QUE SI EL ARTE, QUE SI NO...

Cada vez que vamos a ver una nueva muestra en el Espacio de Arte Contemporáneo (vamos a todas), tenemos luego la misma discusión: "pero ¿esto es arte, qué es arte?" Hoy justamente le comentaba a Charly que hace unos días atrás había conversado con un amigo de FB sobre este asunto, respecto de la misma muestra y que en la conversación con él,  se me ocurrió escribir alguna idea para disparar la discusión. Lo que sigue es eso nada más y es absolutamente subjetivo, es lo que yo opino o creo. Visiones…habrá miles. Lo pongo en consideración de mis amigos, como siempre hago.

No voy a intentar una definición de arte pero sí voy a decir que me gusta pensarlo como cualquier manifestación o creación de un ser humano para expresar su visión sensible del mundo, ya sea el suyo real o el de su propia imaginación. Desde este concepto, todo es arte o casi todo dirán ustedes, y yo diré: “sí”.

La cocina de mi casa no tiene puerta, tiene una arcada de ladrillos rústicos, sin ornamento alguno. Sobre uno de los muros de la arcada, Charly colgó una rama de laurel con muchas hojitas. Se secaron. Y quedan preciosas ahí. ¿Es una obra de arte? Lo es. ¿Por qué, si ni siquiera fue concebida como tal? Sólo fue colocada allí para tenerla al alcance de la mano. Porque Charly, ser humano, colgó la rama ahí con fines prácticos y de paso le gustó como quedaba (le encontró valor estético), porque expresa una visión sensible del mundo (la cocina, el laurel, los olores, el hogar, lo íntimo o intimista), una visión real (está ahí), o significó algo en su propia imaginación (quizás la colgó pensando no sólo en tenerlo cerca, sino para su diaria inspiración culinaria). Cumple entonces con los requisitos. Sí. ¿Pero es una obra de arte? Contradiciendo lo que dije antes, no, no lo es. Es una rama de laurel colgada de un muro de ladrillos. Y nada más. ¿Qué necesitaría para ser una obra de arte? Porque el valor de lo estético, ya lo tiene. Ya se lo reconoció. ¿Quién lo reconoció? Charly y yo lo reconocimos. ¿Es bastante? No, no lo es. Le falta validación, por mucho que Charly y yo podamos argumentar de lo linda que es la rama, de los matices que pintaron sus hojas a medida que se secaban, del reflejo del sol sobre ellas y sobre el ladrillo, de los aromas que sugiere verlas allí y bla bla.

El concepto de arte ha ido variando con el tiempo (obvio, desde las vanguardias para acá no se ha detenido…) y esta postmodernidad a la que pertenecemos valida muchas cosas que hasta ayer (siglos, es ayer en este caso) era impensable. Pensemos en la fotografía e incluso en los cómics. ¿Pero quién valida? Validan los curadores, validan los marchands, los críticos, los jurados y qué se yo cuántos más que están adentro del famoso “circuito del arte”.

Entre la rama de laurel seca colgada del muro de ladrillos y los renacentistas hay un abismo, dirán ustedes. Y yo diré: “¡más vale!”. De hecho, reverencio y me conmueve el arte renacentista. Pero hace años de años que todo lo que está al alcance lo han convertido en obra de arte: los fragmentos, los ensamblajes, los utensilios rutinarios, las superposiciones o apilamientos, la redundancia, lo destartalado, la acumulación y hasta la exhibición corporal de algunos que forman parte del “show business”, son considerados hechos artísticos (aún -te guste o no- Ricardo Fort en sí mismo, es un hecho artístico y esto lo aprendí en mi curso de “Historia del Arte”, no lo digo yo graciosamente…).

Y a mí, algunos, no todos, pero algunos artistas contemporáneos y sus obras, me conmueven. Algunos artistas que exponen en el Espacio de Arte Contemporáneo me tienen 15 minutos delante de la obra, mirándola una y otra vez, tratando de pensarla. No tanto desde el lugar del artista y lo que quiso expresar, sino desde el mío, desde lo que me provoca. Ejemplo: hace poco una obra de arte de una muestra consistía en esto: una celda – que se mantiene de cuando el E.A.C. era una cárcel- y dentro de ella, los objetos propios de cualquier persona: estantes, libros, una vela, una cama, frazadas, almohadones…y el artista, en la cama, durmiendo. Era eso nomás. A mí me gustó. El artista, el preso…similitudes y diferencias. Un espacio delimitado, el hombre que está ahí adentro y su espacio, un mundo propio que habla de su vida…qué se yo, un montón de cosas podría expresar, porque me pasaron por la cabeza.

¿Porque está adentro de un Museo es una obra de arte? Yo diría que no, pero en realidad, sí. Si está, es un objeto de arte. Cuenta con validación. Pero si otro objeto o manifestación no está en ningún museo, también podría ser una obra de arte.  Cualquier día pasaré  por una esquina y me detendré maravillada ante un mural que pintó quién sabe quién y si estoy sola, me diré: “la pucha, qué maravilla, es una obra de arte”. Y lo es o será. Para mí, lo es, porque lo pensé, porque me conmovió, me hizo pensar, me prometí volver con la cámara de fotos para guardar la imagen cuando ese muro ya sea otra cosa.  O lo será ciertamente, si algún marchand, curador, crítico, pasa por ahí y la ve,  se detiene y algo le pasa, luego investiga, da con el artista para ofrecerle exponer o armar una instalación o pintar otro muro en otro lugar, lo que sea. En este caso, habrá exposición, fotos y  hasta vernisagge.

Es una manera de cerrar el círculo. Ese círculo, por lo menos. Arte validado.

Pero hay otro círculo, que es nuestro o de cada uno de nosotros y carece de etiquetas, que da por finiquitada cualquier discusión erudita - en mi opinión- ahí voy: a los renacentistas no se los puede discutir, plasmaron belleza, hicieron lo que hicieron porque sabían, tenían como condición “sine qua non” saber de color, de composición, de formas, de anatomía y demostrar todo ello en sus obras. El artista contemporáneo es un ser menos exigido. Es más libre. No tiene esas presiones. Pero si trabajó con hierros viejos herrumbrosos, o con championes gastados, y a mí - que soy nadie, claro- me dice algo, me sugiere, me pone a pensar y a discutir, me conmueve desde esa sencillez de técnicas, procedimientos y materiales…bueno, yo diría, que el tipo es un artista, que fabricó y puso en algún lugar –institucional o no- una obra de arte, y la dejó ahí, nomás para mí y mis divagues…

Si por el hecho de estar en la calle o en una plaza (es decir, no cuenta con “institucionalidad” alguna) la manifestación pertenece al arte popular o no y si el arte popular es tan valioso como el otro, el de los museos y galerías… bueno…es materia para otra reflexión.

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