De regreso


Hace unos días, escribió Camilo, mi hijo,  unas letras sobre mi persona que decían que soy “también hija cultural de la Buenos Aires cosmopolita de siempre. Esa que desenfunda provocación”…cuánta razón tiene. Este último fin de semana estuve de nuevo por allá y pensando en lo feliz que me sentía de golpe me acordé de las palabras de Camilo. Estoy tan unida desde siempre a esa ciudad, voy desde hace tanto tiempo que hasta me acuerdo cuando Marcelo T. de Alvear se llamaba Charcas y Juan Domingo Perón era Cangallo.

Adoro caminar por las calles mientras me doy ánimo y me digo que no estoy tan cansada y que no necesito colectivos ni subtes, porque Buenos Aires es para caminarla y tener la cámara cerca. Me gusta esa especie de descontrol que tiene, esa sensación de que todo el mundo está de paso. Me acostumbro en medio hora a la neurosis del entorno, al apuro, a la multitud. “Y Buenos Aires es un bicho que camina, ensortijado entre los sueños y la confusión”. Sí que lo es.

Me paro hasta para observar los excesos de cables que habitan su cielo  y se entreveran con sus eclécticos edificios. Hormigón, acero, vidrio, cable, empedrado, vidrieras, grafitis, diseño en casi todas las cosas.

La conozco bien pero la redescubro y disfruto como la primera vez. Siempre hay más para recorrer y conocer, no se agota Buenos Aires y yo le prometo lo mismo.

Hago compras, saco fotos, voy al teatro, recorro las ferias, me enamoro del tango que invade la calle Corrientes, de las ibrerías, de los boliches, de la Plaza Serrano y de San Telmo. Comparto charla y  buenos momentos con “mi familia porteña” y esta vez, hasta tuve la suerte de ser parte de la celebración de un casamiento.

El sábado de tarde fui al Café Tortoni, ya había ido otras veces, pero esta visita tuvo otro encanto. Tenía mi cámara en la mochila, así que me di el gusto de traerme las imágenes de ese lugar maravilloso. Me encontré allí con mis amigas narradoras, con las cuales mantenemos una relación virtual desde hace un buen tiempo, esta vez tuvimos nuestro segundo encuentro presencial de charla, café, disfrute y amistad. El tiempo se nos hizo corto. Hicimos planes de futuros encuentros y nos prometimos embarcarnos en un loco proyecto de publicación conjunta. Ya veremos, tenemos tiempo para ir afinando la idea y tenemos verdaderas ganas de mantener estas reuniones de tríada rioplatense.

De hecho, siempre he tenido motivos para ir y volver a Buenos Aires: por mi papá, por Yoli, por mi mamá, por mi suegra y cuñadas, por mis amigos, por Camilo. Siempre las ganas de estar con alguien me hicieron cruzar el charco con entusiasmo. Y las ganas por Buenos Aires en sí misma. Ahora, también tengo a mis dos amigas y el proyecto compartido. Voy a seguir volviendo para cantarle bajito cuando voy llegando una vez más: “Buenos días, Buenos Aires…de regreso como siempre, con algo mejor”.



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