle Guadalupe a eso de las 11 de la mañana del 27 de junio de 1973.
-  Salimos antes del liceo, Tata, nos dejaron salir…no sé qué pasa pero pasa algo grave, no? Fui a casa, mamá ni me vio, ni me habló, estaba tirada en la cama…agarré y me vine para acá, le dije “me voy a lo del Tata Roque” y tá, me vine caminando… ¿me puedo quedar a comer? ¿me explicás, Tata? No entiendo, no hay nadie en la calle y está lleno de milicos. ¡¡¿Sabés que acá por San Martín pasaban tanques como de guerra, Tata!!?
-   ¿Viniste caminando sola desde tu casa? Tu madre debe de estar loca…
-     No te digo, Tata, que ¡mamá ni se dio cuenta! Qué pasa, eh? ¿Qué les pasa? ¿La abuela dónde está?
-     Está acostada, sh, no hagas ruido que tiene jaqueca. Vamos para la cocina que está la estufa prendida, te caliento una sopa y oímos la radio y te voy contando lo que pasa. Es muy grave, dieron un golpe de estado…
-    ¿Y eso que viene a ser?

Me costó entender el concepto. Hoy me acuerdo perfectamente de todo lo que me dijo mi abuelo, del intento que hizo por explicar lo inexplicable. Él, tan veterano y tan entero en su honestidad socialista de primera hora. Él, fundador del Partido Socialista del Uruguay, amigazo de Frugoni, de José Pedro, de Vivian. Yo, una niña de 12 años recién cumplidos, criada en ese ambiente de socialistas, comunistas y otros "ismos" que no estaba pronta para entender lo que realmente estaba sucediendo y las consecuencias que tendría aquella gris mañana de junio en su vida, en su familia, en su país.

Sí me acuerdo que era un día muy frío y muy gris. Ahora, viéndolo tantos años después solo puedo identificar ese gris con el miedo. Por todo sentimiento, el miedo. El miedo empezó esa mañana y se terminó muchísimos años después. Viví con miedo, todos vivimos con miedo. Viví a los saltos, nos pasó de todo. Horribles momentos. Podría escribir un libro relatando esos tiempos, pero no es distinto de lo que le pasó a los demás.

39 años después, es otro mundo, es otra vida la mía y la de mi familia. Ayer nomás -de tardecita- mi casa parecía un cumpleaños. Éramos ocho tomando mate, comiendo bizcochos, hablando a los gritos, riéndonos con Julieta. 39 años atrás hubiera sido impensable, más de dos personas juntas: prohibido. Música y libros: prohibidos. Hablar alto: prohibido. Reunirse en una esquina: descriterio. Expresar lo que se pensaba: impensable. Agitar una bandera: ni aunque fuera de Peñarol…

Ni pensar en este momento en hacer la lista o el detalle de lo que vivimos los que vivimos la represión más absoluta y el autoritarismo más ruin. Pero hoy, pasado tanto tiempo hay un par de cosas que sí valen la pena ser dichas o escritas. Un exhorto vendría a ser. Defendamos esta democracia que tanto costó reestablecer. Estemos todos juntos en esa idea. Por encima de las discrepancias, de los desentendimientos, del poder, de las ambiciones, de las ambigüedades,  de las etiquetas, seamos uno en esa idea. Fortalezcamos esa idea con un mínimo accionar diario que nada nos cuesta y que no nos impide en absoluto pensar de manera diferente al otro o buscar otros caminos. Estrechemos esa idea de “ser uno”. Comprometámonos con eso.  Si podemos en forma presencial démosle un abrazo alguien y si no es posible, hagámoslo con el recuerdo. Tenemos derecho a dar un fuerte abrazo que quiera decir y prometa  NUNCA MÁS. Yo elijo dárselo a mi Tata Roque hoy, y le vuelvo a prometer que nunca, pero nunca, nunca más. 



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