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Mostrando entradas de octubre, 2011

UN ZAPATO

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Modestos los zapatos que pintó Van Gogh, rústicos. Gastados por el uso. Zapatos agotados, de fatiga extrema. Se asocian al trancurrir incansable; lucen así porque no pararon de andar y de llevar a alguien dentro que caminó, corrió, saltó, se estiró, se agachó, trabajó, hizo muchas cosas con ellos en sus pies. Las huellas del uso están a la vista. No hay contexto en la obra de Van Gogh que nos diga por qué caminos anduvieron, si fue campo o fue ciudad, si fue invierno o fueron “cuatro-estaciones”, por únicos.  El contexto le daría un sentido particular, un significado, eso opinan los que saben de arte. Sin embargo, Van Gogh los dejó solos en la tela, expuestos, para que el contexto lo pongamos nosotros. No hay tanto para analizar, creo yo modestamente, como le ha parecido a la crítica del arte. Son imagen. Remiten a la vida que tuvieron, y al desgaste que siempre sobreviene a la muerte cuando es natural. Zapatos que remiten zapato. O al revés, que más da. Zapato que

Break-it-all!

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Una amiga de Facebook y de la vida anotó ayer en el muro de la red : “ hay gente que rompe las pelotas…día tras día ”. Me hizo acordar que tiene toda la razón. Sólo que a mí no se me ocurrió dejarlo dicho en el enigmático “qué estás pensando” que inventó don Zucker, como para hacer una toma de conciencia generalizada y de paso expulsar lejos las malas ondas de los susodichos. Yo me pregunto cómo hacen esos tipos para inventar todos los días algo para romperle las pelotas a la humanidad. Cómo renuevan el discurso. Es admirable la capacidad de apropiación de temas rompehuevísticos que tienen. Son audaces en la multidisciplina de la inconformidad. Construyen futuro a partir de las ruinas de la rompehuevez de ayer, construyen ciudadanía sacando de quicio al prójimo, o sea el prójimo sufriente se quiere construir otra ciudad, bien lejos, para mudarse y terminar con el martirio de fumárselos, día tras día…qué bárbaro che. Ellos siempre con el topic en la punta de la lengua…yo colgad

Personales eco del Bicentenario

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Que si valió la pena el festejo o no. Que si se gastó mucho o poco. Que cómo se eligió la grilla de artistas y por qué. Que por qué no estaban las murgas. Qué sé yo…ni pienso entrar en disquisiciones. No es la idea discutir ni justificar ni nada. Hoy miércoles 12 de octubre, con el ánimo un poco más sosegado y habiendo dormido lo suficiente, les voy a contar lo que a mí me pasó el 10. Ecos del Bicentenario desde mi claudi@sidad, ja. Madrugamos, como cualquier día. Acompañé a Charly a la tertulia de “En perspectiva” en “Café Tribunales”. Estuvo bárbara, amena charla en un lindo entorno. Me encontré con amigos, tomé mate y salí corriendo - buscando zafar de la zona de exclusión del Centro - porque Valentina me llamó para que la acompañara al SEMM porque estaba muy dolorida de la espalda. Ay…dije yo, por la espalda de Valentina - que está embarazada de 6 meses y no puede mandarse un Ketofen como hago yo - y por mí…que vengo solicitando a todos y todas los que me rodean que tengan a

MUCHO PARA CONTAR Y SIN TÍTULO CAPÍTULO II

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El edificio donde vivía estaba - y aún está 40 años después- a pocos metros de un gran supermercado. Así que el entorno contaba diariamente con el ruido de la movida casi cèntrica de la ciudad más el rugir de los camiones que descargaban mercaderías y el “tracatraca” de los carritos de los consumidores que iban y venían. Tiene sus desventajas ser niña y criarse en medio de la city. Por ejemplo, es casi imposible jugar con otros niños y niñas en la vereda. Una se cría casi sola en términos de infantes. O andar en bicicleta. Impensable: es peligroso, está el tránsito, la vereda angosta, la gente que no para de moverse. Cero posibilidades. Así que aunque tuve todo lo que se me antojó desde mi condición de niña mal criada, nunca tuve bicicleta. Pueden ustedes inferir sin demasiado esfuerzo que no sé andar en bicicleta. Realicé intentos esporádicos: en cortas vacaciones en algún balneario distendido, en el barrio de mi abuela que era un remanso al lado del mio; o cuando estaba de
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(INTENTO DE NOVELA EN CAPÍTULOS) Mucho para contar y sin tìtulo Capítulo I Soy una ex niña de apartamento. Hoy sigo por el mismo camino y soy una señora grande, de apartamento. Me críe en un pequeño apartamento con living-comedor cómodo, pasillo, cocina, más pasillo, dormitorio, pasillo y baño. Interno, con ventanas en todos los ambientes hacia un pozo de aire. Segundo piso por ascensor o escalera, según el día, la hora o el cansancio de los que llegábamos. Chiquito pero lindo apartamento. Funcional. Poco apropiado para vivir con niños, opino ahora, viéndolo desde la distancia del tiempo que ya pasó. Fui una niña sin cuarto propio. Los juguetes – muchos como los de cualquier hija y nieta única – se amontonaban bien dispuestos en unas largas estanterías, prolijas y de buen diseño, que moraban en el largo pasillo. El cielo de mi infancia es un paralelograma., resultado de mirar por la ventana del living o del dormitorio, hacia arriba. Cuadrilongo, de ángulos rectos, acotado

La cultura de la queja

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Llegué al límite máximo del cansancio y el aburrimiento. Estoy harta y saturada de las quejas y los quejosos que me rodean. Quejas en voz alta y con mayúsculas (reclamos). Quejas en voz baja (casi lamentos). Quejas llorosas y con gemidos (melindres). Protestas, críticas y desconformidades dichas y vueltas a decir. En todo momento; en las cuatro comidas y hasta en el ayuno. Instalados en la queja. Como enraizados. Hay buenos motivos para quejarse en la vida y también hay seres que claman y gimotean de puro vicio buscando siempre la quinta pata del pobre gato. ¿Recurso para llamar la atención? Será...Detestable y agotadora actitud, para mí. Es de esos de los que hablo. Entiéndase sin embargo, que para escribir estos descargos, me encuentro como en zona de tránsito, porque no me queda otra que quejarme de los que se quejan. Es la forma que encontré de conjurarlos, qué le vas a hacer… Me quejo de la miríada de uruguayos que me rodean a los que nada, pero absolutamente na