Firma y contrafirma

Lo que dice el fantástico video “Yo nací en democracia” sobre “el país que le dejaste a tus hijos y a tus nietos, en realidad, ya se lo dejaste” es lo más cierto que he escuchado. O por lo menos, a mí me parece que es así.

Yo siento que ya les dejé a mis hijos y a mis nietos un buen país para vivir. Y me enorgullece haber sido parte activa del proceso. Yo les dejé un país que en este 2014 es solidario, que busca la igualdad, que incluye, que lucha por vivir en la tolerancia y el respeto, que consagra derechos, que brinda oportunidades, que no baja la mirada ante los “distintos a vos”.  

Yo les dejé a mis hijos y a mis nietos, un país en democracia que nos costó los dos ojos de la cara hacer renacer ya no de las cenizas, sino de los vestigios de las cenizas. Un país libre con gente libre, gente que no tiene los sueños rotos, gente que dice, hace, grita y se manifiesta a su entero gusto y parecer.

Les dejé este país a mis hijos  y a mis nietos, para que el domingo voten y con su voto decidan lo que quieran o acaso hasta para que anulen su voto. Porque son libres de hacer lo que creen mejor para sí mismos y esa libertad que tienen la aseguramos institucional y emocionalmente cada uno de nosotros: los viejos, los adultos, los jóvenes; que con nuestro trabajo de hormiga, con nuestro esfuerzo, con el pienso y con el “me levanto temprano y la peleo” todos los días construimos.

Nos pelamos las manos para hacer este Uruguay que hoy dista de ser el deseado y todavía tiene mucho para cambiar, desarrollar, crecer, mejorar, proyectarse hacia el futuro con mejores condiciones para la gente.

Me da orgullo el país que hicimos para nuestros hijos y para nuestros nietos. No es el mejor. No es modélico. Es mejorable,  perfectible. Es como yo: se equivoca, se cae, se golpea, carga con culpas, a veces quiere hacer cosas fantásticas y resultan para el orto y a veces, mismo que parece que se derrumba, igual que yo… pero se levanta para seguir dándole para adelante, siempre para adelante, entre aciertos y equivocaciones, entre lágrimas que son demasiadas y sonrisas que nunca van a ser suficientes.

Acaso no importan mucho a estas horas las cifras, los cuadros comparativos y las argumentaciones. Pasa que a veces, hay algunas horas en la vida de la gente, en las que sólo importa considerar lo que pasa por los sentimientos.

Yo sé que no estoy sola. Estoy tan acompañada de abrazos y de ganas, estoy tan enredada, que podría suscribir con firma y contrafirma ante escribano público,  que nosotros, los abajo firmantes, que hicimos este Uruguay de hoy, tenemos la fuerza y el empeño para seguir haciéndolo mejor cada día. Nos ampara y da apoyo  la honestidad de hacer para todos y no para unos pocos y la idea de creer en nuestro proyecto.

Nos ampara el amor que le ponemos desde todos los lados de nuestra persona: el cuerpo, las ganas, el pensamiento, pero sobre todo: el alma.

(Montevideo, 22 de octubre de 2014)

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