Voces de Federico


Siempre fuimos al Liceo Miranda nosotras. Hablo de mi amiga María de los Ángeles y yo. Pero en 4to., nos quedamos sin lugar. Fue el año del cambio de “plan educativo” -famoso plan ’76- en el que había que optar por hacer bachillerato humanístico, científico o biológico. Nosotras: humanístico, con toda la fuerza. Una semana pasamos merodeando la puerta del liceo (actividad que nos encantaba) y seguíamos sin tener lugar. Al final, nos mandaron para el Liceo 17. Yo creo que ni nombre tenía ese liceo, o al menos no me acuerdo. Era chiquito, viejito, poquita cosa…acostumbradas que estábamos a la amplitud del Miranda, a su enorme patio, a su cancha, al gimnasio, a los pisos para arriba, pisos para abajo. Búeh…muy conformes no estábamos -más bien en un ataque- pero no nos quedaba otra opción y después de todo, estábamos a dos cuadras del Miranda y hasta íbamos a clase de gimnasia, así que no perderíamos la popularidad ya ganada con años de esfuerzo e indisciplina.
El día que arrancaron las clases y vimos que nos había tocado un grupo de 15 personas -contándonos a nosotras dos, 2 varones y 13 mujeres- nos quisimos matar. Lo nuestro eran las multitudes. Decíamos: “ah, pero que embole esto, ¿qué vamos a hacer acá, por Dios, por qué nos pasa esta desgracia?”.
En un grupo tan chico, se nota todo: si faltás, se nota; si llegás tarde, se nota; si no estudiás…estás en el horno.
Y así fue que estudiamos de lo lindo aquel año: como desquiciadas estudiábamos, como si se acabara el mundo y no tuviéramos otra oportunidad de adquirir conocimiento.
Y en ese Liceo 17, tuvimos la mejor profesora de Literatura que alguien  puede tener. He seguido estudiando Literatura toda mi vida y he tenido muy buenos profesores en Facultad de Humanidades. También mi amiga María, está ligada a las letras: es actriz y productora de teatro. Pero creo que las dos tenemos de esa profesora y esa experiencia, uno de los mejores recuerdos de la vida. Se llamaba María, igual que mi amiga, cosa que a esta última enorgullecía.
Era dulce y hablaba bajito. Era profesora y a la vez, compañera. Un ser muy especial, humildísima, como si pidiera permiso para estar parada ahí dando clase. Sin embargo, era brillante, contundente y creativa. Lograba  el silencio para oírla, el compromiso de la lectura en todos nosotros, convocaba fácilmente.
Un día anunció que el próximo autor que íbamos a estudiar, era Federico García Lorca: “El llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, “La muerte de Antoñito el Camborio”. Y nos invitó a “teatrizarlo”, a recitarlo. Formar un grupo, aprenderlo - aprehenderlo mejor dicho- dividirlo en partes,  memorizarlo y luego hacer la entrega a la clase, o quizás al liceo, con autoridades incluidas.
María y yo no cabíamos en nosotras de tanta alegría y nos anotamos, las primeras. Ella nos invitó a reunirnos fuera de los horarios de clase, en su propia casa. En su entorno y con la mirada de su hija, muy bella la recuerdo…Eleonora, que nos miraba calladita y sin dar crédito de aquella manga de locos que repetían "a las 5 de la tarde, a las 5 de la tarde"...
Eran ensayos de verdad. Mi amiga María, la actriz, puede dar fe de ello. Me vengo a dar cuenta ahora que fue su primera experiencia “teatral” y habrá sido importante que luego eligió y sigue recorriendo, el camino de las tablas. Que ella lo diga.
Se armó la obra y se hizo. Recibimos el aplauso en primer lugar de nuestros compañeros, luego del liceo entero. Era el año 1976, pueden imaginarse lo que aquello connotaba…huelgan los comentarios.
Hoy hace 114 años que nació Federico. He compartido un video en Facebook con mi amiga María, “A las 5 de la tarde”, de su Romancero Gitano.
Las dos nos volvimos a erizar y los comentarios que cruzamos en la red, me trajeron este recuerdo que hoy aquí comparto con ustedes porque de estas cosas también está hecha la vida. De amigos y de poesía. Y de compartir piel erizada con alguien al recordar “voces de muerte sonaron cerca del Guadalquivir”. Que viva la poesía. La que nos dejó Federico, para que María, la dulce, nos la enseñara de forma tan maravillosa y perenne.

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