Vale la pena: ¡salud!
(513 amig@s Facebook) + (unas decenas de “seguidores Twitter”) + (“x “amigos de mi blog mimado) + ponele… (unos 100, de laburos, centros de estudio, militancia y cursos de todo tipo desde griego hasta Pilates y de jardinera hasta hoy) + (los amigos de la vida) + (3 mosqueteras, mis hermanas) = MUCHOS/AS
¿Corresponde decir “feliz día” este 20 de julio? Corresponde. ¿Vale la pena festejar? Vale. ¿Cómo? Como sea. Por mi parte, escribo. Y en las letras, los abrazo a todas y todos.
Los amigos se suman, ¿sabían eso? Yo llegué a esa conclusión. No hace mucho…hasta hace un tiempo atrás me la pasaba llorando por los amigos perdidos. Los que se fueron demasiado pronto y definitivamente. Los que eligieron irse. Me pasaba la vida entera quemándome la cabeza tratando de entender los porqués. Hasta que un día cualquiera me di cuenta, que aún en la ausencia, los amigos se suman y nos suman sus soberanas presencias aunque no sepamos dónde están. Nos suman vida que se mide en momentos, que no tienen por qué ser horas, años o minutos. Son momentos. Por ahí debe de andar una nota que escribí hace un tiempo diciendo que todos somos momentos. Bueno: yo soy fundamentalmente esos momentos, los míos y los que me sumaron mis amigos.
Son gente importante e imprescindible mis amigos, los de hoy y los de ayer. Los reales y los virtuales. Son diversos como se debe. Son artistas, ejecutivos, electricistas, maestros o amas de casa. Les gusta la música clásica, el rock o el hip hop. Saben bailar o son dignos de lástima. Son grandes lectores o no leen ni mis mails, seradedió. Adoradores del arte o fanáticos futboleros. Son callejeros o hay que llamar un guinche para arriarlos. Son comprensivos o tremendamente demandantes. Son progresistas, casi todos: se la pasan progresando, en sus vidas y en sus pensamientos. Me progresan la vida a diario. Me aportan. O aportaron, a quién le importa si se conjuga en pasado, si fue pasado, fue perfecto. Válgame dios. Se ríen mucho, entienden la ironía y lloran casi siempre que yo lloro. Tengo canciones guardadas para ellos en mi cabeza y en la punta de la lengua, pronto el tarareo. Tienen, como dice La Vela “un bonito cuelgue con su vida y los demás”. Son capaces de olvidarse de mi cumpleaños y llamarme 9 meses después para hablar dos horas, en el mismo tono que si hubiésemos hablado la semana pasada, pero con más novedades. Está bueno saber que siempre vamos a poder hilvanar algún diálogo al menos coherente y sin culpa. Está bueno saber que así me alegran el día o la noche con esa llamada a destiempo que cayó en tan buen momento.
De los amigos, yo guardo todo. Papelitos, regalos, tarjetas, boletos, discos, fotos, entradas de conciertos, boludeces. De algunos amigos guardo la voz y si un día la pierdo, me “mato muerta”, se los juro. Yo los traigo con ese recuerdo sonoro y los tengo conmigo en el más siempre de los siempres. La voz en el contestador, la voz diciendo el sobrenombre que me inventaron, la voz reclamando el mate o el té de frutos del bosque. Mientras estén esas voces, voy a seguir creyendo que los amigos se suman y me suman.
Por el resultado final de la suma -¡bienvenida sea el álgebra!- tengo mucho para celebrar y por tanto, los celebro con mucho cariño y más orgullo.
¡Feliz día!
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