Empatía


Ayudáme a buscar la comprensión, a entender el lugar del otro. A poner la mirada en el que está al lado y sin embargo lejos. 
No te alejes, no te distraigas, quedáte por acá, empecemos juntos. Démonos el tiempo para convencernos que lo diverso, lo distinto, lo heterogénero está en casa: empecemos por ahí. Esa es la propuesta.  
Intentemos enfrentarnos para vernos de otra manera, sin reproches.
Hagámos café, pongámos dos tazas sobre la mesa. Buscá los cigarrillos si querés. Traé el cenicero y apagá los celulares. No pongas excusas, no es tan difícil. Alcanza con la mesa, el café, los cigarrillos y las ganas que pongamos de ser sinceros.  
Ayudáme y yo haré lo propio. Charlemos largo y sin apuro.  
No busques las palabras como si se tratara de la redacción de un tratado, dejálas fluir que en esta conversación no cuentan los derechos de autor.
No te enojes si digo lo que me surge, olvidándome de mantener un discurso respetuoso y afable. No hagamos un concurso de retórica: acá no hay cámaras ni grabadores. Seamos nosotros dos, hablando de lo que hay que hablar y tratáme bien o escucháme bien que es casi lo mismo.
Pongámonos en riesgo y reflexionemos juntos. No prepares la defensa, dejá salir lo que tenés de frágil. Descontrolémonos si no hay más remedio y con tal de llegar a alguna parte.
Hagámonos preguntas porque preguntar es desobedecer. Intercambiemos pensares, cuestionemos sin miedo, no hagamos recomendaciones.
Perdonáme las exageraciones y yo te perdonaré el gesto adusto.
Gestionemos la emoción entre los dos, que es más sano que controlarla y busquemos la forma de entender y aprehender lo que tiene el otro, el que está al lado, el que está acá en casa, justo enfrente tuyo, tan cerca y tan lejos con una taza de café en una mano y un cigarrillo en la otra.
Hagamos este ejercicio por nosotros pero hagámoslo también por el que está enfrente, a la vuelta, en la esquina y en la noche y en la plaza y en el suburbio y en el frío y la humedad de la calle y en la soledad más terminante.
Vamos a ver si empezando nosotros  podemos lograr que surja un pensamiento único que ya no tenga más mentiras para ofrecernos que nos amparen en esta nada misma, que todos los días nos hace volver a andar el camino que no conduce a ningún lado sino a la desesperanza.
Yo apuesto a que podemos arrancar ahora mismo.
Está la mesa, el café, yo tengo cigarrillos y tengo tiempo y vos también tenés esas dos cosas y me tenés a mí acá enfrente, justo enfrente y bien dispuesta, para crecer en un diálogo sincero que nos saque de esta torre de Babel que se ha venido entreverando con el otoño que no para de soltar al aire irreverentes hojas que crujen y crujen y crujen, mientras todos miramos hacia otro lado y las pisamos una y otra vez.

Entradas populares de este blog

"Allá en la fuente, había un chorrito"...

Mal día pal gaucho...

En la escala de los números reales