"Lo que no tiene es remedio"

No salgo del episodio de Ayotzinapa. Quiero pero no puedo.
No hay campaña, ni Frente Amplio, ni mis nietos, ni mi vida, ni pintarme las uñas, ni tomar mate o comer milanesa a la napolitana. No salgo. No estoy pudiendo.
Me desvelo, me los pienso, me los imagino y entonces me doy cuenta que estoy pasada de rosca, que tengo que dormir, que tengo que trabajar, que tengo que militar, que de tarde cuido a Lucas, que mañana es jueves y viene Julieta y que si no duermo no me da el físico y de nuevo cierro los ojos y pienso en cosas lindas: 2, 3, 4, 5 segundos…lindo: la playa, el agua, el sol, las vacaciones y de nuevo…los 43 gurises, los estudiantes haciendo cosas de estudiantes y de nuevo, las balas y la sangre y los gritos. Me termino durmiendo, descanso poco y mal.
De mañana me enredo, busco noticias, veo videos, lloro a cada rato.
No puedo salir del tema y eso que no soy nadie. Que vivo en la otra punta sur, en la nada misma. Que no me toca ni de cerca. Que nunca los vi. Que nunca los oí. Que nunca pisé México. Que casi seguro que no lo voy a pisar.
Pero qué estarán haciendo y sintiendo ahora, en este segundo, sus madres y sus padres, sus hermanos, sus amigos, sus vecinos, sus compañeros que los sobrevivieron. Qué estarán sintiendo.
Qué justicia, si en el mejor de los casos la hubiera, va elaborar un veredicto que sirva para qué carajo que no sea encontrar a los culpables y ponerlos presos. Y si tuviéramos la suerte inmensa y la justicia fuera gigante y planetaria y nunca más en la vida y en los tiempos de este planeta tierra, volviera a ocurrir una cosa tan tremendamente terrible como el asesinato de estos 43 gurises que iban a ser maestros…si todo eso sucediera, todo, y sería fantástico, y una debiera alegrarse como si fuese una gran conquista…igual y sobre todo, estos 43 que faltan se seguirían muriendo. Se seguirían acabando sus vidas jóvenes. Seguiríamos sin tener 43 nuevos maestros en América. Seguirían su familia y sus amores viviendo una vida sin sus abrazos. Seguirían llorando y sufriendo sus mamás y papás, sus hermanos, sus amigos, sus compañeros y sus vecinos.
Y que más da, que sigan llorando, algún día van a secarse y tendrán que seguir caminando, todo el mundo lo hace, todo el mundo de una forma u otra se sobrepone o sigue transitando plagado de tristeza; pero sus vidas, las de los 43 ya no son. Eso es lo definitivo. Eso es lo que me desvela. Por más que hagamos.
Podemos y pueden sus cercanos tenerlos en el corazón por siempre, pero los hijosdeunagranputa que acabaron con sus vidas, salieron con la suya.
Y si al final pagaran sus asesinatos con sus propias vidas, tampoco me conforma. Porque sus vidas no valen una mierda, no dan la talla ni para humanos.
Las de los 43 que se llevaron puestos, eran vidas de verdad. Porque eran jóvenes, porque por adelante tenían todo, porque eran estudiantes y no delincuentes, porque se preocupaban por los niños y querían estudiar para estar con ellos y enseñarles a ser personas íntegras.
Eso es lo que no para de desvelarme, que la nada en la que los sepultaron no se acaba nunca más.

Montevideo, 12 de noviembre de 2014

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Allá en la fuente, había un chorrito"...

Mal día pal gaucho...

En la escala de los números reales