Un cuento con acuarelas

Me gustaría escribir un cuento para niños que hiciera música con matracas, tambores, chifles y panderetas.
Un cuento  loco que te haga reír hasta que te duela la panza, como cuando te hacen cosquillas, no dolor de panza del que da comer demasiada torta en un cumpleaños.
Sería un cuento pegajoso como un chicle de frutilla.
Un cuento crocante, como las papas fritas: crunchi crunchi.
Un cuento que te haga abrir los ojos grandes y curiosos para leerlo con ganas. O capaz podría ser un cuento para leer con lentes, porqué no, cuatro ojos leen más que dos.
Que tuviera olor a crema de vainilla con merengue y chispitas de chocolate.
O bien podría tener el olor de la merienda: con la leche, las galletitas y el pan con manteca arriba de la mesa, que también es fantástico.
Un cuento que fuera fresco y verde como el pasto del parque recién cortado.
O transparente mejor: así cada uno lo puede llenar con las letras de las historias que más le gustan.
Me gustaría que fuera redondo, para que no tuviera fin y se pudiera empezar por cualquier lado.
Un cuento al que se le volaran las hojas. Bien lejos volando las hojas. Para que se engancharan en las trencitas de una niña distraída.
Podría ser un cuento escrito en las hojas de los árboles y andaríamos trepando como locos o corriendo atrás de ellas en el otoño, sólo para saberle el final.
Un cuento sin príncipes ni princesas. Un cuento de niños despeinados y mejillas de manzana.
Tendría que ser un cuento cálido, porque el calor siempre nos conforta, no como el frío que más bien nos hace esconder en la bufanda de lana o cruzarnos de brazos.
Un cuento que tuviera música que viniera con bailarines, de los que dan vueltas sin parar como trompos o se estiran como elásticos.
Un cuento fácil y recordable, que lo entienda todo el mundo, como una canción cuando de verdad es linda.
Me gustaría que el cuento viniera con acuarelas y un pincelito, para pintarlo entre todos.
Si yo pudiera escribiría un cuento para niños que tuviera todas o casi todas estas cosas.
No sería, claro, un cuento de los que te cuentan antes de dormir.
Sería un cuento para caminarlo, correrlo, treparlo, pintarlo, cantarlo o pasearlo en bicicleta. Un cuento en acción.
Un cuento compartido y a contramano sería.
Para vivirlo entre todos.
Con las alas y las orejas y las narices y los ojos y los lentes y los sueños y las esperanzas y las manos y las acuarelas de colores que todos tenemos a mano.

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