¡Feliz día, viejaaaaa!

Anduve dando vueltas por el Centro y el Cordón ayer de tarde. Fui testigo de uno de los “días del Centro” más afamados del año: el previo al Día de la Madre. Puedo entonces atestiguar sobre lo que ahora vengo a declarar: estamos creciendo en la construcción del país del “nuevo/a uruguayo/a”. Con toda la fuerza. Era un desmadre (y justo por estos días bien podría yo utilizar otro sustantivo, pero se me antoja este).

Cual si se tratara de una pandemia, hordas humanas se movilizaban sin saber ni a dónde. Hordas que acceden, sin duda (sea al contado, vía préstamos al consumo, tarjetas de crédito o firmas de “debo y pagaré”) a cuanta cosa se les viene a la mente. Como forma de homenajear a sus madres, claro, lo cual parece que los protege del desatino.

Debo reconocer que no me quedé afuera del consumo: me la rejugué y le mandé hacer a mi vieja una taza para tomar la leche que lleva impresa las fotos de sus dos bisnietos. Estoy como loca, me gasté $ 200. Sho también soy la nueva uruguasha, qué tanto…

Hasta en las librerías había gente, cosa rara, porque suelen ser lugares tranquilos. Observé que las búsquedas iban dirigidas hacia Paulo Coelho, Jorge Bucay, Deepak Chopra, Brian Weiss y otros que no conozco ni de nombre; pero que hablan mucho de los caminos hacia la felicidad, del amor, del logro de la paz interior, en fin…sabios mensajes todos. No tengo nada contra ellos -desde ya lo aclaro- pero lo poquito que he vichado en Internet o acaso he hojeado en casa de alguien, me ha parecido... discursito facilongo.

Pero no vengo acá a hablar de literatura (hoy). Si no a comentar o a hacer catarsis sobre esos dos aspectos que arriba mencioné y que en algún lugar se tocan o conectan. 1) Las compras desmedidas de “lo-que-sea” y 2) en el caso de que la elección sea un libro (para la madre y en aras de salir de la incomunicación  o de alguna que otra frustración) uno de auto-ayuda.

Es raro todo, no? En tiempos de tanta comunicación como estos… entre celulares, computadoras, Internet, redes sociales… por lo menos llama la atención que para el día de la madre se debatan entre comprarle un smart phone 2.0 o el ejemplar que asegura la mejor forma de decirle “Má, te quiero mucho” recientemente editado por  Planeta.

Al nuevo uruguayo(a) le cuesta hablar de lo que hay que hablar, anda medio solo y un poco frustrado, se le complica tener en quién confiar, tiene miedo a vivir en una sociedad que cada día parece más violenta, se estresa con asiduidad, toma ansiolíticos u otras porquerías, casi no cree en nadie y en nada, es un indignido por definición… y entonces…el nuevo uruguayo va y compra -de ser posible, mucho y caro- pone en movimiento la cadena de valor y cuando tiene un rato practica el “rescátate” con un buen libro de auto-ayuda que le tira recetas para él mismo (o para su mamá, que más da) si total, jodidos estamos todos.

Yo no estoy fuera del modelo o del sistema, eh? ¡Ni loca! Soy parte y de hecho ya me está dando culpa ser tan roñosa y en un rato me voy al Centro de nuevo y le compro a mi vieja alguna cosita más. De repente hasta le compro un libro, eso sí: una linda novela que la ponga a disfrutar de la ficción, del arte de saber poner las cosas en palabras, que la haga enamorarse de los personajes, una que la entretenga pero no solamente, una que logre que no quiera llegar a la última página y que hasta llegue a ser una “curita para el alma”.

Porque yo no daré la talla para ser la nueva uruguaya, no compraré grandes cosas, no regalaré manuales para la felicidad… pero yo el domingo a mi vieja le doy un abrazo y no le mando decir que la quiero mucho! Archívese, publíquese y etc.

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